Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
Ya la había liado parda en 1990 cuando participó en el debate “El siglo XX: la experiencia de la libertad” organizado por Enrique Krauze y Octavio Paz, de hecho su osadía en Televisa quedó para la memoria, sus palabras pasaron de ser huecas para convertirse en una frase para la posteridad: “México es la dictadura perfecta”.
Desde entonces le persigue el estigma, siempre que viaja al país azteca o conversa con algún grupo de mexicanos empresarios o intelectuales sale el tema a la palestra como si el escritor Mario Vargas Llosa tuviera un termómetro para definir los grados Celsius de una dictadura o bien las isobaras de una democracia.
El miércoles pasado en Madrid, en la Casa de América, a la que tanto ha frecuentado en los últimos meses (sobre todo desde que es pareja de Isabel Presyler) citó a la prensa para presentar su nuevo libro “La llamada de la tribu”, editorial Alfaguara, un texto de 320 páginas en los que su autor explica el cómo y el por qué dejó el socialismo-comunismo de su juventud para convertirse en un liberal en su madurez.
En la ronda de preguntas (30 minutos) saltó la primera relacionada con las próximas elecciones en México a lo que él respondió como suele ser, franco y tajante, y lo hizo sin mencionar a Andrés Manuel López Obrador. Vargas Llosa nunca dijo que “López Obrador era un suicidio para México” ni mucho menos que “votar por AMLO era un retroceso para México”. ¿Qué dijo?
El escritor hispanoperuano respondió primero que el liberalismo y la democracia son dos variables inseparables, dijo que América Latina no está exenta actualmente del espectro del populismo, Cuba y Venezuela, son dos ejemplos que no deberían repetirse.
“América Latina la de hoy si la comparamos con la del pasado está mucho mejor, no podemos compararla con un modelo ideal porque nos vamos a desmoralizar; hay un problema muy notable tenemos democracias corruptas e ineficaces y en muchos casos son democracias imperfectas”, acotó.
Ante las inminentes elecciones presidenciales en México, el próximo 1 de julio, el autor de “Pantaleón y sus visitadoras” acusó enfático que hay una posibilidad grande de que retroceda “la democracia actual hacia una democracia populista y demagógica”.
“¿Van a ser tan insensatos los mexicanos teniendo el ejemplo horrible de Venezuela, de votar por algo semejante? Mi esperanza es que haya un lucidez en México para ver hacia dónde conduce ese suicidio; los venezolanos tuvieron cinco veces la oportunidad de votar por la democracia y no por el populismo y a la sexta ya no hubo oportunidad se quedaron sin escapatoria”, puntualizó consternado.
Lo de Venezuela, añadió convencido, es una experiencia espantosa debería servir de ejemplo preventivo: “Yo espero que no ocurra en México hay cosas que andan mal en el país pero hay otras que andan bien”.
A COLACIÓN
El auditorio se fue calentando al calor de los temas que iban surgiendo a botepronto de las preguntas de la prensa, ráfagas de política internacional en las que el Nobel de Literatura no dudó ni tantito en participar: desde Cuba, Venezuela, México, Italia, la dramática situación de Cataluña, la locura del Brexit hasta el arribo de un outsider como Donald Trump a la Presidencia más poderosa del mundo.
La convocatoria literaria terminó como siempre que participa el escritor latinoamericano: convertida en un vertedero de sus posturas políticas fiel reflejo de la ideología político-filosófica liberal que profesa desde hace unas décadas.
De hecho en “La llamada de la tribu”, Vargas Llosa realiza una obcecada exaltación ideológica y política de Thatcher figura a la que considera una de las más relevantes en los últimos años, quizá minusvalorada cuando su actuación fue muy importante para rescatar a Gran Bretaña del abismo.
La portada del libro es una especie de cerebro surrealista interconectado doctrinalmente con el eje del pensamiento de siete destacadas personalidades de la economía, la filosofía, la investigación y la historia: Adam Smith, Karl Popper, Friedrich Von Hayek, Isaiah Berlin, Jean Francois Revel, Raymond Aron y José Ortega y Gasset.
La razón esencial del nuevo texto es un alegato del liberalismo contra una maraña de diatribas: “Defenderlo de las mentiras, de las calumnias, de las distorsiones, de las desfiguraciones que se hacen de él; tenemos que decir que es una doctrina visceralmente unida a la idea de la democracia, su forma más reformista es el liberalismo”.
En esa batalla dialéctica entre lo blanco y lo negro, entre el pensamiento y la doctrina liberal contra los populismos, los extremos y los nacionalismos radica ese impulso que hace que las sociedades contemporáneas –más o menos civilizadas- avancen o retrocedan; progresen o se estanquen.
“Los nacionalismos son un peligro, han causado miles de millones de víctimas, se trata de una ideología antidemocrática que implica pensar que pertenecer a una sociedad es convertirse en un valor en sí mismo; el nacionalismo es el regreso a la tribu de la que habló Popper”, argumentó Vargas Llosa.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
@claudialunapale