Descentralizar la política
El Paso del Chapulín
*Sergio Ricardo Hernández Mancilla
Twitter: @SergioRicardoHM
Las elecciones del pasado 18 de octubre dejaron lecciones muy valiosas para las principales fuerzas políticas del país.
La primera, que aplica para todos los partidos, es que el mejor camino de competencia para las elecciones del 2021 es descentralizar la política. No significa que ignoremos la coyuntura y los problemas nacionales, por supuesto, pero sí que en lo electoral, los partidos deben concentrarse en el territorio y en atender los problemas de abajo hacia arriba, cosa que parece contraintuitiva cuando llevamos casi dos años orbitando al presidente como si fuera la única forma de hacer política.
Las elecciones del 2021 no se van a ganar desde el centro ni apuntando todas las balas a palacio nacional.
Además, los tres partidos más fuertes actualmente reciben varias lecciones y mensajes importantes de la jornada del pasado domingo.
Para el PRI, lo evidente: el carro completo que se llevó en Coahuila le dará al gobernador Riquelme la oportunidad de tener una segunda mitad de sexenio tranquila, y en Hidalgo, pese a los pronósticos pesimistas, recuperaron la capital del estado y ganaron varios municipios importantes. Por supuesto, el mensaje es positivo para Alejando Moreno y el CEN que celebran su primera batalla mostrando músculo.
Pero más allá del festejo de los de arriba, el mensaje es trascendente para la militancia que está en la tierra y quedó lastimada después de la derrota del 2018 y la reputación que le heredó el gobierno de Peña Nieto; la militancia que conocemos como estructura y que no tuvo que ver con los escándalos del gabinete anterior; a la que no le salpicaron los negocios; la que gana elecciones y no puede retirarse después de un sexenio jugoso; la que no se fue a Morena y no le quedó de otra más que esconderse entre las piedras, apenada, consciente de que cualquier cosa que diga sería usado en su contra y temerosa de externar su militancia.
El mensaje es positivo para ellos porque a pesar de que las elecciones locales de dos estados representan poco o nada en las otras 30 entidades, el triunfo simbólico les permite volver a dar la cara, volver a sentir esa capacidad de triunfo que fue aplastada en el 2018 y, sobretodo, volver a tener algo bueno que decir de su partido; son códigos priístas importantísimos para la militancia que ahora les da un recarga de batería para las elecciones del próximo año. Es un banderazo de salida para volver a reagruparse y alistarse para la batalla.
Para el PAN, a simple vista pareciera que el mensaje es malo por haber perdido territorios importantes en donde había sido históricamente competitivo.
Sin embargo, similar a lo que le pasa al PRI, la lección no solo debe centrarse en lo que representan dos elecciones locales, sino en el mensaje más importante de la jornada: sí es posible ganarle a Morena.
El PAN tiene cuadros, liderazgos y estructuras sólidas en todo el país. Son muy pocos los lugares en los que el PAN no compite y muchos los distritos y municipios donde tiene todas las condiciones para mantener o recuperar posiciones importantes. Derrumbado el mito de que no hay que hacer nada contra Morena, los recursos no tardarán en llegar al PAN en los diferentes estados, sus aliados recurrentes empezarán a reorganizarse, se van a solidificar varias alianzas legales o de facto y el electorado antimorenista empezará a inclinarse hacia muchos de sus precandidatos y precadidatas con la idea de ejercer un voto útil contra el oficialismo. Dicho de cierto modo: la derrota del domingo debe ser asumida por los operadores locales, pero el CEN, los comités estatales y el resto de la militancia debe leer el mensaje como una tremenda oportunidad: hay condiciones para competir y ganar.
En Morena, los defensores de oficio no tardaron en empezar a justificar la derrota señalando a los cacicazgos priístas, la operación estatal e, incluso, hay quienes festejaron que se convirtieron en segunda fuerza política en dichos territorios.
Lo peor que puede hacer Morena, desde la dirigencia nacional y hasta el último de los militantes, es caer en la autocomplacencia y en repartir culpas a todos menos a ellos. Es la primera elección en la que AMLO no hizo campaña junto a sus candidatos y los resultados fueron desastrosos.
Al partido oficialista el mensaje le llegó muy a tiempo y en dos elecciones locales que nunca fueron una prioridad; ahora necesitan empezar a construir un partido de verdad si quieren mantener su fuerza el próximo año.
El mensaje para Morena es muy claro: tienen que aprender a competir y a construir desde abajo y sin López Obrador llevándolos de la mano; para mantener la mayoría en la Cámara de Diputados y conquistar nuevos territorios no basta hacer campaña desde la mañanera.
Quizá lo que necesitaba Morena era la cachetada de realidad que recibieron el domingo pasado: tienen que enfocarse menos en complacer al presidente y más en fortalecer los lazos directos con sus militantes y estructuras, hacer menos grilla en el comité nacional y más operación en los comités estatales y municipales, postular candidatos competitivos y no compromisos zalameros.
Morena tiene todo para convertirse en un partido de verdad, pero estaban cómodamente relajados en el yugo de la voz del presidente.
Parece que hasta arriba entendieron el mensaje, ahora falta que inicien la operación hacia abajo.
Hay mucha gente que sigue teniendo altísimas esperanzas en el proyecto obradorista; sería un terrible desperdicio que dejaran pasar la oportunidad por un acto de soberbia.
El paso del chapulín
Anda fuerte el rumor de que el secretario de asuntos misceláneos, Marcelo Ebrard, tomará la batuta de la SSP ante la inminente renuncia de Durazo.
¿Será que el presidente le está poniendo un reto para ganarse la candidatura del 2024, lo está bajando de forma anticipada o de plano cree en sus súperpoderes para lograr lo que los últimos no han podido?
(*) Politólogo y consultor político. Socio de El Instituto, Comunicación Estratégica. Desde hace 10 años ha asesorado a gobiernos, partidos y candidatos en américa latina.