Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
La movilidad de las personas, su trasiego por el mundo globalizado es para disgusto de los xenófobos, un fenómeno imparable y mucho está cambiando en las causas que la provocan.
Migran los animales y migra el ser humano. Desde que se tiene noción acerca de los primeros desplazamientos de los homínidos -en busca de comida y un mejor hábitat- existe un gen mitocondrial del que no podemos renegar que ha llevado siempre al hombre (como ser universal) a desplazarse fuera de su entorno cuando las condiciones le son adversas.
Por diversas circunstancias pasamos de nómadas a sedentarios se formaron así los pueblos, luego las culturas y las civilizaciones hasta nuestros días. Empero, eso no significa que nos hayamos quedado condenados a la acinesia.
Hace algunos años varios científicos de las universidades de Málaga y Granada concluyeron que el Homo habilis fue la primera especie de homínido en trasladarse fuera de África.
Y los estudios acerca de todas las motivaciones que impulsan a una persona a abandonar su terruño siguen copando miles de folios en nuestros días y ya no son únicamente factores concretos los motores expulsores tales como el hambre, la falta de trabajo, la ausencia de oportunidades, la escasez de agua, la guerra, la violencia, la inseguridad civil o el terrorismo.
No, también la gente se va de su pueblo, su ciudad y su país simplemente porque se le pega la gana, es decir, obran internamente una combinación cualitativa de deseos, de intangibles.
A esta nueva ola migratoria global no se le ve el fondo, la forma desde mi óptica, es imparable toda vez que rompe -además- con los moldes más tradicionales: los países subdesarrollados como punto de origen de la emigración económica y países desarrollados e industrializados como receptáculo de la misma.
Por ejemplo, lo vemos en el caso de México y España. México ha sido tradicionalmente un país expulsor de mano de obra en su mayoría poco calificada, migrantes que elijen el traspatio como su metamercado o incluso llegan más arriba hacia Canadá.
En Estados Unidos, de acuerdo con BBVA Research, en los últimos veinte años la población migrante mexicana en la Unión Americana casi se duplicó «al pasar de 6.5 a 11.5 millones de personas». Y las remesas anuales enviadas por los paisanos a sus familias continúan siendo voluminosas, el año pasado las remesas cerraron en 24 mil 791 millones de dólares.
A COLACIÓN
Pues bien, a México que no le va tan bien en varias aristas, goza de su atractivo; sus ventajas comparativas y competitivas que quizá en su interior no lo veamos a la primera por ese lado canalla de valorar nuestro entorno siempre marcando más el pesimismo y la negatividad.
Al país azteca están llegando no únicamente centroamericanos en busca de ese trampolín de traslado hacia «el otro lado», lo hacen españoles y muchos seducidos por prosperar en sus ingresos económicos, encontrar nuevas oportunidades para poner en práctica su talento y experiencia.
Lo hacen además voluntariamente nada tiene que ver el éxodo actual de españoles, con los barcos enviados por el general Lázaro Cárdenas del Río (durante su mandato) para auxiliar a miles de españoles involucrados en la Guerra Civil. Se estima que a México habría arribado, entre 1939 y 1942, un contingente de 25 mil españoles.
Actualmente en México viven 123 mil 189 españoles, según lo certifica, el Instituto Nacional de Estadística (INE), esta economía es la séptima de preferencia al momento de optar por buscar un trabajo; y créame si le digo que la mentalidad hispana sigue instalada en «el hacer las Américas» porque de los nueve países con mayor cantidad de españoles, cinco están ubicados en el continente americano: Argentina, Venezuela, Cuba, Estados Unidos y México.
Y ahora qué, ¿les vamos a levantar un muro? En los últimos cinco años, de 2011 a 215, España registró una salida histórica de población un total de 365 mil españoles nada más 98 mil 934 salieron el año pasado. Y no, no se fueron porque hay hambruna, sequía, guerra, terrorismo, inseguridad y sedición muchos catapultados por emigrar gracias a un trabajo pero también por otras razones como el pensar que pueden progresar más rápidamente.