Donald Trump es una especie de submarino nuclear surcando en mar abierto sin brújula dejándose llevar por las corrientes abisales y en cuanto encalle soltará toda su toxicidad.
El oficialmente candidato por el Partido Republicano representa el signo de los tiempos hay muchos trumps como él desperdigados en el globo terráqueo dispuestos a hincharse de votos echando a andar la maquinaria del odio, del miedo, los nacionalismos y la xenofobia.
Le podemos quitar el peluquín, cambiar el color de los ojos y ponerle otro traje pero los discursos radioactivos son muy semejantes sea en Estados Unidos, en Gran Bretaña, Hungría e inclusive en lo que todavía queda de España.
Parecería que hay una carrera para ver quien se corona como el xenófobo del año o el nacionalista de pacotilla. Lo que quizá no hayamos reparado en darnos cuenta es que la crisis política de contextos, contenidos, ideologías y valores es el espejo del verdadero gran cisma: la quiebra del neoliberalismo.
Lo que hay es una corriente política emergiendo del inframundo de la crisis económica y sus millones de víctimas en la socioeconomía. Hay mucha gente enojada.
Ese cisma ha sido tan mayúsculo en los países industrializados que las nuevas corrientes políticas están retrotrayendo una vuelta de tuerca en el paradigma económico imperante, mirando al pasado.
Una década atrás era buena la reducción del Estado, las privatizaciones hasta de los servicios más torales como la educación, la salud y las pensiones; era maravilloso firmar tratados comerciales pertenecer al gran mercado, quitar aranceles, eliminar trabas para competir en el océano de la globalización. Era loable cobrar más impuestos, reducir el gasto social, apretarle el cinturón al presupuesto, cuidar el déficit público y mantener la inflación en un dígito.
Además de acuerdo con el Consenso de Washington había un binomio indisoluble: neoliberalismo y democracia. La apertura económico-comercial traía como consecuencia lubricar los canales de la democracia.
A COLACIÓN
Pero China que no es una economía neoliberal pero sí un gigante que participa del libre mercado ha enseñado que otro camino es posible sosteniendo la participación estatal en muchas áreas sensibles, cuidando sus sectores neurálgicos. Ese híbrido mantiene una plutocracia y un poder político centralizado.
No quiero argumentar que el modelo chino sea el camino del mañana pero mis conjeturas intentan dilucidar que el paradigma económico, el del neoliberalismo está mutando, y eso se traduce en lo político en una vuelta a un modelo conservador en donde ser tan libre comercial y económicamente hablando ya no tiene cabida.
El retorno a un proteccionismo en lo económico y comercial de la mano de los países más industrializados y desarrollados del planeta no es más que la clara evidencia del que neoliberalismo está muy enfermo…quizá herido de muerte.
Los discursos de Donald Trump o de Boris Johnson, ministro británico de Relaciones Exteriores no son equidistantes el uno del otro, son incendiarios, provocadores se venden como «los salvadores ante el caos»; los rescatadores «de la patria perdida».
Quieren clausurar una época de decadencia económica y ellos «solo» ellos son los que pueden lograrlo, ¿cómo? Muy fácil volviendo a las cavernas de la economía: vallándose (literalmente en el caso de Estados Unidos) expulsando a los indeseables inmigrantes que hacen los trabajos que los naturales no quieren hacer a la mitad del jornal; aumentando la potestad del Estado para que sea más injerencista para que controle, mande y distorsione; desconociendo los tratados y los acuerdos bajo el sofisma de cuidar a los productores locales.
Quieren más Estado y más poder sobre de él «para recobrar los bríos hacia el exterior» dice Trump como si fuera Alejandro Magno ya se ve montado en un elefante conquistando Pakistán o pescando en Rusia con Vladimir Putin.
El problema con este tipo de personajes es que son peligrosos per se hacen campaña para presidente y terminan siendo unos déspotas creyéndose que el Estado son ellos mismos.
Ya lo empiezan a advertir los medios de comunicación más influyentes en la Unión Americana. Hasta el propio Paul Krugman en un editorial titulado «El candidato que llegó de Siberia» apercibe la cercanía del discurso de Trump con el de Putin. Es la misma filosofía, lo malo es que el presidente ruso tiene mucho de cuaternario.