El Santo: “Mito Genial”
Agora Deportiva
El Santo: “Mito Genial”
Jesús Yáñez Orozco
El Santo fue un “mito genial” mediático de la lucha libre mexicana: temía a los cementerios.
Getty Images Los héroes del pancracio
Su verdadero nombre: Rodolfo Guzmán Huerta.
Hay un dato que dimensiona la influencia que hasta la fecha tiene entre los aficionados a la lucha libre.
Según la Revista Rolling Stones: ha vendido casi 53 millones de souvenirs, recuerdos, alusivos a su personaje, desde atuendos, máscaras, hasta llaveritos… y contando.
Es el primer superhéroe de carne y hueso de la cultura popular mexicana. En contraste con el fenómeno de masas que se dio en el país de Las Bardas y Las Estrellas donde sus superhéroes son de papel, historieta: monitos en los diarios: Superman, Batman, Los 4 Fantásticos, Linterna Verde, El Hombre Araña, El Llanero Solitario…
Todos tienen una característica: el rostro embozado.
Máscara, escalera al cielo, principal valor agregado de este ícono plateado de los cuadriláteros en México. Peculiar mortaja facial que envuelve sensualidad y sexualidad.
Jesús Murciélago Velázquez fue el primer luchador en la historia del pancracio que usó máscara.
Reflexionaba yo, agorero, en un texto publicado sobre cuál era significativo significado de la capucha, en el diario El Universal, el 5 de febrero de 2004:
Trozo de tela, trapito multicolor. Viaje sin escalas a la eternidad. Enigma que nada esconde y sólo reafirma el mensaje gráfico de quien la porta, ahora se usa en insospechados ámbitos sociales.
Las tapas de El Santo, Blue Demon, Rayo de Jalisco, Huracán Ramírez, Mil Máscaras, obsequian un efímero sentido de pertenencia a quienes las usan fuera del ring: el pueblo. Porque no esconden, revelan identidad.
A la fecha el uso de máscaras se ha convertido en un fenómeno popular en los estadios de futbol. Cada vez es más común su uso por los aficionados al balompié.
Las que tienen mayor demanda son de El Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez, Místico, Rayo de Jalisco, entre otras.
Quizá el Subcomandante Marcos se haya inspirado en él para recurrir al pasamontañas como sinónimo de luchador social, abajo delo ring, en contra del Supremo Gobierno.
Aun me causa grima un recuerdo que me evocan las dos décadas del deceso de El Santo, recién cumplidas: después de casi 40 años en los encordados sin haber perdido la tapa, y ya retirado, se quitó el plateado trapito ante las cámaras del tele-excremento: Televisa.
Luego del retiro del ring, en 1982, un día se presentó trajeado en el programa Contrapunto que conducía Jacobo Zabludovsky, uno de los personajes más crapulosos e ignominiosos de los medios de comunicación en México.
Con un choro mareador logró despojarlo de su máscara, aunque sólo mostró una pequeña parte de su rostro. Le aplicó una especie de Tapatía o Huracarrana –unas de las llaves más efectivas del pancracio— verbal.
En un acto de prestidigitación, quita-pon, se desembozó ante el asombro de los televidentes. El Licenciado habíalogrado lo que ningún luchador en casi cuatro décadas de recorrer lona por una buena parte del mundo: desenmascararlo.
Aunque sólo por una fracción de segundo.
Recordar esa escena pellizca el corazón.
A los largo de sus casi cuatro décadas en los encordados, el embozado de plata expuso su tapa contra máscaras y cabelleras cerca de 40 veces. Siempre salió victorioso.
EL Santo es, sin duda, uno de los tres mitos imperecederos de la cultura popular mexicana: Pedro Infante y la Virgen de Guadalupe, los otros dos.
Nació el 23 de septiembre en Tulancingo, Hidalgo. Falleció a los 66 años: el 5 de febrero de 1984. Murió de un infarto de miocardio después de una actuación en el Teatro Blanquita. No era el primer aviso de que la huesuda quería algo con él. Unos años antes había sufrido uno mientras se desarrollaba una lucha en contra de los Misioneros de la Muerte.
Al día siguiente fue sepultado en Mausoleos del Ángel, al sur del Distrito Federal, cerca de Ciudad Universitaria, ante 10 mil personas que fueron a despedirlo, así como varios luchadores. Entre ellos, Black Shadow y Blue Demon, quienes cargaron el féretro.
Fue el quinto de siete hijos. Llegó al Distrito Federal cuando su familia se asentó en el popular barrio de Tepito. En un inicio practicó beisbol y futbol americano, pero después se interesó por la lucha.
Aprendió jujitsu y lucha grecorromana. No se ha establecido cuándo comenzó exactamente su carrera luchística: si en la Arena Peralvillo Cozumel, el 28 de abril de 1934 (usando su verdadero nombre), o en el Deportivo Islas, en la colonia Guerrero de la ciudad de México, en 1935.
