23 de December de 2024
En futbol y en política, ¡sí se puede!
Opinión Principal

En futbol y en política, ¡sí se puede!

Jun 28, 2018

Índice Político

FRANCISCO RODRÍGUEZ

Con la participación de Tomás Balcázar González, abuelo de El Chicharito, el bombardero Jaime Belmonte metió aquel gol de México ante Gales en el campeonato mundial de Suecia que le dio al país el primer punto conseguido en los certámenes de la FIFA. Era 1958, y los partidos los oíamos quienes teníamos radio.

Mucho se ha tenido que sufrir desde entonces, y no sólo nosotros, el terrorismo futbolero ya estaba adueñado del planeta. El Rey Gustavo Adolfo de Suecia hizo lo imposible con los facilitadores de la FIFA para que Pelé, que apenas contaba con 17 años no jugara la final contra su equipo. Falló, como cualquier coyote. Edson Arantes Do Nascimento, Pelé, fue la base del triunfo de Brasil, junto con 10 genios del balompié que hicieron la historia en este deporte.

En 1962, en el Mundial de Chile, los portugueses cosieron a patadas a los astros cariocas, y casi los retiraron del campo para siempre. En aquel año, Waldir Pereyra, Didí, el más grande mediocampista de todos los tiempos, llegó lastimado a Veracruz y nos enseñó tres secretos fundamentales del jogo bonito.

El primero, cómo conducir la pelota a toda velocidad, sin ver los pies, sino atisbar a quién se le pasaba la pelota, un balón de cuero con cámara de hule. Enseñaba el astro que todo era cuestión de mentalizarse, hacer de cuenta que el balón iba rodando adentro de una caja de cartón. Y, efectivamente, no se salía.

Ni Ferenc Puskás, Ladislao Kubala, Isidro Lángara, Alfredo Di Stefano, Enrique Omar Sívori, ni cualquier figura mundial conocían la fórmula. Todos corrían con el balón sin despegar la vista de los zapatos.‎ Eso les restaba eficiencia, era un obstáculo formidable para desempeñarse en la cancha. Didí lo enseñó al mundo y revolucionó el juego.

Los partidos se ganan en el vestidor, no en la cancha: Didí

El segundo, era lograr la hoja seca, aquél artilugio del empeine y los metatarsos para lograr que, al pegarle al balón, éste hiciera todo tipo de efectos en el aire antes de ensartarse en la portería contraria. A partir de Didí, la fórmula de la hoja seca se convirtió en una arma letal de necesidad. Ahora lo logran todos y nadie pagó la patente.

El tercero, era la forma de tirar los penales. Encarrerarse al balón y a medio tramo pararse abruptamente y dejar que el portero se venciera, para ejecutarlo a placer. Parece mentira pero esta sencilla clase provocó grandes triunfos y espantosas tragedias deportivas.

Sin Didí no hubiera sido posible que se conocieran. Igual que su consejo de siempre: los partidos se ganaban en el vestidor, no en la cancha. Si un conjunto salía a disputar, sin antes ponerse de acuerdo y ajustar todas sus pasiones de equipo y personales, se iba al fracaso. Ningún entrenador podría salvarlo.

Messi, Ronaldo, Neymar, Lewandoski, productos de la globalización

Definitivamente, el espectáculo futbolero ha rebasado fronteras. Los europeos latinizan sus estrategias al mismo tiempo que los latinos se europeizan en el juego vertical. La diferencia siguen siendo las individualidades, los cracks que se cotizan a precios de oro en los mercados mundiales de la especialidad.

Hay quienes cuestan el valor completo de las nóminas nacionales de países modestos en el certamen. Messi, Ronaldo, Neymar, Cane, Lewandoski, cuestan tanto que casi nada les interesa más que cuidar sus tobillos, a pesar de cualquier honor y cualquier desdicha. Son un producto de la globalización despiadada.

Pero los himnos nacionales, el honor deportivo, la exhibición mundial de los grandes dramas de un país sigue estando en las manos de mercachifles y rufianes que hacen de esto un rosario de Amozoc. Urge ponerle un hasta aquí, antes de sufrir otra decepción gigantesca.

La selección siempre nos llevó a los hinchas a los peores mundos posibles

El gran fracaso de la selección mexicana en el Mundial de 1978, en Argentina, se debió precisamente a eso. Roquita, el entrenador, estaba‎ rodeado de favoritos, y sus liviandades jamás le permitieron meter orden en el vestidor de la selección que fue catalogada como «el mejor once de nuestros tiempos». Hicieron un ridículo espantoso. El peor que se recuerde.

