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FRANCISCO RODRÍGUEZ
La primera vez que el panismo fue desfondado, los doctrinarios se dejaron rebasar por una pandilla de miserables oriundos del Bajío, formados en la mercadotecnia de la Coca Cola Company. Los blanquiazules fueron avasallados por las bravatas incendiarias de déspotas ignorantes encabezados por Vicente Fox.
En la puja interna por la nominación presidencial los panistas tradicionales no pudieron meter ni las manos. A las primeras de cambio fueron aplastados por una marabunta de loros desquiciados que con ambición insólita de poder prometían el oro y el moro, la invención de la democracia y el cambio así, sin sentido ni dirección.
Los blanquiazules pagaron muy caro el precio de postular a Fox, un empleado menor de una empresa transnacional con antecedentes criminales en León, Guanajuato que fueron suficientemente expuestos ante la opinión pública, pero que ante la embrutecedora publicidad del abajeño, fueron sobreseídos por los catatónicos panistas. Les prometió llevarlos a la cima.
Al llegar a Los Pinos, el club selecto de Los amigos de Fox, abundantemente financiados con dinero sucio, se aislaron, empoderaron a Marta Sahagún, una arribista de tomo y lomo que hizo cera y pabilo de la ética proverbial de los conservadores panistas e instauró un reino de corrupción, pasando por encima de su infeliz y deprimida pareja presidencial.
Desaparecieron físicamente al Bigotón González, aquél que les había enseñado a hacer de la mercadotecnia la mejor pantalla del abuso. Desplazaron a todos los ideólogos de la derecha ilustrada, establecieron un reino de mequetrefes que cotidianamente rebasaban los estándares de su propia imbecilidad. México sufrió muchas vergüenzas internacionales por la intrépida estulticia de los oportunistas vendedores de refresco.
Zedillo, traicionó. Woldeneberg, secundó. Labastida, muy menor
La campaña de los priístas, encabezados por Emilio Gamboa Patrón, fue punto menos que nula. En el fondo se fraguaba una traición partidista diseñada por Ernesto Zedillo, ujier de la dinastía Clinton, que había sido impuesto para ceder los trastos a una transición democrática que no fue ni una ni otra.
José Woldenberg, el que ahora se ostenta como el primer demócrata de la comarca, fue sólo un personaje utilizado para dar la cara y cantar desde el IFE la derrota que ya le habían encomendado. El primero en reconocerla, con profunda satisfacción, fue el felón Zedillo. Woldenberg fue la réplica mortuoria, el camposantero elegido.
El breve Francisco Labastida quedó reducido al papel que, dijo en un debate, Fox le había asignado: “mariquita y mandilón”. Jamás pudo reponerse de esos epítetos, asestados por el lenguaraz del Bajío, experto en apodos y remoquetes, en ironías pueriles y en bromas públicas sangrientas. La maniobra fue apoyada por Gamboa Patrón, Ildefonso Guajardo y todos los traidores del priismo.
Displicentes, foxistas vieron el poder como un pastel para ellos solos
El mentado bono democrático de la elección, producto de la abrumadora mayoría de alucinados que votó por la esperanza foxista fue materialmente echado al caño. Con un tufo patrimonialista, los del Bajío llegaron a la residencia presidencial a instaurar sus modos y maneras, que implicaban desconocer cualquier vestigio anterior.
A falta de idea de México, de programa sensato de gobierno, de planeación democrática, vieron el poder como un pastel a su medida. No repararon en mientes para ejercerlo con absoluta displicencia, con total descaro, con ausencia de urbanidad y de refrenos. Llegaron a tomarse toda la Coca Cola y los antidepresivos que se les atravesaran.
Elevaron al rango de gurú administrativo e ideológico a un facilitador, impostor de siete suelas, mercachifle de quinto talón, un tal Ramón Muñoz, quien hizo de los fantasiosos programas y métodos de innovación diseñados para la empresa privada, una filosofía de gobierno electrónico, una serie de jaladas digitales que sólo existían en sus desahuciadas neuronas. Su principal ejecutor, Miguel Ángel Cornejo, un facilitador de libritos de autoayuda y de angustias ñoñas.
Ramón Muñoz: su Código de Ética fue el Manual de la Depredación
En ese sonsonete de modernización innovadora, los conceptos de Ramón Muñoz, sobre misión, función, objetivo, calidad total, fortalezas, oportunidades, debilidades, amenazas, alcanzaron la adoración de los incautos, desplazaron toda estructura de mando, entronizaron a los incapaces, exterminaron experiencia, sensibilidad y ejecución de lo urgente e importante.