Pero durante la segunda mitad de la década de 1930 se inició como luchador. Usó diversos nombres: Rudy Guzmán, El Hombre Rojo, El enmascarado, El Incógnito, El Demonio Negro, El Murciélago II. Este último nombre fue una copia de otro famoso luchador de esa época.
Después de un reclamo por el nombre por parte del Murciélago original, Jesús Velásquez, la Comisión Mexicana de Boxeo y de Lucha prohibió a Guzmán utilizar ese nombre.
Bobby Arreola había desenmascarado a Rodolfo Guzmán cuando empleaba el nombre de Murciélago II.
En 1940, Guzmán se casó con María de los Ángeles Rodríguez Montaño (Maruca). Unión que procreó diez hijos: Alejandro, María de los Ángeles, Héctor Rodolfo, Blanca Lilia, Víctor Manuel, Miguel Ángel, Silvia Yolanda, María de Lourdes, Mercedes y Jorge Guzmán Rodríguez.
Si bien El Enmascarado de Plata fue el luchador más mediático, no fue el mejor.
Quienes conocen del buen pancracio afirman que eran superiores a él, en cuanto a técnica, velocidad y creatividad sobre el ring y las 12 cuerdas –algunos parecían alambristas circenses—Carlos Tarzán López, Black Shadow, El Murciélago Velázquez, Gori Guerrero y Blue Demon –quien sí habría practicado lucha grecorromana, base de la lucha libre—con el que tuvo una histórica rivalidad.
Aunque abajo del encordado no había tal. Incluso, a petición del Enmascarado de Plata, el Demonio Azul enseñó lucha olímpica a quien se convirtió en su sucesor: El Hijo de El Santo.
Getty Images Los héroes del pancracio
Llave a Caballo al Cavernario Galindo
Rodolfo sentía pavor en los panteones. Cuando filmaba por la noche en cementerios como locaciones se le arrugaba la Máscara de Plata. Pedía a uno de sus hijos, quien lo acompañaba, que no se despegara de él.
Su personaje trascendió el ámbito de la lucha libre y se transformó en un superhéroe. Logró un manejo muy hábil de su imagen en diversos medios masivos, de modo que se transformó en héroe de comic con la publicación semanal editada por José G. Cruz.
De ahí saltó al cine. Protagonizó 52 largometrajes exitosos en taquilla no sólo en México, sino en gran parte de América Latina, España y algunos países árabes, de religión musulmana, como Líbano o Turquía.
Incluso hay anécdotas como la del maestro de la plástica, José Luis Cuevas, cuando radicaba en Francia. Contaba que las películas del luchador eran un verdadero fenómeno entre la población de la Ciudad Luz, cuando eran exhibidas en un cine cercano a su estudio, ubicado en la calle Lord Byron, a unos pasos de Campos Elíseos.
Otras figuras del cuadrilátero como Huracán Ramírez (su tapa es la que más me gusta hasta la fecha, por las grecas aztecas), Blue Demon y Mil Máscarastambién incursionaron en el cine.
Mas nunca tuvieron el arrastre de El Santo, a quien podemos considerar el primer gran producto mercadológico surgido de la lucha libre.
Después del fallecimiento de Rodolfo Guzmán, uno de sus hijos, Jorge Guzmán Rodríguez, adoptó la máscara de su progenitor, dándose a conocer como El Hijo del Santo.
El personaje de Rodolfo Guzmán inspiró a dos caricaturistas de Guadalajara, Jalisco, Trino y Jis, para crear una tira cómica parodiada que apareció durante casi dos décadas de 1990 al 2000 en el diario La Jornada: Santos y la Tetona Mendoza.
Incluso el enmascarado caricaturizado fue llevado al celuloide en el 2012. Jis y Trino hicieron el guión de la película El Santos vs. La Tetona Mendoza.
Llave a Caballo al Cavernario Galindo
La pobreza luchística que se observa en las arenas –y a través de la televisión– tiene que con que ahora resaltan la pobreza espectacular de falaces lances acrobáticos.
La lucha a ras de lona pasó a la historia, porque así lo manda la sacrosanta conciencia nacional: Televisa.
Así como en su ojo de Vidrio se convirtió en un fenómeno popular en los años 50s y 60s, llegó un momento que dejó de transmitirla.
Tuvieron que pasar varias décadas para que volviera a aparecen en el invidente Ojo Ciclópeo. Más se ha convertido en una caricatura, parodia, de lo que alguna vez fue: estética pura sobre el ring.
Una vez más se comprueba que Televisa es la antítesis del Rey Midas: todo lo que toca lo convierte en excremento.
Van dos ejemplos de la aberración encarnada en este deporte-espectáculo –teatro, llaman algunos—y que tiene que ver con el obtuso negocio.
Existen en internet luchadores que venden sus máscaras autografiadas a precio de oro. Una de Tinieblas cuesta cinco mil 500 pesos. La de El Hijo del Santo:siete mil 700 pesos.
Hace varios lustros que el pancracio mexicano tiene un pestilente perfume creado en la eufemística Fábrica de Sueños.