17 de November de 2024
Ágora Deportiva
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Ago 1, 2018

Jesús Yañez  Orozco

Hoy es cumpleaños don Ignacio Trelles Campos, considerado el mejor técnico en la historia del futbol nacional. La cifra pasma: nació hace 102 años en Guadalajara, Jalisco. Fue un 31 de julio de 1916, al fragor de la revolución mexicana. Su longevidad obedece, entre otras cosas, a que nunca fumó ni bebió.

El país –por la injusticia social que se arrastraba desde la la Colonia, que agudizó la Independencia de 1810– olía a pólvora y muerte por todos los rincones, 100 años después de terminado el virreinato, cuando su familia decidió trasladarse a la Ciudad de México, a principios de la década de 1920.

Por eso es, Don Nacho, una especie de Emiliano Zapata de Balón. Brillaba aún su incomparable sabiduría, audacia, ironía e ingenio en este deporte. Porque pocos tienen la fortuna de cruzar el centenario dintel.

“Viejo Zorro”, le decían a Don Nacho algunos periodistas y cronistas, porque era un revolucionario del balón. A veces hacía trampa. Porque en el deporte, como en la guerra, todo se valía. Ahora ya no. Sobre todo con el VAR.

Una de las afirmaciones más célebres la dijo a quien esto escribe, hace tres años, publicada en la Revista Etcétera: México “jamás” ganará una copa del mundo. Porque, argumentó, priva el negocio sobre el deporte. Quizá su declaración puso los pelos de punta a los zares del balón, culpables de que el Tri sea eterno campeón de a derrota.

Trelles militó en los clubes Necaxa, América, Monterrey y Atlante. Una lesión en la rodilla derecha –provocada por “El Pulques” León– término con su vida de futbolista profesional, a principios de la década de 1950.

A finales de los 40s jugó con los Vikingos de Chicago, en la primera liga semi profesional en EU, abuelita de la MLS. Fue de los primeros mexicanos en la pizca del balón, recién terminada la segunda guerra mundial.

Dirigió 11 clubes de la Primera División del balompié nacional, dos Copas del Mundo –Chile 1962 e Inglaterra 1966– y dos Juegos Olímpicos -Japón 1964 y México 1968–.

En los años 70s, incluso, inspiró a Chespirito –Roberto Gómez Bolaños– para realizar varias películas sobre futbol, una especie de parodia sobre Trelles.

Pese a la edad, Don Nacho se mantiene lúcido y no pierde su sobria ironía –por ejemplo, cuando dirigía, afirmaba que los silbantes no tenía SIDA, sino SADA: Síndrome de Abuso de Autoridad–. Su pasión, ahora, es mirar futbol por televisión. Que siempre salpica con agudos comentarios.

Dirigió durante 15 años a los Ratones Verdes –Selección Mexicana– apodo, que reprocha indignado.

El mote fue obra del periodista Manuel Seyde, del diario Excélsior, a raíz de un partido previo al Mundial de Inglaterra, 1966, que Trelles dirigió.

Con siete, posee el récord de títulos obtenidos en torneos largos del futbol mexicano, de un total de 15, incluidos internacionales. Sigue Ricardo Tuca Ferretti, seis, pero en campeonatos cortos.

Durante más de dos décadas –hasta finales de hace un par de años– coordinó fuerzas básicas del equipo Cruz Azul, uno de los cuatro más importantes del futbol mexicano, con América, Pumas y Guadalajara. Aunque hace 21 años La Máquina sufre una grave sequía de títulos por culpa de su presidente, Guillermo Álvarez Cuevas.

Es, Trelles, de los pocos personajes del balompié mexicano ante quien, cualquiera, se quita el sombro. Detractores incluidos.

Don Nacho pudo parafrasear a Zapata:

El Balón es de quien lo trabaja.

Don Nacho y yo

Que yo recuerde, ninguna de las entrevistas –quizá una veintena– ha dejado de ser entrañable con Don Nacho, en 40 años de ejercicio reporteril.

Me viene de botepronto la primera:

Recién ingresado a la sección de deportes del semanario Proceso, 1978, el jefe, Francisco Ponce Padilla, me dio la orden de entrevistarlo en exclusiva. Mis rounds de sombra reporteriles eran en la Agencia CISA. Notas informativas, entrevistas, reportajes y crónicas sin mayor trascendencia.

Conforme lo escuchaba se me hacían yo-yo los calzones.

Trelles cifraba los 62 años. De él se sabía todo. O casi todo. Como que tuvo una hija fuera del matrimonio a la que dio su apellido y cuyo nombre me reservo. Historia que supe, después, en 2001, como coordinador de deportes de Notimex, agencia noticiosa del gobierno mexicano.

–¿Sobre qué?, balbucee ante Ponce.

–“Se supone que eres el que sabe”, respondió retador.

La hice con algunos avatares, producto de la inexperiencia.

La entregué a “El Garras”, como apodaban a Ponce, porque  cuando vestía era una especie de caja fuerte. Nadie le encontraba combinación.  Entonces era catedrático de sociología en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (Ahora FES)-Acatlán-UNAM.

Me la devolvió tachoneada. Apenas legible. Peor que mapa. Fuera lugares comunes.  Y, obvio, mejor sintaxis. Aunque la esencia se mantenía.

“No leas el Esto” –diario deportivo de circulación nacional– arengaba, mientras revisaba, los ojos como estampillas sobre las letras entintadas. Ajustándose, una y otra vez, los lentes de aumento, en armazón negra, que cabalgaban sobre su aguileña nariz.

Total: tuve que rehacer el texto de ocho cuartillas siete veces: 56 hojas. Original y dos copias. Papel carbón como jamón del sándwich. Redactaba en máquinas Olivetti de metal, plañideras de palabras sobre el papel en blanco.

Al fin se publicó en las páginas principales de la sección de deportes de Proceso. No cabía de gozo y goce. Traía ejemplares bajo el brazo, embargado por el orgullo, como quien carga a su primogénito.

Fue parte de mi aprendizaje. Sigo abrevando de los jóvenes periodistas.

Pocos, por desgracia.

Por todo lo anterior –a riesgo de pecar de vanidad– se justifica la foto, de quien esto escribe, con don Nacho Trelles.