Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
- Pánico de que lo les funcione la app
- Y si el voto es masivo, adiós algoritmo
Como lo he escrito en múltiples ocasiones, pareciera que los mexicanos no tienen remedio; que viven en una perpetua crisis existencial que sólo los conduce al vacío; como si deterministamente fuesen esclavos del algoritmo de la clase dominante cuyo candidato, aunque vaya en último lugar, al final de la jornada resulta siempre el ganador, y nadie puede protestar porque los números, en esta aldea manipulada por el Facebook o el Twitter, son sacrosantos, aunque sean fracción. Con todo, los hombres del poder y sus corifeos, los “periodistas” a modo, pagados, son seres humanos y abrigan miedo, pánico, ante la remota posibilidad de que pierdan el poder y los pingües negocios, prebendas y canonjías.
De ahí que orquestan una campaña negra, en este caso en contra del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, porque se sienten abrumados de que vaya en el primer lugar en las encuestas, con por lo menos 20 puntos de diferencia, y en momentos en que el segundo lugar, el candidato del PAN, Ricardo Anaya, es severamente cuestionado por presuntos, y escandalosos, actos de corrupción personal y familiar, que le van a restar muchos puntos, independientemente de su compostura en el debate de la noche de este domingo 20 de mayo en Tijuana.
A esta campaña negra, asquerosa, sucia, indecente, torpe – como la acusación de Lozano contra el tabasqueño de ser “viejo”, con lo que se echó en contra al sector de la tercera edad-, no me gustaría llamarle “guerra sucia”, porque soy de los que todavía sobreviven a aquella guerra sucia de los años 70 y 80, cuando los esbirros del PRI simplemente echaban vivos al mar, desde helicópteros, a opositores.
El mismo PRD, cuando valía la pena, llegó a tener una lista de 400 desaparecidos por las fuerzas de seguridad del Estado, principalmente en Guerrero. Lo que digo no significa que la guerra sucia haya desaparecido. Simplemente cambio de maneras de operar. Ahora, tenemos unos 35 mil desaparecidos, pero los autores de dichas desapariciones, según la versión de los gobiernos, son los capos del narcotráfico. En aquella época había gomeros, más no narcotraficantes.
Le llamo, mejor, campaña negra. A toda costa buscan restarle puntos al candidato de Morena para que les sea más fácil aplicarle el algoritmo, como lo hicieron en el estado de México, cuando “ganó” Alfredo III sobre la derrota de la maestra Delfina Gómez, real aventajada en el recuento de los votos. Pero ahí hubo un escandaloso derroche para lograr que no hubiera un cambio radical. Para que la votación no fuera masiva. Y en la compra de votos, participaron todos los miembros del gabinete de Peña. Cómo recuerdo al mismo Meade, repartiendo regalitos pinchurrientos a los pobres y miserables del estado para que no votaran por la maestra.
Eso va a ocurrir en las elecciones del primero de julio si los ciudadanos no salen a votar. Si los miembros de Morena, del PES y del PT no salen a cuidar casillas electorales. Recuerdo una anécdota que me contó mi hermano cuando vivía. Era candidato a diputado. El día de la elección fue, acompañado de su esposa y uno de sus hijos, a votar a la casilla que le correspondía. Votaron y volvieron a casa a sus actividades domingueras. A las seis de la tarde, mi hermano estaba ya en la casilla para ver el informe de los resultados de la votación. Y en el reporte pegado en la pared sólo había votos para el PRI. Ningún voto para él. Entonces, le dijo al presidente de la casilla: “Oiga; por lo menos mi voto tendría que haber sido anotado. No respondo por el de mi esposa y el de mi hijo”. Entonces todavía practicaban un “algoritmo” burdo. Ahora es sofisticado. Si la votación es masiva, no funcionará la compra de votos, ni la siembra de miedo, ni la alteración de actas. El algoritmo enloquecería.
Jalife, Muñoz Ledo, y otros demócratas lo ha advertido. Sólo con el voto masivo puede neutralizarse el algoritmo, que consuetudinariamente le da el triunfo al PRI, aunque no tenga mayoría. Si la votación es abundante, aunque los votos sean por quien sean, la aplicación enloquece. Y el algoritmo no funciona. De otra suerte, los mexicanos, aunque digan que quieren ser libres, nunca lo serán, ya que en el fondo no quieren serlo, porque la libertad implica responsabilidad.