Por la Espiral
CLAUDIA LUNA PALENCIA
La Sociedad de la Información está creando submundos paralelos vorazmente hábiles en la medida que van emergiendo nuevos canales de comunicación en las redes sociales bien sean masivos o para contactos directos, instantáneos y simultáneos.
Lo que podría ser un espacio de ventajas y grandes facilidades en la llamada Red universal también es una fosa abisal para permitir la proliferación de todo tipo de actividades oscuras, ilegales, ilícitas, temerarias, subversivas, criminales y por supuesto muchas de éstas relacionadas con el manejo de la información así como de las fuentes informativas.
En pleno siglo XXI estamos muy lejos ya de las persecuciones en contra del conocimiento como las que marcaron a la Edad Media, en la que conocer y saber eran una forma inexpugnable de poseer la verdad y hubo gente (y mucha) que murió por ello por atreverse a indagar, buscar respuestas, elaborar hipótesis y refutar o bien construir teorías.
De cara al 2020 alcanzar el conocimiento no es un fin en sí mismo de la Humanidad de hoy en día ensimismada cotidianamente en un bombardeo incesante, masivo y hasta chapucero de todo tipo de contenidos muchos falsamente catalogados de información.
Si en la Ilustración había que sublimar el conocimiento, elevarlo a la categoría de arma poderosa del saber, y el ser humano se atrevió a cuestionar y encontrar razonamientos lógicos y científicos para responder a cada por qué… en la actualidad el gran peligro al alcance de todos se llama desinformación, esta avalancha maniquea amenaza al conocimiento y en muchas formas a nuestra interacción cotidiana.
Curiosamente cada vez nos vamos empapando más de fake news y en los editoriales de los periódicos la posverdad es la nueva palabra de moda infaltable para remarcar el signo de los tiempos.
La sociedad está sumida en esa vorágine de términos malditos actuando como marioneta al unísono de los acontecimientos y las circunstancias en las que las mentiras y su incesante repetición pretenden crear su propio relato de posverdades.
Estas dos van muy unidas una de la mano de la otra, de hecho, ambas han sido reconocidas como palabra del año por el Diccionario Oxford sucedió en 2016 con Posverdad (definida como mentira emotiva, este neologismo describe la distorsión deliberada de una realidad para impactar en la opinión pública en inglés es post-truth) y en 2017 aconteció con Fake News (noticias falsas consideradas un tipo de periodismo amarillista o bien propaganda embustera con la intención sistemática de desinformar).
Diversos líderes políticos han puesto ya el grito en el cielo primordialmente por las fake news como instrumento desestabilizador, una nueva arma masiva de polarización cuyo contenido distorsionador y envenenado está siendo utilizada en las campañas electorales así como en la dispersión de propaganda adulterada en contra de determinados gobernantes.
En la campaña para la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump como candidato republicano no cesó en afirmar que día tras día la prensa le inventaba algo; eran fake news según sus palabras pero lo hacía para atacar a la prensa de toda la vida de Estados Unidos y muchos con un enorme prestigio a cuestas en temas como el periodismo de investigación.
Si al día siguiente, alguna noticia caía de la gracia de Trump, entonces la tachaba de fake news creando así una enorme confusión entre la gente muchos de ellos potenciales votantes con la moral minada hacia la prensa estadounidense.
La campaña todavía en vigor del que ya es presidente de Estados Unidos contra la prensa de su propio país es malévola por cuanto él intenta convencer a la ciudadanía de que buena parte de los periódicos y de las cadenas de televisión con sus noticieros difunden bulos y noticias falsas en contra del inquilino de la Casa Blanca. Lo que él hace es decir: “O están conmigo o están en contra de mí”. Los primeros (en su mentalidad infantil) sí hacen periodismo, los segundos nada más fake news.
Trump lo que fustiga es la libertad de expresión si no puede controlar (y
manipular) a los grandes periódicos ni a las más importantes cadenas de noticias entonces ejerce acciones en contra de la libertad de expresión negándoles el acceso a sus ruedas de prensa.
A COLACIÓN
Una fake news no es una simple nota amarillista en un cotidiano o semanario que vive precisamente de esto porque llega a un púbico no cautivo, la fake news se dispera por la Red en cuestión de segundos por Twitter, Whatsapp, Facebook, Yahoo y Google. Ni siquiera tiene que pasar por la redacción ni un comité editorial ni mucho menos llevar la firma de un medio de comunicación.
El bulo puede ser fabricado por cualquier persona generalmente con la intención de provocar un daño social, colectivo, penetrar en la psique del que lo lee… simplemente manipularle obteniendo con ello un fin en sí mismo.
En la Unión Europea (UE) llevan varios meses estudiando qué hacer para atajar y controlar la influencia de las fake news evitar su propagación en espiral, el presidente francés Emmanuel Macron es el más decidido en proponer una ley en su país para obligar a las redes sociales a ser responsables por los contenidos y también por las plataformas desde las cuales las mentiras salen disparadas a mansalva.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
@claudialunapale