Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· México es amigo de EU, no propagandista de Trump
· Además, la “amistad” del estadounidense es tóxica
En el primer año de los estudios de periodismo, muchos aprendimos el principio mcluhiano en torno a la esencia y existencia del medio. El medio es el mensaje. Y todo lo que sea medio de comunicación – la palabra, el gesto, la mirada etc – es el mensaje que se quiere enviar al receptor.
En el caso de los efectos de la proyectada visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Donald Trump, cuya amistad es tóxica para cualquier demócrata y ser humano que se aprecie de justo, ya estoy escuchando palabras que pongo en la boca del maestro Marshall McLuhan:
El presidente mexicano, en el momento de estrechar la mano de Trump en el jardín de la Casa Blanca, lugar donde los presidentes reciben a los jefes de estado y de gobierno que los visitan, es el mensaje que Palacio Nacional lleva.
En momentos en que Trump pone todos sus esfuerzos y pingües recursos para ganar y recuperar simpatizantes perdidos por sus propios errores en la pandemia y su racismo, clasismo y exclusivismo, y pretende ser reelecto por otros cuatro años, la visita del mexicano se ve, acá y allá, como un importante apoyo político electoral; el presidente López Obrador se constituye en propagandista republicano para mantener el status republicano en la Casa Blanca.
Es propaganda para que el neoyorquino se posicione entre los aproximadamente 30.000,000 de mexicanos o de origen mexicano, que viven en territorio de Estados Unidos, muchos de los cuales son ciudadanos y tienen derecho de votar en las elecciones del 3 de noviembre venidero.
El presidente debe tener presente que Trump ganó su primera elección con el 50 por ciento de los votos de los latinos. Las mujeres constituyen el 51% del electorado, los latinos, el 17%, los asiáticos, el 8%. Los afroamericanos se mantienen, como en las tres últimas elecciones, en el 13%. Quien consiga el voto latino, tendrá mucho ganado y Trump logró el 50% del voto hispano en 2016.
La visita, la presencia de López Obrador, el agradecimiento por el apoyo de Trump a la política petrolera, el mismo arranque del T-MEC, son el mensaje, la visita, entonces, es política y electoral; es hacer campaña por un republicano frente a Joe Biden, el candidato demócrata.
Tiene suerte el mandatario estadounidense. Cuando compitió con Hillary Clinton, lo apoyó Enrique Peña, quien lo recibió con honores de jefe de estado. Ahora, lo va a visitar el presidente de la trasformación.
En una entrega de la semana pasada, advertimos que la visita a Washington no es oportuna, porque el Salón Oval está ahora en litigio electoral. La permanencia de Trump en ella está, como dicen en mi terruño, en veremos. Es un error político.
También lo advirtió el embajador Sepúlveda Amor, cuya cordura no está en entredicho. Pero López Obrador rechaza las advertencias. Argumenta que va obligado por la gratitud por el apoyo del presidente estadounidense en la OPEP, y por la puesta en vigencia del T-MEC, por cierto, un acuerdo, un tratado, asquerosamente neoliberal, corriente que AMLO dice rechazar.
Andrés Manuel no puede argumentar con la decisión de Trump, del año pasado, de no imponer aranceles a las importaciones mexicanas, porque tales medidas impositivas fueron una presión fuerte para que México actuara como un muro militarizado para detener las masivas caravanas, provenientes de Centroamérica con rumbo a territorio estadounidense. O sea que México actuó bajo presión de la Casa Blanca e impuso una política migratoria indecente, incluso muy cuestionada por uno de los mentores del tabasqueño, el diputado morenista Porfirio Muñoz Ledo.
El mandatario mexicano no está obligado a esa visita, a no ser que haya sido decidida por la Casa Blanca, lo que sería muy grave, pues lo mostraría totalmente subordinado a los intereses estadounidenses.
Cierto. México es el patio trasero de los Estados Unidos; es la zona industrial de las grandes empresas globalizadas y trasnacionales de capital estadounidense, que están acá porque la mano de obra de acá es regalada en comparación con lo que devengan los trabajadores blancos en las plantas industriales de la casa del patrón.
Pero México tiene que guardar la sana distancia con Estados Unidos, independientemente de que haya un significativo flujo comercial entre las grandes empresas de ambos países, que son hermanas siamesas porque las de acá son de capitales de allá.