19 de November de 2024
Cambiar lo que hay que cambiar
Opinión Principal

Cambiar lo que hay que cambiar

Jun 26, 2018

Análisis a Fondo

Francisco Gómez Maza

· El Nuevo tendrá que lidiar con dios y con el diablo

· Estabilidad, obvio, pero también justicia distributiva

La tiene muy complicado quien vaya a ser el nuevo presidente de México. No es decir enchíleme otra gordita, como las que se manducó, en el desayuno del domingo en el Café Pacífico en San Luis Potosí, el candidato de Morena, con la agradable compañía de Tatiana Clouthier, su coordinadora de campaña.

Quien vaya a ser el presidente, ya sea por mayoría de votos, o por mayoría de votos comprados (tradicional manera de agandallarse el poder de los priistas) tiene que lidiar con dios y con el diablo.

Aunque fuese Meade el presidente, gracias a un gran chanchullo, ya que se rezagó al tercer lugar y de ahí no lo mueve ni dios, sino sólo alguien más poderoso que la divinidad: la compra de votos y el fraude, orquestado por René Juárez Cisneros y su mapachada querida o malquerida, le va a ser imposible dedicarse a apapachar a los plutócratas y despreciar a la inmensa mayoría de los trabajadores.

Tiene que quedar bien con todos, con dios y con el diablo y despojarse de este trasnochado populismo priista, que le enseñaron a emplear los dinosaurios que quedan del verdadero PRI, que fue endilgado a los mexicanos por Manuelito Ávila Camacho y que le ha traído profundas desventuras al pueblo mexicano.

El nuevo inquilino de Palacio tendrá que congraciarse no sólo con los los magnates de la empresa privada, quienes lamentan profundamente el desgarriate económico, social, de seguridad etc, dejado por Peña en todos los estamentos de la vida nacional, que ayer recontábamos en el legado que heredará a su sucesor.

Mientras los magnates piden al nuevo gobierno una transición con estabilidad económica, financiera, cambiaria, y la preservación de lo que ellos llaman fundamentos económicos, la gente del pueblo pide justicia, castigo a los ladrones, y un nuevo modelo de economía que tome en cuenta a los trabajadores, que ya no tengan que partirse el alma para ganar un pinche salario que no le alcanza ni para lo más indispensable. El diablo pide salud y seguridad social, empleo justamente remunerado, vivienda digna, y condiciones de vida que lo realicen como un ser humano.

José Luis de la Cruz Gallegos, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico A.C., profesor de cátedra en Doctorado de Ciencias Financiera de la EGADE Business School, en el campus Ciudad de México y de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, cree que el periodo de transición presidencial debe incluir cuando menos 10 consideraciones económicas.

Entre los temas deben estar un mensaje de preservación de la estabilidad económica; el compromiso de no aumentar deuda; dar tranquilidad a los mercados y definir las inversiones públicas, además de un discurso de unidad.

Para preservar la estabilidad, primero, se debe generar un mensaje de unidad. En segundo lugar, se necesita un mensaje sobre los objetivos y la dirección que se llevará; lo qué se hará durante la transición y qué se va a construir, así como temas de corto y mediano plazos. El tercer punto, para mantener la estabilidad económica, es definir el equipo tanto de transición entre el gobierno en funciones y la próxima administración, como al gabinete.

Si Andrés Manuel López Obrador fuera electo, aún puede “revisar” la lista de su equipo para adecuarlo a las necesidades. Es necesario garantizar el blindaje y exponer qué se hará ante presiones externas. La idea que debe mandarse a los mercados es cómo se preservará la estabilidad para mantener la inversión. El quinto tema tiene relación con las finanzas públicas; es decir, qué pasará con la deuda, cómo será más eficiente el gobierno y de qué manera se generarán ahorros para financiar los programas asistencialistas que se prometen.

Otro aspecto es definir qué estrategia se va a seguir con el TLCAN, específicamente “quién se va a encargar de reconstruir la relación con el estadounidense Donald Trump”. Otro punto que tiene que plantearse es un programa económico emergente, ante la desaceleración que registran los sectores productivos y los estados.

Estas sugerencias sólo serían, digamos como la introducción para hacer frente a las variables económicas en desgracia, pero también es muy importante dar certidumbre a las clases populares, a los 40 y tantos millones de trabajadores asalariados; asegurarles que se pueden realizar grandes cambios en su beneficio sin desestabilizar la macroeconomía; darles certidumbre que los servicios de salud no serán privatizados y que el sistema educativo será revaluado con el concurso de todos los que participan en la educación: gobierno, magisterio, paterfamilias.

El nuevo presidente tiene que mandar un mensaje de esperanza cierta a los trabajadores, en el sentido de que la macroeconomía estará al servicio de los agentes económicos, entre los cuales tan importante es el capital como la fuerza de trabajo, pues el capital productivo no produce sin la fuerza de trabajo y la fuerza de trabajo muere si el capital no lo apoya. Esto significa empezar a construir, o reconstruir, el mercado interno, sin descuidar las relaciones comerciales de México con el resto del mundo. Y no sólo con los Estados Unidos de Norteamérica.

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