Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
Qué no cunda el pánico! Si algo le dejó muy claro a México la última elección presidencial en Estados Unidos es que, cualesquiera de los dos candidatos que resultasen electos, Hillary o Trump, de una u otra forma se le metería mano al NAFTA-TLCAN.
Seamos realistas el tratado se negoció a principios de la década de 1990 cuando todavía estábamos presumiendo la inclusión al GATT y de pronto nos aventamos al Cañón del Sumidero sin clases de natación y sin flotador envalentonados con la firma del libre comercio con Estados Unidos y Canadá en 1993.
Han pasado 22 años desde su puesta en vigor, hoy en días los tres socios comerciales son muy diferentes, tienen otras fortalezas y otras debilidades en sus respectivos motores económicos y aparatos productivos.
Simplemente veamos las tripas del país azteca: un dramático adelgazamiento en el sector primario de la producción, reajuste en el sector secundario de la producción y una ampliación-extensión del sector terciario de la producción.
Además la balanza comercial se despetrolizó dejamos de depender en las relaciones con el exterior de únicamente vender petróleo y sus derivados como fuente de atracción de divisas; y se logró exportar más valor agregado.
El aparato industrial ha sufrido una especialización relevante, más de 17 entidades están estrechamente ligadas con la industria maquiladora de exportación.
El tratado, como todo matrimonio, tiene también sus efectos colaterales negativos y México los ha resentido de variadas formas no únicamente se ha acelerado la transculturización de los mexicanos; se ha importado moda, usos y costumbres estadounidenses, muchos estados fronterizos son focos de violencia, inseguridad y destrucción.
A lo largo de todos estos años, el narcotráfico, el tráfico de armas, la trata de personas, la prostitución, el secuestro como negocio y muchos delitos de extorsión han eclosionado.
El país experimenta sus costos sociales. El presidente Donald Trump culpa a los mexicanos de la droga y del aumento de la criminalidad allende las fronteras, quiere un muro que usará como baza para tratar de renegociar el acuerdo con México olvidándose que desde luego también está Canadá como partner.
Trump es abiertamente hostil ya entre sus primeras decisiones al frente de la Casa Blanca echó el TTP para abajo con tres firmas y dos patadas sin importarle nada, tomó su decisión unilateral valiéndole gorro el resto de los países incluidos. Chile, en consecuencia, ha dicho que también abandona el TTP.
Sigue el NAFTA-TLCAN. Aunque un muro en la frontera “pagado por México” no es precisamente una buena señal para renegociar, es más bien, el camino de la ruptura del acuerdo retrotraer las relaciones bilaterales México versus Estados Unidos a los tiempos de los aranceles y las disputas ante la OMC. Aunque tampoco el NAFTA-TLCAN ha sido óbice para evitar las controversias.
Si nos quedamos sin acuerdo, ¿será el fin del mundo? No, simplemente habrá que buscar un acuerdo bilateral de libre comercio con Canadá y signar un acuerdo con aranceles con Estados Unidos.
Yo honestamente dudo muchísimo que México o Canadá vayan a aceptar renegociar el tratado sin incluir ampliaciones y muchos otros sectores y que en lugar de mejorar acepten empeorarlo. ¿Quién lo haría? ¿Quién se casaría dos veces con la misma persona pero con un contrato legal totalmente desfavorable?
A COLACIÓN
Después de la victoria de Trump corrieron ríos de tinta esperanzadores “el establishment terminará aplacando su retórica amenazante”; el caso es que el empresario está derruyendo muchas cosas de lo que prometió y no lleva ni una semana en el poder y ya mandó a volar el Obamacare.
La oligarquía que lo acompaña en su mandato tiene hilos de poder económico relevantes, son millonarios metidos a políticos, no políticos que trincaron y luego se convirtieron en millonarios. Ellos son el establishment y no creo que nadie de ellos se atreva a parar a Trump.
Trump tampoco quiere el TTIP con Europa, él quiere negociar acuerdos en corto, de tú a tú y lo más ventajista posible para su país; aplaude el Brexit porque cree que es un buen momento para afianzar las relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña. A México ya ni el petróleo le sirve como excusa para una patidifusa renegociación.