29 de November de 2024
Futbol mexicano: dos pies izquierdos
Opinión Principal

Futbol mexicano: dos pies izquierdos

Jul 25, 2017

Ágora deportiva

 

 

 

*Jesús Yáñez Orozco

 

Hete aquí que, desde la década de 1970, los Ratones Verdes Tullidos son heroicos campeones de la derrota. Se decantó su drama futbolero y encendió sordas alarmas, en poco más de un año. México ha sufrido tres polémicas actuaciones: la goleada 0-7 ante Chile, en Copa América, y las eliminaciones de la Copa Confederaciones y Copa de Oro de la Con-caca-f, ante la poderosa Jamaica B –que enfrentará a Estados Unidos en la final, el próximo domingo–.

No es casualidad su borrachera de futilidad futbolera.

Así como el México renace cada sexenio, a voluntad de una persona, el presidente de la República en turno –desde 1929– así el futbol mexicano es una perenne improvisación cada cuatro años, previo a un mundial, desde la década de los años 20s.

Futbol reflejo de un país. Y viceversa.

Por eso, en 94 años, han pasado 42 directores técnicos por el banquillo de la Desesperación Nacional. Se siembra la ilusión redonda en los aficionados de que, ahora sí, seremos campeones mundiales.

Fue premonitoria la escena, aquél 22 de noviembre de 1981, en el Estadio Tiburcio Carías Andino –también conocido como Nacional– de Tegucigalpa, Honduras.  Eran alrededor de las 14:00 horas. El sol, balón incandescente, brillaba en el firmamento como una esperanza esférica para el equipo local. Iba por primera vez a una Copa del Mundo.

El ataúd de cartón de tamaño natural cargado por cuatro hombres, cirios humanos, simbolizaba a la selección mexicana de futbol –dirigida por Raúl Cárdenas y liderada por Hugo Sánchez, a la postre afamado pentapichichi– tras el empate 0-0 con el equipo local, que la ponía con los dos pies fuera del mundial de España 1982.

Tenía inscritas tres letras en blanco: RIP.

Cadáver insepulto –hasta la fecha–.

Fiesta mortuoria del balón. Vitoreaban más de 30 mil asistentes.

Aunque hay un hecho previo que también se convirtió en agorero del mal fario del balompié nacional. Sólo dos letales palabras, casi indelebles: Ratones Verdes. Pocos medios se  refieren a él. Son periodísticamente correctos.

Mote inspiración de Manuel Seyde, periodista veracruzano, director de la sección de deportes del diario Excélsior, ahora oficialista, uno de los más importantes de México.

 

 

 

Algunos mencionan el nacimiento de “ratones verdes” en 1961. México enfrentó a Inglaterra en un partido amistoso y se llevó la peor paliza de la historia: 8-0. Alf Ramsey, entrenador de los ingleses, dijo que los mexicanos parecían “conejos asustados”. Dirigía Ignacio Trelles Campos. Siempre ha negado y renegado del apodo roedor.

La selección mexicana y el tiempo se encargaron de consolidar el sobrenombre.

Fue memorable la goleada 1-4, ante Italia, en el Mundial de 1970. Hubo un mar de vanas especulaciones y justificaciones.

Tampoco es casualidad que la debacle del futbol mexicano, en general, y la selección nacional, en particular, hasta la fecha, obedezca –sobre todo– a cómo fue sepultado el movimiento gremial de jugadores, consolidado en el Sindicato de Futbolistas de la República Mexicana, registrado en 1971 ante la Secretaría del Trabajo.

La cúpula sindicada fue perseguida, con tersa saña, por los dueños de los clubes. Guillermo Cañedo de la Bárcena a la cabeza, brazo derecho de Telesistema Mexicano –Televisa—y luego vicepresidente de FIFA, usó la guadaña laboral para cortar la carrera futbolística de todos sus integrantes.

Nadie osó contratarlos.

Han  sido “blancas” –al servicio de los patrones– Las representaciones laborales de jugadores, de la década de 1990 a la fecha, llamada pomposamente Asociación de Futbolistas Profesionales. La que encabeza Rafael Márquez, ex jugador del Barcelona, ahora con Atlas, y capitán el Tri, tiene la bendición de los dueños de sus amos.

Por eso, en los propietarios de los clubes y jugadores se cumple un refrán: a malos amos, malos esclavos. Es un efecto psicológico que se manifiesta en la cancha.

