Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
El golpe de la naturaleza fue como siempre: impredecible y devastador. La experiencia de haber vivido otros terremotos sólo magnifica el temor del siguiente. No hay sorpresa, cuando el sismo comienza a tomar fuerza, en los ánimos internos se teme más porque uno recuerda de inmediato las imágenes, los datos, las muertes y desastres de los anteriores.
El de ayer estuvo muy cerca del de la noche del jueves 7 que arrasó a Juchitán, Oaxaca y causó graves daños en otras poblaciones. Pero sobre todo estuvo precedido por las imágenes e informaciones que aparecieron en los medios sobre el de hace 32 años. Terribles.
Para el colmo por toda la ciudad se realizaron simulacros que agudizaron ese ambiente de tensión y miedo ante los terremotos.
Ocurrido el sismo, ya a salvo y a mitad de Paseo de la Reforma, casi en el cruce con Insurgentes, no dejó de sorprenderme cómo los ciudadanos asumieron el control de la situación. No es que no hubiera policías por ahí, sino que en forma natural fueron las personas quienes comenzaron a dar recomendaciones, a dirigir a las masas, a orientarlas, a alejarlas de cables y a advertir que nadie debería encender un cigarro o tener cuidado con el uso de celulares porque había fugas de gas.
Pronto comenzaron a llegar informes de un edificio colapsado por allá, de otro que sufrió roturas de ventanas, de aluno más al que se le desprendieron losetas o que presentaba tales daños que era mejor no acercarse.
Los ciudadanos en pleno control de la situación.
Del Senado de donde habíamos salido luego del terremoto, comenzaron a desfilar algunos senadores y sus auxiliares, pero un tanto ajenos a las indicaciones que daban los ciudadanos que habían tomado el control de las calles.
Nada de quitarse los sacos y subirse las mangas de la camisa para dar alguna muestra de solidaridad con esa sociedad sacudida por el temor.
Menos de ayudar a dirigir el tránsito o a dar indicaciones sobre como caminar bajo la banqueta.
Los políticos fueron simplemente desplazados por los ciudadanos.
El terremoto de 7 grados de ayer mostró claramente que hay momentos en que la sociedad no necesita ni del gobierno ni de sus funcionarios.
Pronto se sabría por los noticieros de radio y TV que el presidente Enrique Peña Nieto, acompañado por varios de sus secretarios, regresó a la ciudad de México casi al llegar a Oaxaca, para luego de aterrizar en la base militar de San Lucía en Hidalgo, sobrevolar en helicóptero de la ciudad de México.
A diferencia de los días anteriores en que se vieron imágenes de él y su esposa conviviendo con los afectados de Juchitán por el terremoto anterior, ahora sólo se conformó con ver el colapso de la capital desde el aire.
No fue el único que evadió bajar y hacerse presente en donde cientos de ciudadanos rescataban a personas bajo los escombros de los edificios que se vinieron abajo en la Roma, o en la del Valle.
Tampoco Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México lo hizo.
No lo hicieron tampoco los delegados o los diputados o senadores.
En ese desastre sólo había militares, policías y pueblo. Escarbando, pasando de mano en mano las piedras, las varillas, los trozos de concreto a fin de poder llegar hasta los atrapados.
GOBIERNO PARALIZADO
Así, mientras los ciudadanos, ejército, marina y policías se volcaban en el rescate de afectados, las dependencias anunciaban el paro de sus actividades.
En el Senado y la Cámara de Diputados ordenaron el abandono de sus instalaciones en vías de una revisión a fondo de sus edificios.
El Senado prácticamente había parado ante el simulacro y cuando ocurrió ayer el terremoto, no había casi nadie. Debido al simulacro se había suspendido la sesión ordinaria. Por ello los legisladores se salvaron de vivir el sismo de ayer.
No ocurrió así en la Cámara de Diputados, donde ayer hubo sesión en la que se alcanzó a guardar un minuto de silencio por la joven Mara Fernanda Castilla y comenzar a debatir alguna parte del quinto informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
Una vez ocurrido el terremoto, el presidente de los diputados, el priísta Jorge Carlos Ramírez Marín informó que se acordó el desalojo del recinto debido a que el gran candil localizado al centro del salón de plenos, se “desalineo” o presenta un gran riesgo para los diputados.
Este candil contiene grandes y pesadas láminas de vidrio que, de caer, podrían provocar la muerte de quien pudiera ser alcanzado por ellas.
Independientemente de este riesgo, dijo el legislador, habrá que revisar cada uno de los edificios que componen la sede legislativa de San Lázaro lo cual llevará prácticamente los días siguientes.
Es así que las consecuencias del sismo se han apoderado de la vida entera de México y desplazado a toda la actividad pública y política del país.
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