El Código de Ética, más que la Constitución y sus leyes reglamentarias, era el nuevo norte de la depredación, el conjuro de la eficacia, el baluarte de todo principio. Fue una droga alucinante que envenenó al Estado, que arrasó con cualquier forma y contenido. Era un fin en sí mismo, aunque los improvisados panistas no supieran ni con qué se comía eso de la ética. Sólo recomendaban a sus víctimas aguantar vara.
Fox y Peña: ignorantes, estultos, rateros, igualmente incapaces
Del sexenio foxista no quedó una sola huella. Pero el daño que hizo la innovación con aspiraciones tecnocráticas ha sido irreparable. Todos los gobiernos que no saben qué hacer para resolver los graves asuntos sociales se refugian en los principios éticos para conseguir sus objetivos, siempre engañosos y pendencieros.
El peñato, en el fondo y en la forma un foxismo reloaded, asombrosamente parecido en sus fundamentos de ignorancia, estulticia, rapiña e incapacidad, ha visto cómo se derrumban sus fallidas reformas estructurales.
Zonas Económicas Exclusivas… Videgaray quería ser Presidente
No ha mucho, en la cima de su poder, Luis Videgaray se sacó de la manga una bravata imposible: hizo declarar a un líder empresarial reventado en la puja por la gubernatura oaxaqueña, Gerardo Gutiérrez Candiani, que el gobiernito contaba con ¡un billón de pesos! para echar a andar el programa de Zonas Económicas Exclusivas en el sureste mexicano.
Puro cuento. Era un pretexto para elaborar la engañifa ideal de la campaña presidencial de quien sólo quedó en “aprendiz de canciller”. Pero jamás supo lo que hizo. Un billón de pesos, la quinta parte del presupuesto nacional es imposible de juntar. El gobierno federal en conjunto, después de descontar los compromisos de deuda externa, salarios, pensiones, deudas fiscales, compromisos etiquetados y todo lo que se imagine…
… sólo cuenta anualmente con una bolsa de 50 mil millones de pesos para cualquier inversión propia. El narquillo más pobre cuenta con mayor cantidad de efectivo que el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, de ahí su absoluta indefensión contra los barones del narco, de ahí su complicidad con los socios ricos de la empresa.
El soborno petrolero de Odebrecht, para la bolsa de Peña Nieto
El proyecto de las Zonas Económicas Exclusivas estaba destinado a ser un placebo electoral, una distracción mendaz para ilusionar a los votantes, y después echarlo a la basura. El atrevimiento de Videgaray, igual que todas las ocurrencias foxistas, nunca pasó de ser otro proyecto fallido, como el de las reformas estructurales, también de su invención.
Pero eso sí, el otro recurso foxista para gobiernitos inanes, el del Código de Ética, sigue ahí, más vigente que verdadero. La prueba es que se utilizó para defenestrar a un fiscal electoral, Santiago Nieto, quien se atrevió a acusar al mentecato Lozoya Austin de presionarlo para que ya no declarara sobre que los dineros del soborno petrolero de Peña Nieto y Videgaray habían servido para financiar la campaña presidencial del palurdo de Atracomulco. Quisieron tapar el sol con el dedo.
Con todo y su Código de Ética, los mexicanos dijimos ¡ya basta!
Si el inventor del Código de Ética para uso del gobierno mexicano empeñó todos sus esfuerzos y maleta$ para intentar conservar el poder y los privilegios y fracasó en redondo, fue porque los mexicanos dijeron ya basta de engaños, corrupción e ignorancia.
Sólo la infinita imbecilidad del aparato público de los de Zacazonapan podía lograr el fracaso. Lo consiguieron. Peña, como Labastida –dijera Fox—“es un perfecto fracasado”.
Hizo todo: robó, engañó, no supo qué hacer ni cómo ni con quién y perdió el poder, cuando su misión era conservarlo para su partido.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En Oaxaca dicen que ya hay un primer beneficiario de las Zonas Económicas Exclusivas: su propio encargado, Gutiérrez Candiani. Hace unas semanas celebraba el gran negocio que había hecho con uno de sus compadres. ¿Compra de terrenos que serán utilizados para algún desarrollo? ¿Sólo un “bisne”? ¿Cuántos lleva? ¿Se mocha con Videgaray?
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