El PRI, parodia de sí mismo: Sale Ochoa y entra Juárez
*El Partido Revolucionario Institucional demuestra su incapacidad para cambiar y repite sus viejas formas, afirma académica
Ciudad de México a 04 de Mayo (MENSAJE POLÍTICO/CÍRCULO DIGITAL).- Una vez más, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) demuestra su incapacidad para cambiar, para salir de sí mismo, para hacer a un lado su verdadera naturaleza, historia y rituales, aunque aquello que fue se desmorone a cada paso.
En ocasión del cambio de dirigencia, de la salida de Enrique Ochoa Reza y la llegada de René Juárez Cisneros, el PRI se convierte en parodia de sí mismo, cuando las viejas formas se repiten en un contexto completamente diferente a aquél en que se conformara como partido hegemónico.
Antes del año 2000 era el partido de las grandes mayorías, de los candidatos triunfadores, de las campañas exitosas y espectaculares, de la disciplina partidaria, de los carros completos, de las plazas rebosantes de gente que vitoreaba en coro a sus fuertes presidentes, de los líderes a modo, del besamanos y, por qué no decirlo, de los cuadros preparados y de algunos extraordinarios políticos e ideólogos, quienes dieron al partido y a México lo mejor que tenían.
Antes, este partido casi único, no requería del apoyo de otros partidos, de las cúpulas empresariales, de los medios de comunicación o de otras instancias para ganar una elección. Contaba, a manos llenas, con todos los recursos del Estado y nadie, en su sano juicio, pensaba siquiera que el PRI pudiera perder una elección o que tuviera que cambiar de candidato a media elección o que decidiera abandonarlo para apoyar a un aspirante de otro instituto político.
Hoy las cosas han cambiado. El PRI ha dejado de ser el partido que alguna vez fue, pero, sobre todo, ha dejado de ser la única opción, más aún ha dejado de ser la opción preferente, como indicó la encuesta del periódico Reforma, publicado en julio de 2017, de acuerdo con la cual, ocho de cada 10 mexicanos y mexicanas quiere un cambio en materia de gobierno, en abierto rechazo al PRI.
Se podría establecer una relación entre el dato anterior y los resultados arrojados por el estudio realizado por Pew Research Center, en 38 países, y dado a conocer hacia finales del 2017. De acuerdo con este estudio, la población mexicana es la más insatisfecha con su democracia, pues el 93% de la población en el país expresó descontento con la conducción gubernamental de ésta. El dato resulta revelador toda vez que la media mundial de satisfacción con la democracia es de 46%.
En el estudio, de los 38 países considerados en la muestra, México presenta el porcentaje más bajo de satisfacción con la forma en que la democracia funciona, pues sólo 6% de las y los mexicanos la aprueba.
Igualmente, es pertinente recordar que Enrique Peña Nieto, ha tenido los niveles más bajos de aprobación desde 1994. En enero de 2017, el periódico Reforma publicó que el 86% de los encuestados desaprobaron la forma en la que estaba haciendo su trabajo, mientras que apenas el 12% aprobó la gestión del mandatario al frente del Estado.
Los datos anteriores explican que sean el PRI y Peña las dos ‘marcas’ que, como fardos, pesan sobre la espalda de su candidato a la Presidencia de México, José Antonio Meade Kuribreña, cuya campaña, a menos de dos meses de la elección, ‘no levanta’.
Ante este panorama, Peña ha decidido remplazar al presidente del PRI, quitando a un militante de escasa trayectoria y experiencia dentro del partido, Enrique Ochoa, para colocar a uno con una larga historia dentro del partido, René Juárez, quien se ha desempeñado en varios cargos de representación popular como: diputado federal, senador de la República, presidente municipal de Acapulco, gobernador del estado de Guerrero, además de haber ocupado diferentes puestos al interior del propio PRI, entre los que destacan el haber sido presidente estatal y delegado del partido en más de 10 estados del país. Como el secretario de Hacienda en Un mundo maravilloso, película de Luis Estrada, Peña ‘decidió volver a lo básico’ y solicitar los oficios de un experimentado operador político priista, con todo lo que eso supone en tiempos electorales.
En la toma de protesta del ahora presidente provisional del PRI, se hicieron evidentes las viejas formas. El estoicismo de Ochoa Reza quién, después de dar las buenas noches y sin perder nunca la sonrisa, comenzó rindiendo pleitesía al candidato de su partido diciendo “con el permiso de quién será el próximo presidente de la República”, encuestas aparte, para después hacer un breve recuento de los ‘logros’ de su partido y decir que ha sido el más alto honor haber servido al mismo. No desperdició Ochoa la oportunidad para afirmar, nuevamente, que el PRI es la opción ganadora y que Meade “es un hombre honesto, preparado, capaz y con la experiencia acreditada”, por eso, continuó “que se escuche fuerte, que se escuche claro”. Por supuesto, no faltaron los agradecimientos al “primer priista de México, al presidente patriota, el Lic. Enrique Peña Nieto”, al final de su intervención cedió la palabra a Juárez Cisneros, no antes de comentar su trayectoria como eminente priista.
