POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Entrevisté a Andrés Manuel López Obrador, actual presidente electo, en marzo de 2003 cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México; la cita aconteció en su despacho con una espléndida vista al Zócalo y a la asta bandera.
En los últimos días la he repasado cada vez más convencida de que su primer año al frente de la Presidencia será toral para encuadrar el derrotero del país durante su sexenio.
¿Qué AMLO veremos? ¿El radical o el pragmático? Al final, tarde o temprano, todos los políticos en el ejercicio de sus funciones terminan quitándose la careta… total ya ganaron en las urnas. El príncipe, diría Maquiavelo, no necesita esconder más su verdadera alma.
Releo algunos matices del López Obrador de hace tres quinquenios, en su opinión –me dijo-, hay que conciliar para gobernar y tampoco “deben realizarse compromisos con intereses creados”.
Acerca de su visión económica, el entonces titular de la Ciudad de México, me aseveró no estar peleado con los empresarios “porque creo que el tema fundamental es atraer la inversión hacia la ciudad como formar empleos y activar el crecimiento de la economía”.
Asimismo agregó: “Para mi forma de pensar el modelo debe estar fincado en dos pies: el del bienestar para la mayoría de la gente y el del crecimiento económico”.
Después le solté a bocajarro si él, Andrés Manuel López Obrador, está en contra de la globalización: “No estoy contra la globalización. Sí, en cambio, del neoliberalismo. Creo que este modelo ya demostró su inviabilidad en el hecho de que no se puede dejar actuar a las fuerzas del mercado por sí solas”.
He traído a colación dicha conversación (que por supuesto es mucho más extensa) porque una persona que no ha cejado en su empeño por llegar a la cima del poder en México y que además “ambiciona pasar a la Historia como un gran presidente”, difícilmente cambia su estereotipo con el tiempo.
AMLO usará a la gente cuando tenga que usarla, recurrirá a sus bases populares en los momentos acuciosos; él es un gran admirador de Benito Juárez y no ignora que si el Benemérito de las Américas no hubiese fallecido de una angina en el pecho muy posiblemente hubiese intentado gobernar por más tiempo al país.
Cuando al frente del gobierno citadino, el ahora virtual mandatario, no dudó en llenar varias veces la explanada del Zócalo de gente traída desde Tabasco para protestar y provocar presión social por Pemex ante el gobierno nacional, justito al lado, en Palacio Nacional. Y los mantuvo durante largos meses, vociferando cuando había que hacerlo.
Después está la parte económica y social y esperemos que el remedio no resulte peor que la enfermedad; porque quienes le votaron le han conferido mucho poder en el Legislativo y demasiado en representación popular.
A COLACIÓN
En Europa afirman que su grado de exposición al riesgo derivado del cambio político –el viraje a la izquierda-, no es tan elevado como en el caso de Brasil.
Sin embargo, ya empiezan a saltar algunas chispas: en Italia, les queda claro que “ha ganado un populista”, y en Reino Unido analistas como Rob Crilly, cuestionan que “más pronto que tarde AMLO dejará ver su perfil real” o el pragmático o el radical.
Y ayer justamente sonaron todas las alarmas en España porque si bien se creía que sólo BBVA dentro de las empresas del IBEX 35 era la más vulnerable a México ya vieron que no es la única, sobre todo, porque el líder de MORENA, está a disgusto con el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) cifrado en 11 mil millones de dólares; al menos, dos empresas españolas esperan participar, estamos hablando de FCC y Acciona.
Si bien el político tabasqueño ya juró y perjuró que “no habrá nacionalizaciones, ni expropiaciones” ni meterá las manos en Banco de México ni alterará el control financiero-fiscal, en lo personal, yo aventuro un viraje bastante similar al de Estados Unidos con Trump que tenderá a privilegiar a las grandes empresas nacionales por encima de las transnacionales en aras además de crear empleos. Algo que por supuesto no está mal.
Me preocupa sí la tentación de “salvador de la Patria” que todos sabemos arrastra López Obrador y que, en determinado momento no quiera ni sepa irse a tiempo. El poder es un dulce, empalaga tanto, que algunos se vuelven hasta diabéticos… pero no lo dejan.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales