Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
Encrucijada de culturas. Hoy en día muchas ciudades se pelean por ser la nueva Samarcanda, la mítica perla de la Ruta de la Seda, imprescindible como ninguna en la antigüedad sobre todo para el trasiego de las especies, la seda, el algodón, los metales y otros enseres entre Occidente y Oriente.
Convertirse en la nueva perla unificadora, de China y Europa, es el sueño de una decena de países que encuentran su gran oportunidad en el proyecto más ambicioso de que se tenga memoria reciente: se llama One Belt, One Road (Una Franja, Una Ruta, al castellano).
Esta auspiciado por China bajo el indiscutible liderazgo de Xi Jinping, el mandatario del gigante asiático, erigido en el moderno estadista de un país que finalmente ha aceptado su rol de nuevo epicentro geoeconómico y de contrapeso geopolítico-militar en el siglo XXI.
Al final estamos atestiguando el choque de dos modelos distintos de llevar las relaciones internacionales, el ying y el yang, el imperialismo yanqui impuso sus normas del juego y sus instituciones en el ámbito internacional tras el bombardeo atómico a Japón y concluir la Segunda Guerra Mundial.
Desde entonces ha sido la nación que más roces y disputas ha tenido en la aldea global, le cuesta mucho trabajo entenderse hasta con el traspatio, con ese estire y afloja ha impuesto una transculturización que ha llegado a los rincones más alejados. Y si hay que invadir y servirse de las balas, lo hace.
China quiere imponer otro tipo de modelo, pretende que su liderazgo sea menos agresivo pero no por ello menos interesado o hegemónico pero lo hace con mucho mayor sutileza e inteligencia.
Fundamentalmente es la equidistancia entre la visión concéntrica, unilateral, egoísta e impositiva del imperialismo estadunidense ahora hasta proteccionista bajo el mandato de Donald Trump y el caleidoscopio multilateral, abierto, a favor del libre comercio y unificar intereses bajo la bandera de la paz y el entendimiento que promueve el presidente Xi Jinping.
Estados Unidos quiere seguir imponiendo su bota, sus condiciones, su Plan Marshall per saecula saeculorum; en cambio, China quiere un win-win recordemos que es una nación cerca de tener 1 mil 400 millones de seres humanos y últimamente ha refrendado su vocación fielmente exportadora-importadora. Cree en el libre comercio.
A COLACIÓN
El fin de semana pasado mientras todos los ojos mediáticos se posaban en los estragos del virus Wannacry, en Beijing tuvo lugar “El foro de la nueva ruta de la seda” que logró congregar a 29 jefes de Estado, representantes de otros 39 países y a todos los directivos de los más importantes organismos internacionales.
En su presencia, Xi Jinping refrendó el compromiso de China para ver cristalizados todos los proyectos de infraestructura que plantea su One Belt, One Road. Para acelerarlo anunció 124 mil millones de dólares adicionales para la construcción de diversas obras y la inyección de 14 mil 500 millones de dólares en el Fondo de Inversiones así como reforzar al Banco de Inversión en Infraestructura de Asia (AIIB).
China pretende vertebrarse directamente por tierra y por mar, interconectarse con 65 países construyendo rutas de acceso en vías férreas y portuarias para facilitar el trasvase de las mercancías, desde Indonesia hasta España… desde el Pacífico hasta el Atlántico.
En el próximo quinquenio el país de Mao importará hasta 2 billones de dólares en productos procedentes de las economías vertebradas por la One Belt, One Road.
En Europa persiste cada vez mayor conciencia de que acercarse a los chinos para negociar, realizar inversiones y expandir mercados ya es algo ineludible.
De hecho en la magna y larga crisis económica su acercamiento al dragón asiático dio la oportunidad de verlo con ojos más cercanos que lejanos, de avizorarlo no como un enemigo-invasor sino como un aliado imprescindible en la nueva estrategia global.
Hasta Beijing llegaron tres políticos interesadísimos en catapultar a sus respectivos países como la nueva Samarcanda: Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia; Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía y Mariano Rajoy, presidente de España. Claro, es como convertirse en la gallina de las huevos de oro.
*Puedes opinar en http://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional