Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
En ocasión de llevar a cabo el balance del año que recién se nos ha ido, juzgar a ese travieso burlón es complicado en la medida de la multitud de acontecimientos agolpados en los últimos doce meses.
Recientemente Forbes volvió a nombrar a Vladimir Putin como el personaje del año –por cuarta vez consecutiva-, para ser más exactos el más poderoso del planeta.
Ningún otro le ha eclipsado, ni siquiera Donald Trump tras su chocante victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos tampoco Recep Tayyip Erdogan con la no menos manida sospecha de autogolpe en Turquía; ni Barack Obama con su talante de letraherido de mucho hablar y poco actuar.
Hace unos días leí un filoso editorial (con el que además concuerdo) escrito del puño y letra de Juan Manuel de Prada cuya percepción al respecto de la tríada Obama-Putin-Trump es la misma hipótesis que esta columnista lleva tiempo abordando.
Para De Prada: “…la Rusia de Putin es otro gallo que se ha metido inopinadamente en el corral, reinstaurando un mundo multipolar en el que las naciones gallinas pueden incluso revolverse contra el gallo que antes se pavoneaba entre ellas, cacareando democracia y repartiendo pollazos. Y el hebén Obama (que nunca ha sido de repartir mucho), antes de ingresar en el basurero de la Historia, se despide con esta guerra fría, que es la fachada de bravuconería con la que maquilla la bancarrota de la supremacía estadounidense”.
El año que ya se fue tuvo como signo devolvernos al viejo espectro de la Guerra Fría aunque técnicamente no existe una confrontación político-ideológica entre dos bloques equidistantes capitalistas versus comunistas, la disputa por el control del entramado internacional sucede con las leyes del mercado pero con los mismos viejos intereses de siempre: el dominio por los recursos naturales, energéticos y el espacio geoestratégico.
Al pan, pan y al vino, vino. Y si Putin sigue siendo el personaje, el terrorismo es el acontecimiento del año, lamentablemente lo es anidando nuevamente en lo más recóndito de nuestras entrañas.
El terrorismo es la forma más rentable para influir miedo y la política del miedo es, sin lugar a dudas, un mecanismo de control de masas, de sembrar pesadumbre hacia el futuro inmediato; motivar que las personas y las familias se lo piensen más de dos veces para viajar, tomar otras decisiones así como los agentes económicos en retraerse para invertir.
¿Qué hace la gente cuando vive con miedo? Encerrarse en el ostracismo, buscar autoburbujas, sentirse tan pusilánimes que aunque seamos mayoría los que queremos vivir en paz, terminamos precondicionados por una minoría que con sus células y lobos solitarios nos azuzan y amedrentan.
A COLACIÓN
El terrorismo es un factor que está impactando al PIB global no en la misma proporción que lo hace por ejemplo las variaciones de los petroprecios o los cambios en la oferta y demanda en China, Estados Unidos o Alemania. Pero cada vez cuenta más.
Quizá en el próximo encuentro en Davos, en el World Economic Forum, tendremos algunas cifras en torno a cuánto creció el PIB global y qué pasó con el ritmo del turismo mundial.
En cuanto al ritmo de los viajeros, si bien no ha sucedido el mismo frenazo en el turismo que provocaron los atentados del 11 de septiembre de 2001, la gente está pensándose mucho mejor los destinos hacia dónde viajar.
España, hasta ahora indemne de atentados yihadistas, se ha visto enormemente beneficiada de la repesca de turistas que antes ponían a Francia como primera opción de viaje. En cifras preliminares supera los 71.6 millones de visitantes extranjeros hasta noviembre pasado.
Sabemos que no hay sitios totalmente seguros ni blindados, desafortunadamente Europa se ha posicionado como un objetivo de la Yihad, el costo de la insurrección violenta en Siria, su guerra civil contra el régimen de Bashar al Assad, ha sido una Primavera Árabe demasiado cruenta, larga y en la que han intervenido fuerzas externas unas que han armado a las milicias levantadas contra Al Assad y otras que han armado y reforzado al ejército sirio a favor del mandatario detenido en el poder gracias a los alfileres de Rusia y de Irán.
En el juego de fuerzas, los yihadistas surgidos de Al Qaeda quieren su propio territorio apoderarse de los recursos petrolíferos sirios y de la ruta del agua del río Éufrates. Turquía está pagando con terrorismo en sus carnes su doble juego en Siria por su involucramiento con el ISIS y Europa es un daño colateral de toda esta confluencia de fuerzas externas.
Si 2016 el terrorismo nos sumió en el túnel oscuro de la desesperanza, el año que recién inicia ha comenzado ya a darnos avisos de los largos y duros meses por venir. La política del miedo en ciernes.