Ser o no ser más eficientes energéticamente hablando marcará, sin lugar a dudas, la diferencia entre los países y sus ciudadanos con un consumo mucho más racional y racionado de los combustibles fósiles y desde luego también coadyuvará a un mayor control de su espacio ambiental.
Si bien es cierto que tal parece que el precio del petróleo podría encontrar uno de equilibrio entre los 48 a los 51 dólares de media por barril es muy difícil aventurar que volverá a repetirse otra crisis alcista de los petroprecios de tal envergadura como la experimentada en la década de 1970 y la observada a partir de 2008.
Tendría el expresidente Hugo Chávez (fallecido en marzo de 2013) que maniobrar desde «el más allá» para que se cumpliera su sentencia intervencionista: «El petróleo es un bien escaso por tanto seguirá subiendo», como lo ventiló en alguna de sus intervenciones radiofónicas caraqueñas hace ocho años.
Se trata de una apuesta a futuro -y para perderla-, porque las economías más industrializadas necesitadas de los hidrocarburos para sostener su expansión llevan no años sino varias décadas trabajando paso a pasito para reducir su grado de vulnerabilidad hacia las energías fósiles y no renovables a cambio de otras producidas en casa, más baratas, menos volátiles ante los shocks internacionales y esencialmente más limpias.
Dudo mucho que la actual crisis de los petroprecios signifique una mera coyuntura, me parece la revelación de una transformación estructural para sacudirse la dependencia del también llamado oro negro.
Un cambio desde la égida de los países dependientes de este insumo, veamos a Estados Unidos con las invasiones belicistas, el fracking y el chip de las energías limpias ha pasado a tener el sartén por el mango.
Muy bien hay otras economías que no van quedándose atrás tal es el caso de los 28 países que forman parte del club de la Unión Europea (UE) esforzándose por conciliar políticas energéticas eficientes.
¿Qué significa? La instrumentación de acuerdos comunitarios para, año con año, ir diversificando la cesta energética de la que dependen para producir y expandirse económicamente hablando y abastecer las necesidades de sus pobladores.
La fórmula pasa por usar menos fósiles no renovables e introducir más energía eólica, hídrica, solar y la emanada de los biocomustibles; la UE no tiene todavía un pronunciamiento conciso y preciso al respecto de qué harán con la energía nuclear de hecho el informe «Programa Indicativo Nuclear» aborda el desmantelamiento de las centrales nucleares en Europa de aquí al 2050 y la inversión de entre 350 mil a 450 mil millones de euros para construir otras plantas mucho más modernas y seguras con reactores nuevos.
A COLACIÓN
La otra opción es el brazo ecológico, el más humanizado posible y lo recoge el Libro Verde de la Comisión Europea con tres ejes rectores: 1) Sostenibilidad. 2) Competitividad. 3) Seguridad de abastecimiento.
En estos días el Parlamento Europeo votará una resolución para conminar a varios de los países miembros de la UE a apretar el acelerador de la política energética eficiente y en pro de las renovables.
«El objetivo de la UE de uso de renovables un 20% del consumo total en 2020 ya ha sido alcanzado por varios países. Pero otros como España van rezagados y deben hacer más», de acuerdo con el Parlamento.
La intención de los eurodiputados pasa porque se trabaje con ahínco por la próxima meta: una cuota del 30% del consumo proveniente de fuentes renovables para el 2030 garantizando además que los ciudadanos tengan la protección legislativa correspondiente para la autogeneración y el autoconsumo.
De acuerdo con la Comisión Europea, España, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Holanda y Reino Unido «deben endurecer sus políticas e instrumentos para alcanzar los objetivos para 2020».
Mientras que los países que ya han cumplido anticipadamente con dicho objetivo son: Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Estonia, Croacia, Italia, Letonia, Lituania, Austria, Rumanía, Finlandia y Suecia.