“Como ya he dicho, cuando me propongo una meta me comprometo al cien por cien. Y eso tiene su parte positiva y su parte negativa. En este caso destacaron los aspectos negativos. De repente pasaba todo mi tiempo libre corriendo. Y tampoco lo hacía con inteligencia. No tenía ningún programa de entrenamiento estructurado, ninguna rutina. Nada de ir aumentando el ritmo durante dos semanas, luego ir disminuyendo y descansar un día. Nada de intervalos. Al contrario, yo me limité a poner toda la carne en el asador. Cuando no estaba trabajando o durmiendo, estaba corriendo. Y eso solo puede conducir a una cosa: lesiones.
Tras seis semanas pateando carreteras y caminos, mis piernas —en especial mi síndrome de la cintilla iliotibial— empezaron a doler. Al principio pensé que quizá tuviera que ver con los tenis que llevaba, y que tal vez necesitara plantillas o algo así. Pedí cita con la especialista en ortopedia Jen Rorrison quien, sabiendo la carrera que tenía en mente, y como es una mujer inteligente, me recomendó que fuera a ver al entrenador de corredores Ian Waddell. Ian y yo conectamos enseguida. Parecía abierto a distintos enfoques y no era de los que imponen su forma de hacer las cosas, lo que no hubiera encajado conmigo.
Al recordar ahora nuestra primera conversación reconozco que fue un poco divertida:
—Ian: ¿Cuántos kilómetros dices que vas a correr?
—Yo: 250 kilómetros. Pero están divididos en siete días.
—Ian: ¿Y cuál es la distancia más larga que has corrido hasta ahora?
—Yo: 42,2 kilómetros por carretera. Y por montaña, treinta y cinco kilómetros.
—Ian: Ryan, creo que deberías replanteártelo. La carrera es dentro de tres meses y no tienes un programa de entrenamiento de verdad. Y estás lesionado. Relájate un poco. Es mejor que te apuntes a alguna carrera que se celebre más adelante. Necesitas recuperarte, ponerte fuerte y empezar a entrenar como es debido.
Tenía razón. Por suerte, los organizadores de la 4 Deserts me permitieron cambiar mi inscripción para la siguiente carrera del calendario —la Gobi March—, que se celebraría en junio de 2008.
Eso me dio tres meses más para recuperarme y programar un buen entrenamiento mejor dirigido. Era evidente que iba a tener que esforzarme en serio. Para empezar, la inscripción para la carrera costaba 3.200 dólares y eso suponía un compromiso económico importante para alguien que solo llevaba un año trabajando.”
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