Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
El 15 de septiembre, pero ocho años atrás, el mundo financiero contemplaba azorado la caída del gigante Lehman Brothers parecía de ciencia ficción mientras los brokers se jalaban de los pelos viendo desplomarse las bolsas y el dinero más volátil se esfumaba.
Que el gran banco de inversiones colapsara con su historial y la raigambre entretejida en más de un siglo de operaciones (se fundó en 1850) era prácticamente increíble, tanto como el desplome de las Torres Gemelas ante nuestros congelados ojos, testigos mediáticos de la hecatombe.
Así de significativo fue y es –porque lo sigue siendo- la institución financiera gozaba de un prestigio mundial, desde su fundación había soportado sendos vendavales como una guerra civil, el crack de 1929, el asesinato del presidente Kennedy y la crisis de la década de los ochenta. Había prácticamente aprendido a navegar en aguas caudalosas con rayos y centellas en el cielo.
Pero no aguantó los dardos envenenados de las subprime, la crisis de las hipotecas en Estados Unidos desató un tsunami financiero global no nada más arrastró a la nación americana a una crisis económica lo hizo también afectando a las economías desarrolladas e industrializadas de Europa.
Y de esa oscuridad han pasado ocho años. Lehman Brothers no existe más, queda en los anaqueles para ser analizada por los estudiantes de economía, finanzas y por los de periodismo debido a lo apasionante del tema.
Se hicieron varias películas para relatar la tragedia (Margin Call, Too Big to Fail e Inside Job) para recordarle al mundo que no existen los infalibles que si al Titanic lo partió un iceberg y a las Torres Gemelas las derribaron dos aviones, a un megabanco de inversión lo derruyeron los impagos… la morosidad creciente.
Un total de 613 mil millones de dólares lo ahogaron en deudas, un quebranto ipso facto, un día amaneció sin liquidez y al otro era totalmente insolvente. Es la mayor quiebra en la historia de los mercados financieros.
Era de esperarse que con la interrelación de la pequeña gran aldea global el tsunami financiero fuera imparable. Si el crack de 1929 gestó sus propios devastadores efectos a tal grado que para muchos es el parteaguas que inoculó el embrión para la Segunda Guerra Mundial, la caída de Lehman Brothers marca un nuevo cisma mucho mayor que el de 1929 con efectos que seguimos arrastrando hasta nuestros días.
La larga recesión en Estados Unidos prácticamente marcó todo el gobierno del presidente Barack Obama –sus dos mandatos- y a lo largo de estos años aciagos y amargos hemos visto lo no visto en la política monetaria: tasas de interés cero y hasta negativas para tratar de incentivar a la desfallecida economía, resucitarla mediante el consumo y abaratando el crédito.
A COLACIÓN
A lo largo de estos años, los bancos centrales como la FED y el BCE, han jugado con las tasas de interés hasta congelarlas en mínimos históricos combinadas con otras fórmulas para inyectar de liquidez al sistema y comprar deuda para tratar de desahogar un poco a las economías colapsadas.
Asimismo el Fondo Monetario Internacional (FMI) a partir de tan terrible experiencia ha rediseñado un compendio de los bancos que, a nivel mundial, son demasiado grandes para dejarlos caer porque ostentan el nivel de sistémicos; es decir, capaces de arrastrar consigo hacia al abismo al sistema financiero y económico mundial.
La intención del FMI es mirarlos con lupa, obligarlos a tener mejores regulaciones prudenciales, a resguardar sus pasivos con mayores reservas; la idea es evitar que bajo cualquier circunstancia vuelva a repetirse otro Lehman Brothers.
Y es que la realidad actual desdibuja todavía la imposibilidad de amacizar la recuperación económica tanto en Estados Unidos como en la (des)Unión Europea que no termina de ponerse de acuerdo.
La opinión pública europea culpa a la Comisión Europea del impacto de los ajustes en la calidad de vida de la población y de que pese a todo, el desempleo y los bajos salarios, siguen siendo los dos grandes pendientes por resolver.
Mientras tanto en Estados Unidos las ideas populistas del candidato Donald Trump encuentran su caldo de cultivo precisamente en la gente más irritada por los efectos de las subprime; y tampoco Europa se libra de populismos y del auge de los partidos de extrema derecha e izquierda. Así estamos después del batacazo…