CIUDAD DE MÉXICO, 28 de marzo, JUAN R. HERNÁNDEZ / MENSAJE POLÍTICO. En México tres por ciento de las personas expuestas a fenómenos naturales como terremotos, inundaciones o huracanes, o situaciones de peligro, desarrollan estrés postraumático, además de padecimientos físicos como infarto agudo al miocardio o descompensaciones metabólicas, indicó Salin Pascual, académico de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Se trata de un trastorno que detona el temor luego de ocurrido un evento que representa algún riesgo, y quien lo padece tiene pesadillas, sueño fragmentado o falta del mismo, lo que deriva en fatiga y ansiedad.
El estrés postraumático es una alteración médico-psiquiátrica que no se resuelve por sí sola, se trata con terapia y, en algunos casos, con fármacos. Deriva de una vulnerabilidad en los receptores de cortisol en ciertas zonas del cerebro, y aunque es provocado por eventos que implican pérdidas humanas o materiales, hay personas más proclives a desarrollarlo por factores genéticos (hereditarios), de crianza o educación.
Su prevalencia varía y va en función de las situaciones que lo desencadenan, del tiempo de exposición y de la vulnerabilidad del individuo, explicó el especialista.
Si se detecta desde los primeros síntomas y se atiende a tiempo no se pasa a la fase crónica, que es severa y en la que se requiere de medicamentos para la recuperación, que suele ser larga. “El problema es que mucha gente no busca ayuda ni en la fase crónica, porque no saben con quién asistir o tienen miedo del psiquiatra”, subrayó.
¿Cómo se siente?
Cuando una persona tiene estrés postraumático se siente en un estado de vigilia continua, tiene recuerdos automáticos del evento que lo detonó, como escuchar una alarma sísmica sin que ésta se active, o sentir que el suelo se mueve. Hay fatiga, cuesta trabajo dormir, y los sueños evocan el suceso. Tienen sensación de aislamiento y vacío, incluso a pesar de estar rodeado de gente, explicó el universitario.
Quien sufrió un accidente automovilístico, ejemplificó, sufre de ansiedad cuando escucha el rechinar de llantas; o una mujer que fue violada revive la experiencia cada vez que se le acerca un desconocido. Además, se evitan lugares y cosas que evocan el acontecimiento.
“Los humanos hemos desarrollado sistemas que nos alertan sobre ciertas situaciones; el miedo y la ansiedad son esas señales de alarma, pero en el caso de estrés postraumático el suceso se revive con ansiedad extrema, similar en intensidad a la descrita en los ataque de pánico”, resaltó.
Finalmente, Salin Pascual dijo que “en la UNAM tenemos un programa de ansiedad social, en donde detectamos a las personas con incapacidad para hablar en público, presentar exposiciones en clase, preguntar dudas a maestros, ir a eventos sociales solos, hablar por teléfono para solicitar datos o entablar una relación de pareja, y les brindamos tratamiento para que su cerebro pueda exponerse a los demás”.