La selección, siempre escogida por los caifanes de Televisa nos llevó a los peores mundos posibles. Hasta al terror de los penaltis. Era una diversión perversa, donde los sentimientos del pueblo siempre pagaron el pato.‎ La frustración nos acompañaba siempre. El nivel del país se reflejaba en el futbol, como en todas partes.

Nidos de corrupción que pudieron ser vencidos esporádicamente por individualidades en la cancha que nos dieron la primera satisfacción: ganar el segundo lugar en la Copa América de 1993, treinta años después de las enseñanzas de Didí. Pero eso fué el apoteosis. Nada volvió a ser igual. Díez años después estaban ganando el Campeonato Sub 17.

Las empresas sólo utilizan a los seleccionados para publicitar chácharas

El deporte es un producto directo de la situación de un país. El futbol lo es aún más. En el juego de conjunto, independientemente de cualquier entrenador, se detecta la evolución de las clases sociales, lo que no puede observarse en el atletismo, el salto con garrocha, o en cualquier competencia individual con sello olímpico.

La selección mexicana no debe ser un símbolo aislado que sea propiedad de las empresas como hasta ahora.‎ La entonación del himno, los colores nacionales, el mostrar ante el mundo los atractivos del país en una competencia observada por cuatro mil millones de seres humanos no debe ser propiedad de nadie. Es un asunto de interés nacional, y como tal debe estar regido por normas de conducta apropiadas.

No es posible que mientras nos jalamos los pelos, nos estresamos, padecemos los acontecimientos tan lejanos, las grandes empresas utilicen a los seleccionados para publicitar todas las series de chácharas, bisuterías y alimentos y bebidas chatarras que dejan pingües beneficios a la televisora de Chapultepec 18. Son miles de millones de dólares de publicidad en juego, donde los menos beneficiados son los jugadores y nosotros los hinchas.

Gran cambio: ahora se juega por el amor a ganar y no por el temor a perder

Y no es sólo un asunto que competa a los panboleros. Forma parte esencial de un continuumque debe ser atendido en sus raíces con urgencia. Si el futbol ha dejado de ser «un jueguito donde disputan el balón once contra once y siempre gana Alemania», dijera Fernando Marcos, es preciso que todo cambie, igual que está cambiando el país.

El deporte nacional es «repartir la copa». El objetivo no es ganarla, aunque ahora se juegue por el amor a ganar y no por el temor a perder, como repiten incesantemente los aguiluchos que se juegan el pellejo en Rusia. Sí, necesitamos que triunfen, para que inyecten a la sociedad su entusiasmo y pundonor. Pero este país es otra cosa.

‎México puede cambiar para mejor. Al menos, los ciudadanos, en enorme mayoría, hemos decidido botar a la basura todas las prácticas de corrupción y engaño que nos han sometido durante décadas oprobiosas y criminales. México votará por una nueva clase en el poder. En buena hora.

En la política y en el futbol, primero es mentalizarse y concluir: ¡sí se puede!

El futbol debe ser el reflejo directo del coraje, el valor y el empeño que estamos poniendo para transformar a México. No puede ser de otra forma.

‎En la política y en el futbol, como lo demostraron los astros brasileños, pentacampeones del mundo, lo primero es mentalizarse y llegar a la conclusión de que ¡sí se puede!

¿No cree usted estimado lector y elector?

Índice Flamígero: La selección mexicana cayó frente a Suecia 3-0 en la última jornada de fase de grupos de Rusia 2018. Con esta derrota, México sufrió la peor caída del equipo tricolor en una Copa del Mundo desde hace 40 años. En Argentina 1978, el combinado nacional cayó frente a Alemania 6-0 en la primera ronda, desde entonces, la selección no perdía por más de dos goles en un partido mundialista. + + + Como aquí se señaló con toda oportunidad, EPN y el PRI han desatado una muy intensa campaña de compra de votos para «el honesto» Meade –¿choca con su honorabilidad esa práctica fraudulenta o, cual se observa, él la acepta sin chistar?–, pues saben que en su derrota les va la libertad e, incluso, hasta la vida. Lo malo es que muchos de quienes deben entregar los recursos los están «ordeñando», esto es, entregando menos dinero del que se les ordenó. Lo peor, es que buena parte ya han emigrado con todo y la «lana» a otros partidos, pues también están irritados por el desgobierno corrupto de Peña Nieto y porque les impusieron a un «ciudadano» sin militancia partidista. + + + Que los 20 millones de pesos en efectivo «asegurados» el martes fueron enviados por la empresa Nieto Gas al CEN del PRI. Claro, los priístas lo niegan y acusan que son víctimas de una maniobra. Pero, ¿quién arriesga esa cantidad de numerario sólo para evidenciar lo que, diría Sabines, todos sabemos «de cierto».

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