Desde que son naciones, a lo largo de su historia México y Estados Unidos han tenido una relación muy conflictiva llena de episodios bochornosos e intervenciones constantes, injerencias en lo político y presiones en lo económico.
Con el Nafta-Tlcan sucedió en 1994 la entrada en vigor de un acuerdo inequitativo en el que además quedó inmiscuido Canadá aunque en realidad se formó un mal matrimonio entre México y Estados Unidos.
Como todo lo que mal empieza mal podría acabar 22 años después porque el eslabón más débil del acuerdo aceptó todas las cláusulas americanas y ahora los vientos amenazantes en las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos podrían dejar como consecuencia que «al amigo» al partner del tratado se le construya un muro en su frontera.
Pero nadie es más culpable que México mismo por haberse ilusionado y fundamentalmente por no haber puesto, en el momento de las negociaciones, todos los puntos sobre las íes.
Los republicanos quieren un muro de contención y echar rápidamente, casi expulsiones en caliente, a todos los inmigrantes en situación ilegal que son millones no miles. La efervescencia de Donald Trump va levantando burbujas y eso que todavía no gobierna.
Mientras un sector estadounidense vela por su seguridad interna, México hasta el momento sigue sin hacer lo propio; ellos están dispuestos a vallarse y nosotros en cambio les seguimos permitiendo que entren al país cuando quieran y sin visado.
Seguimos aguardando que suceda un milagro que a alguien se le ocurra cerrar las fronteras al norte y sur del país, impulsar un visado generalizado del que nadie esté exento por razones de controlar el tráfico de armas, de drogas, de personas; cortarle el negocio a los coyoteros y que el país deje de ser reducto de delincuentes.
Me pregunto, ¿qué está haciendo hasta el momento México en materia exterior para anticiparse al regreso de los republicanos en la Casa Blanca? ¿Ha hablado el presidente Enrique Peña Nieto con Trump, buscado un acercamiento con él? ¿Tiene el país un plan B en política exterior en las relaciones bilaterales con Estados Unidos en caso de que Trump sea presidente?
A COLACIÓN
Jeffrey Davidow escribió “El oso y el puercoespín” para desdibujar la relación de Estados Unidos y México, por supuesto a nosotros nos toca ser el puercoespín “de todo nos erizamos”.
Alan Riding narró en “Vecinos distantes” cómo en lugar de encontrar puntos de comunión que unan a ambos países tradicionalmente recalamos en la discordia para buscar una mayor separación.
Octavio Paz dejó entrever en “El laberinto de la soledad” una especie de autoflagelo en México derivado de su propia idiosincracia que no le permite levantar cabeza sin culpabilizar a alguien (España o Estados Unidos).
El quid es que mientras nuestra economía depende con mayor intensidad del ciclo estadounidense, nuestras relaciones políticas y humanas van enfriándose.
Dicen que México únicamente sabe reprochar y no proponer, Estados Unidos lo hace tomando el garrote en la mano, ¿cómo lograr que ambos construyan un marco de respeto, concordia e igualdad de condiciones?
Lo vemos en el renglón de lo económico cuando se les ocurrió vetar las exportaciones de camarón mexicano argumentando la muerte de delfines y tortugas; o lo que igualmente le hicieron al aguacate.
Cuando quieren recurrir a sus tácticas proteccionistas a favor de lo local no hay acuerdo en el papel que valga, ni socio, ni compinche; y eso es justamente lo que el gobierno mexicano debe evitar porque no se puede ser un socio de tercera en un acuerdo de primera. E insisto, con Trump de obtener la victoria, se nos va a caer el tinglado.