Por su parte, René Juárez comenzó, igual que su antecesor en la presidencia del PRI y al uso del micrófono, saludando a “quien será el próximo presidente de la República (a ya saben quién), a Pepe Meade, a quien agradezco su confianza, su respaldo y su generosidad”. Ofreció ser un presidente del tricolor cercano a la militancia, recorrer todos los rincones del país para buscar a los militantes y simpatizantes “para construir la unidad fundamental que requiere el PRI ante la elección más competida en la historia partidaria”.
Continuó afirmando que “no hay duda alguna de que vengo de la entraña propia del PRI, del que me siento profundamente orgulloso (…) Desde aquí saludo a nuestro amigo, al presidente de la República (…) asumo esta responsabilidad con un enorme orgullo, porque dirigir a mi partido después de haber iniciado mi trabajo partidario desde el seccional (…) (estoy) convencido de que milito y habré de militar, hasta el último de mis días, en la mejor organización partidaria de México”.
Tanto Ochoa como Juárez se refirieron primero a Meade y luego a Peña, el segundo incluso agradeció su nombramiento al candidato de su partido y no al presidente de la República, siguiendo una vieja tradición del PRI, cuando una vez ‘destapado’ el elegido, todos se rendían ante quien sería el próximo presidente y se olvidaban del mandatario saliente. No faltó, entonces, el tan acostumbrado ‘besamanos’ priista, simbólico por supuesto, pues Quique y René se hubieran visto mal besando las manos de Pepe.
Volviendo al discurso, aprovechó René la ocasión para hacer un llamado a la unidad priista, ese desgastado valor que después de conocer mejores tiempos, se topa con la lectura oportunista de quien prefiere abandonar el barco antes de que se hunda, sea para irse más a la derecha o a la izquierda, no importa, lo prioritario es evitar que la nave los arrastre en su debacle.
Pero, la lucha se hace y la arenga quedó ahí: “Seré también, uno más, más allá del cargo, un militante más, que pueda llamar a la construcción de esta unidad fundamental que requiere nuestra organización partidaria, cuando estamos de frente al más grande desafío, a la elección más compleja que tenga memoria la historia partidaria. Para que nadie, absolutamente nadie se autoexcluya. Aquí todos somos necesarios, la convocatoria es con los brazos abiertos, con la disposición, con la humildad, de que solo juntos, en una unidad real, sin simulación, sin falsas poses, sino con el compromiso compartido entendamos que solamente juntos podemos construir la victoria electoral el primero de julio”.
Es así como, lo que antes se exigía ahora se solicita, se negocia, se implora. El discurso de Juárez Cisneros recuerda ‘los mejores’ tiempos del PRI en que la disciplina partidaria se imponía y la unidad se daba de facto y en los cuales los militantes se sentían ‘bendecidos’ cuando ‘el partido volteaba sus ojos hacia alguno de ellos’. Ahora, dicha mirada parece una maldición cuando hay que llevar a la espalda, junto con la postulación, el desprestigio del partido y el primer mandatario, y si no, sólo basta preguntarle a Meade.
Fue inevitable, al escuchar el bien armado, pronunciado y emotivo discurso de Juárez -el del PRI, no confundir con Don Benito-, recordar otra película de Luis Estrada, La ley de Herodes. Sobre todo, aquella parte en la que el Lic. López, secretario del gobernador (personificado por Pedro Armendáriz hijo), dice a Juan Vargas (personaje de Damián Alcázar): “El partido se ha fijado en ti y yo soy el conducto para informarte que vas a ser nombrado presidente municipal interino de San Pedro de los Aguados (…) para que veas que la Revolución le hace justicia a gente como tú. Tengo toda mi confianza puesta en ti, Vargas, toda mi confianza. Es una gran oportunidad para ti”. Al momento, Vargas preguntó: “¿Cómo agradecerle?”, a lo que Sánchez respondió: “A nuestro partido, todo se lo debemos a nuestro partido”.
Antes de terminar su intervención, Juárez, al parecer otro interino, hizo un llamado a la gente en todos los rincones y que amen a México a acercarse al PRI. No podía faltar, por supuesto, la referencia a las cualidades de Meade, ya anotadas por Ochoa, mención que el nuevo presidente del PRI acompañó con una conmovedora confesión según la cual “cree fervientemente en Meade”. Finalmente, reiteró el apoyo de su partido -previo, actual y futuro-, a su candidato, por lo que llamó a no equivocarse, en clara alusión a quienes han anunciado la declinación de Meade en favor de Ricardo Anaya Cortés.
Es así como el PRI recrea su tragedia en forma de parodia, replicando las viejas formas que alguna vez tuvieron sentido en el marco de una Presidencia y un partido todopoderosos y, que hoy, son el resquicio por el que se mira el pasado que fue y no volverá.
*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México