Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
Cerca del filo de las 10.30 de la mañana hora de Nevada, el equipo de Donald Trump denunció irregularidades electorales en un condado de dicho estado ubicado al oeste de Estados Unidos.
El mismo estado en el que días previos al cierre de su campaña salió huyendo de un templete ante el temor de un atentado con arma de fuego; y el mismo en el que el presidente Barack Obama ganó las elecciones –las dos veces- para liderar el destino de la Unión Americana.
¡Vaya elecciones más reñidas! Estamos atestiguando lo difícil que en cada elección es parir democracia sobre todo por la polarización de los votantes pero primordialmente por la creciente apatía, el ostracismo ciudadano y el abstencionismo.
Entre más ensancha el desencanto ciudadano traducido en abstencionismo puro y duro más incrementan los márgenes de la polarización ciudadana haciendo huecos para que en unos casos emerjan con fuerza políticas extremas y en otros, con arrojadizos resultados electorales tan controvertidos por la ínfima diferencia de votos entre los candidatos punteros que el proceso de parto democrático se convierte en una odisea de fórceps.
Observemos bien los procesos electorales recientes: en los países en los que existe una menor proclividad hacia la democracia más acostumbrados a los regímenes populistas, incluso con una historia de gobiernos militares o golpistas el proceso no es tan cuestionado como acontece en democracias más maduras.
Nadie le ha increpado al sandinista Daniel Ortega, su tercer periodo al hilo al frente de la Presidencia en Nicaragua, o impidió le perpetuación en el poder de Hugo Chávez en Venezuela a tal grado que hasta moribundo le encargó “su patria chica” a Nicolás Maduro.
Sin embargo, donde las cosas se ponen más feas es en los países en los que la democracia se defiende desde las bases, las leyes y las instituciones; ahí es donde los rifirrafes están siendo más fuertes y en los que está costando más embridar toda la maquinaria democrática atenazada por muchos factores además del aumento de la apatía, del abstencionismo también del populismo.
Una diferencia de medio punto porcentual entre un candidato y otro puede significar un escaso puñado de votos y eso pone a prueba la fortaleza de la democracia tanto de hecho como institucional.
Al respecto, el portal de la Embajada de Estados Unidos en España representada por James Costos, recuerda que en el año 2000 entre George W. Bush y Al Gore existió una diferencia de 537 votos entonces “Gore ganó el voto popular pero perdió en el colegio electoral”.
Y en efecto, el Tribunal Supremo decidió quién de los dos era el candidato ganador, y señaló a Bush quien para su buena fortuna contó con un contrincante que no quiso cuestionar la fiabilidad del entramado democrático norteamericano y entonces aceptó la derrota.
A COLACIÓN
Yo escribo esta columna sin saber quién –Hillary Clinton o Donald Trump- logrará finalmente la victoria electoral para dirigir los destinos de la todavía nación más poderosa del mundo.
La moneda está en el aire y lo digo muy consciente después de que TODAS las encuestas fallaron con el Brexit y en el referéndum de Colombia y las FARC.
Y también después de descartar -como economista- que los mercados con su volubilidad sirvan de catalizadores para darnos respuestas fehacientes máxime que son víctimas de la especulación, el nerviosismo y la volatilidad. No nos sirven de termómetros, las bolsas europeas se tiñeron de rojo la semana pasada cuando el FBI dijo que seguía investigando a Clinton y vivieron un rally alcista el lunes 7 de noviembre gracias a que el mismo FBI dio por cerrada la pesquisa de los mails de la candidata demócrata.
Lunes y martes los mercados bursátiles europeos actuaron dando por descontado un triunfo de Clinton aunque la diferencia entre uno y otro candidato es marginal, mínima e irrisoria y el propio Trump lleva días denunciando “un fraude del sistema contra él”.
Por ende estamos al filo de todo lo posible y hasta de lo imposible, de lo blanco y lo negro… de los claroscuros; el primer impacto súper negativo que sufriría la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) si gana Trump como aventura Pablo Gil, director de Método Trading, el IPyC podría caer de golpe hasta los 45 mil puntos y después llegar gradualmente hasta los 41 mil puntos; todo lo contrario acontecería si es Hillary la que tiene la victoria porque el IPyC subiría hasta los 55 mil puntos.
¿El peso y el dólar? ¡Abróchense los cinturones! Si es Trump quien gobernará, según Gil, la moneda azteca se devaluará hasta los 22 pesos por dólar; y si es Hillary, el peso podría regresar a los 17.30. ¿Y si no hay ganador inmediato? ¿Y si Trump cuestiona el sistema y es un candidato canalla que se resiste a perder? ¡Puff! Eso sería estar al filo de…
@claudialunapale