Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Habría que rescatar los análisis categóricos de Norberto Bobbio para deconstruir, de cara al 2020, qué tipo de futuro le aguarda a la democracia en momentos veleidosos y quebradizos, en la medida que la representación de la colectividad merma porque mucha gente ha dado un paso atrás con su voto.
La democracia, nos recuerda el pensador italiano, nació como una contraposición a los regímenes monárquicos, al absolutismo más rancio y para derrumbar los totalitarismos.
Su naturaleza radica en representar no un sentido individualista sino una necesidad colectiva, la suma de todos que además no es un todo general dado que las personas votan en sus diferentes países cuando han alcanzado la mayoría de edad.
El desequilibrio en este sistema democrático, como bien lo señala Bobbio, comienza cuando se deja de representar a las mayorías, bien por ostracismo bien porque incrementa la abstención o los votos de castigo.
Bobbio no erró en su reflexión, Europa es quizá fiel reflejo de ese sistema democrático que está dejando de ser funcional, uno cada vez más fragmentado a tal grado que si el partido que gana no pacta no puede llegar a gobernar.
Se han dado pactos ideológicamente impensables, por ejemplo, en Italia los dos polos ultra, el de la extrema derecha y de la extrema izquierda, terminaron uniéndose para desplazar al centro y a la izquierda más moderada.
Tras 88 días de arduas negociaciones, Giuseppe Conte fue nombrado primer ministro con el apoyo de la Liga (ultraderecha) y del Movimiento 5 Estrellas (ultraizquierda); Matteo Salvini, de la Liga y Luigi Di Maio, del Movimiento 5 Estrellas, fueron nombrados viceprimeros ministros. Y es tal la popularidad de Salvini y su creciente poder, que Italia en cualquier momento enfrentará nuevamente elecciones generales.
Ese crisol italiano va replicándose, con la dureza de los comicios electorales en Europa, con un electorado cada vez más desencantado aunado al surgimiento de muchos partidos con ideas radicales que llevaban años sepultados en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
En España, Pedro Sánchez ganó las elecciones generales el pasado 28 de abril, empero, no ha podido formar Gobierno, es un mandatario en funciones con un Gabinete en la misma situación; y esta semana tiene una cita toral para investirse… o fracasar.
Si no logra los apoyos necesarios deberá convocar unas nuevas elecciones de cara al otoño, jugándoselo todo a cara o cruz, con una ciudadanía cada vez más hastiada del canibalismo político y de la actuación de los partidos políticos que tienen fagocitada a su joven democracia.
Sánchez requerirá prácticamente de un milagro para evitar una nueva convocatoria a las urnas, el martes 23 en el Congreso de los Diputados habrá una votación para ver si es investido por mayoría absoluta, esto es, 176 votos de un total de 350 escaños. Hasta el momento de escribir mi columna, Sánchez no cuenta con el apoyo total de Podemos, dentro de la izquierda, la formación morada es el ala más radical.
El PSOE ganó las elecciones y obtuvo 123 escaños en el Congreso, necesita pactar, casi vender su alma al diablo, para obtener esos 53 escaños que le faltan para hacerse con la Moncloa. La maldita calculadora electoral.
Y Sánchez lo ha intentado todo a fin de evitar pactar con los grupos independentistas pero no cuenta con el apoyo para abstenerse ni del Partido Popular, ni de la marca naranja de Ciudadanos que empieza a desmoronarse con sus incongruencias.
A COLACIÓN
También esta semana será la última de Theresa May, al frente de Downing Street, al fin será relevada por otro miembro del Partido Conservador y hay mucho nerviosismo en ciernes porque todo apunta a que el rebelde Boris Johnson se quedará como nuevo primer ministro.
El pelirrubio, muchas veces comparado con el presidente estadounidense Donald Trump, comparte esa forma altisonante y lisonjera de la toma de decisiones; de hecho, ha amenazado con cumplir un Brexit duro con la UE el próximo 31 de octubre. Será una semana relevantísima en el gobierno de España y de Reino Unido.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales