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FRANCISCO RODRÍGUEZ
«Hay hombres que luchan un día y son buenos. / Hay otros que luchan un año y son mejores. / Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. / Pero los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles». El poema del vate alemán Bertolt Brecht es digno de ser recordado hoy que ha asumido el poder presidencial un hombre que viene de la batalla contra todo.
Recién egresado de la carrera de Ciencias Políticas, en lugar de irse a refugiar en los cómodos sillones de los burócratas, Andrés Manuel López Obrador prefirió aceptar el humilde ofrecimiento de los indígenas chontales de Tabasco para sumarse con ellos a la lucha cotidiana por la supervivencia. Y fue su prueba de fuego, el primer bastón de mando.
Con su hijo mayor recién nacido y su primera esposa, el tabasqueño se mudó a Nacajuca, a una choza elemental con piso de tierra, en el fondo del paraje. Sufriendo todas las inclemencias del trópico húmedo, la familia López Beltrán inició una carrera larga y difícil que ha culminado en el Palacio Nacional de México.
Es sabido que cuando el jefe de Coplamar y el gobernador de Tabasco quisieron visitarlo, se llevaron la sorpresa de su vida: encontraron al brigadista social con los pantalones arremangados, los pies sumidos en el lodo de las tierras bajas, acompañado por los campesinos, buscando nuevas formas de producción.
Al tomar posesión de la Presidencia de la República, el primer día de ejercicio, las cincuenta y seis etnias del país lo convocan en el Zócalo capitalino a tomar las riendas del poder nacional para ayudarlos a levantar la esperanza, esa especie humana tan despreciada. Representantes de diez millones de indígenas mexicanos le dieron el bastón de mando. El segundo en su batalla.
La última esperanza de un sistema vaciado de contenido
La autenticidad y la congruencia se enfrentan hoy con la desidia y la soberbia de un grupito de mexicanos interesados en seguir chupando la ubre nacional, ésa que durante tantas décadas han exprimido hasta la saciedad. Hasta que nos han dejado tiritando en los huesitos.
La oligarquía nacional y sus voceros, los dueños de los medios de comunicación vendidos al peor postor, los comentaristas y analistas de la infamia, atacan los procederes y las decisiones del hombre de Tepetitán, las valientes decisiones que tal vez sean la última esperanza de un sistema vaciado de contenido.
Han sido vencidos palmo a palmo en sus terrenos de podredumbre y exacción. Han sido ridiculizados sus propósitos neoliberalistas y coloniales. Se han saltado todos los obstáculos que quisieron poner, con el apoyo de los poderes trasnacionales los barones del dinero. Lo único que les queda es estorbar, para que jamás se alcance la mayoría de edad.
Azuzan para voltear las preferencias a favor de la injusticia
En el camino, los medios vendidos han tratado de llevarse entre las patas a la opinión pública, han forzado las noticias, inflado las encuestas, inyectado odio en los auditorios y en las casas de los televidentes, para lograr su cometido, el de siempre, el que trata de socavar la confianza desde las atalayas de la ventaja.
La ventaja de los poderosos les ha sido concedida por un Estado a modo, por un aparato público y presidentitos de contentillo que les han entregado las prebendas y canonjías desde las que azuzan a la gente de la clase media, para voltear las preferencias a favor de la injusticia. Quieren seguir mandando.
Sorprendentemente, ni ellos se dan cuenta de que todo esfuerzo ha sido nulo. Quisieron aprovechar el interregno presidencial para sembrar el descontento, y la opinión mayoritaria sigue registrando un abrumador setenta por ciento de credibilidad y apoyo al nuevo régimen. Es un dato verdaderamente histórico.
El dato duro señala que el pueblo mexicano está consciente de que habrá de luchar y. como lo aconseja Pepe Mújica, el emblemático expresidente uruguayo, tendrá que armarse de paciencia y coraje para seguir luchando contra los obuses de los traidores y volverlos a vencer con el ejemplo y las decisiones que van al fondo de los problemas.
Freno al voluntarismo entreguista, al presidencialismo de subasta
No fue casual que el primero de julio, el día de la elección presidencial, el pueblo mexicano votara por acabar la corrupción y la miseria. En números redondos, el 70% del pueblo votó contra los planteamientos del príato. Ahí están las cifras. Por AMLO votó el 53%. Los otros 17 se han sumado decididamente a la vorágine del cambio.
Por primera vez, después de ochenta años, de Ávila Camacho a nuestros días, los ciudadanos han decidido poner un freno al voluntarismo entreguista, al presidencialismo de subasta, a la dislexia del sistema. Se ha propuesto, con su voto, cambiar al gobierno, transformar al régimen, buscar otros caminos.
Han sido demasiados años de decepciones. Nadie aguanta tanto. La decisión fue otorgar un voto parejo, masivo, incontrastable que tiene que ver con el modo de vida, con el cambio de formas, con otros personajes y otros rostros en el poder: esos que representan la mayoría nacional.
La fuerza del cambio acoge a los imprescindibles, como AMLO
México no sólo está frente a su propio espejo, sino en el vértice crucial de optar por otro tipo de gobierno, por otro modelo de desarrollo que implique equidad, democracia, justicia y redistribución de la riqueza. Se acabaron los días de la plutocracia gobernante, de los espantajos con la banda presidencial cruzada al pecho, de la usurpación institucionalizada, apoyada en las fuerzas coloniales del extranjero.
La fuerza del cambio, de la nueva época para el país, acoge a los imprescindibles, los que han luchado toda la vida por cambiar de raíz las injustas condiciones de sometimiento, ignorancia y depredación colectiva. Llegan al poder los que aman a México, por encima de hostilidades, preferencias injustas y exclusivismos.
Los saqueadores de siempre no quieren el cambio. Se resisten
Un breve repaso por las condiciones nacionales es suficiente: la seguridad nacional, los renglones estratégicos, en poder de las fuerzas extranjeras; la deuda externa rebasa la mitad del producto nacional bruto; los jóvenes no tienen rostro de destino; el campo está destrozado; las actividades productivas brillan por su ausencia; México está de rodillas ante sus verdugos.
Y los saqueadores de siempre no quieren el cambio. Se resisten a perder cualquier concesión, cualquier privilegio. Piensan que el pueblo está atado de manos, inerme ante la conquista, dispuesto a seguirlos soportando.
Es preciso llamar a las cosas por su nombre. Ha llegado el momento de la reivindicación y debemos aprovecharlo. Son trenes que pocas veces pasan por esta estación. ¡Hagamos de México el país digno de nuestros hijos!
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En nombre de algunos PRIvilegiados del sindicato de patrones –sin registro oficial– conocido como Coparmex, Gustavo Adolfo de Hoyos Walther enseñó el cobre y lanzó en Twitter un mensaje que abona en la polarización por él tan criticada: “El mensaje de #TomaDePosesión de @lopezobrador_ como #PresidenteDeMéxico en #San Lázaro tiene un saldo negativo: expresiones polarizantes (sic), ideología retrógrada y reversa a reformas energética y educativa. Lo bueno, promesas de respeto a @Banxico, no endeudamiento y no más impuestos”.
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