El llamado de las urnas está ya a la vuelta de la esquina en España. Entre las cábalas preelectorales nadie atisba a meter la mano al fuego de qué pasará por ejemplo con el abstencionismo, el desencanto entre una población que ya sufragó el pasado 20 de diciembre que ha atestiguado la incapacidad de sus políticos y respectivos partidos para lograr un bloque de consenso y que muy por encima de los intereses nacionales han puesto los suyos personales.
En diciembre se registró una participación promedio del 73% del electorado, esta vez, el próximo 26 de junio podría verse reducida. De hecho algunos medios de comunicación difunden que al menos un millón y medio de votantes no acudirán a las urnas como lo hicieron seis meses atrás.
Lo que los contendientes se están disputando es el voto de los indecisos, los de un porcentaje reducido que quizás tengan en mente cambiar su cruce en la papeleta.
Por esa razón se cree que el debate histórico del pasado 13 de junio ha sido decisivo para terminar de normar un criterio y sobre todo para suavizar posiciones.
Precisamente durante su intervención en el plató de televisión, Mariano Rajoy presidente en funciones y a quien todas las encuestas vuelven a otorgar la victoria, pidió a sus contrincantes «que dejen gobernar a quien resulte el más votado por la gente».
En ese tenor, el candidato socialista Pedro Sánchez (el más damnificado exante y expost) asegura que por su parte pondrá toda la voluntad para que «exista un gobierno socialista gracias al apoyo de todos los votantes del PSOE».
Albert Rivera, de Ciudadanos, cuya plataforma de centro no ha logrado despegar con el ímpetu que se le atribuía hace unos meses, afirmó que «me comprometo a que si de Ciudadanos depende de que habrá gobierno lo habrá así como un cambio».
Por su parte, Pablo Iglesias de Podemos, el ex profesor de la Complutense que gana en las distancias cortas y seduce a la audiencia con su retórica de calle letraherida dijo tajante que «no habrá nuevas elecciones tenemos dos opciones una de formar un gobierno progresista con el PSOE o ir con Rajoy».
A COLACIÓN
Han sido los podemitas los que en los últimos días le han jalado la sábana de la socialdemocracia a un alicaído PSOE que va dejando atrás sus lustrosos días de contrapeso a la derecha.
Y es que Sánchez llevará a su partido a convertirse en tercerista, lo que implicará que la noche del 26 de junio el socialista deberá tener claro a quién apoyará para formar Gobierno: a Rajoy que volverá a ganar o a Iglesias subido en el segundo escalafón.
Sigue estando incierto el futuro político inmediato de España y si el pasado 20 de diciembre era Podemos el que tenía los huevos en la cesta para investir a Sánchez será ahora exactamente al revés.
Y no parece que lo más factible sea seguir postergando que la nación ibérica tenga todo paralizado por más tiempo con ministerios funcionando a medio gas porque lleva seis meses con un presidente en funciones y ministros en la misma situación.
España, la cuarta economía de la Unión Europea (UE) ha cumplido seis meses en el atolladero, sólo el runrún de la cercanía de las elecciones del pasado diciembre sacaron 30 mil millones de euros del país, de acuerdo con datos del Banco de España (en total en 2015 se fugaron 70 mil 200 millones de euros).
El dramón es que Sánchez, con la espada desenvainada, decida no apoyar ni la investidura de Rajoy ni mucho menos la de Iglesias que comenzó novelmente pidiendo el despacho de al lado y esta vez pueda ocupar el principal.
¿Qué restaría entonces? Julio marca la temperatura del verano, los españoles desde ahorita ya tienen puesto el bañador mental y en agosto todo se paraliza. Si no se llega a un acuerdo se comenzará el ciclo escolar sin presidente electo lo que hará una amarga recta final de año con la chocante letanía de volver a otras elecciones… las terceras.