Quieren ratones a la hora de negociar sus contratos laborales, y leones en la cancha, denunció hace tiempo Javier Aguirre ex jugador y director técnico desempleado.

A aquella goleada de México en 1970 y la sepultura sindical en la mortaja del balón, se consumó un fracaso al perder la eliminatoria, rumbo a Alemania 1974, en Puerto príncipe, Haití.

El propio Seyde volvió a llamarlos “ratones” y escribió un fragmento de atinada actualidad –luego de la derrota 0-1 ante Jamaica B–:

“Ojalá y a Trinidad-Tobago le debamos, en un futuro inmediato, la regeneración de nuestro futbol ahora en manos comerciales, en donde la mentira para llevar gente a las taquillas es todo el sistema desarrollado a fin de inflar ídolos cuya consistencia, anoche lo contemplamos, no soporta el embate de un equipo como Trinidad-Tobago, que es rudimentario pero pundonoroso y que echaron toda la carne al asador mientras los ratoncitos, medrosos, se reducían a mirar cómo los morenos se llevaban la píldora”.

Luego, ocurrió otra cadena de pifias: fueron últimos de 16 participantes, en el Mundial de Argentina, 1978. De nuevo quedaron eliminados para España 1982. No jugaron la eliminatoria para Italia 1990. ¿Motivo? Los mundialmente conocidos Cachirules, jugadores con actas de nacimiento alteradas.

Para Brasil 2014 sostuvieron un repechaje con Nueva Zelanda. En dos juegos vencieron 9-3.

¡Uuuuffffff!

Una tras todas.

Cuatro hechos han sido atenuante de esa maldición gitana, poder omnímodo, de los barones del futbol: conquista de la Copa Confederaciones 1999, celebrada en México; dos títulos de mundiales sub 17, y medalla de oro en la olimpiada de Londres 2012.

Ahora, 44 años después de lo ocurrido en Haití se repitió la historia. Calca de aquél ayer de la Con-caca-f. Ahora fue contra los llamados “Raggae Boyz”.

Hasta acá hieden los roedores. Y si la cabeza, zares del balón,  está mal, las piernas serán dos pies izquierdos.

Huelen a fosa séptica… apesta su zalea.

Pese a todo, ya fue ratificado en el cargo –el técnico del llamado “equipo de todos”–: Juan Carlos Osorio. Previo a la Copa Confederaciones en Rusia prometió que la oncena mexicana jugaría la final. Quedó en cuarta posición. Antes de la derrota frente al cuadro jamaicano, advirtió que sueña con llevar las riendas del Tri más allá de Rusia 2018.

Admitió que permanecer o no en el cargo “no es mi decisión”.

Por lo pronto, preciso: “estamos trabajando por darlo todo y cumplir con el primer objetivo que es llegar al Mundial”. Aunque no ha hecho promesa alguna para esa justa descartó  que México tenga posibilidades reales de ganar ese torneo en declaraciones al diario español Marca. (http://www.actualidadesmexico.mx/2017/03/futbol-mexicano-maldicion-gitana/).

 

 

 

Porque, en resumen, los verdaderos villanos del “fracaso”, como se afana la industria mediática, televisión en particular, no se encuentran en la cancha –jugadores, ni técnicos–, sino, agazapados, en sus lujosas mansiones, exitosas empresas –Televisa, Emilio Azcarraga Jean; TV Azteca, Ricardo Salinas Grupo pliego; Imagen TV, Olegario Vázquez Raña; además de Carlos Slim, varias veces a la cabeza de los hombres más ricos del mundo, por ejemplo–, y tras sus escritorios de maderas preciosas. A bordo de yates y aviones.

Mientras tanto, el aficionado hace malabares con su salario –80 pesos el mínimo, poco más de cuatro dólares— para comprar un boleto y canalizar frustraciones cotidianas mimetizado en la masa, ante un paupérrimo espectáculo, al grito de “¡eeeeehhhh, Puuuuutooooo!”

Extensión verbal del fervor patriotero que despierta el balón. Equiparable con la bandera o el himno nacional. O el feroz consumismo ante el televisor. Ya sea en juegos de la Liga MX o Selección Nacional.

Pero, insisto, la crónica orfandad del aficionado mexicano a la pelotita, en su afán de un efímero sentimiento de pertenencia y del triunfo –frustrado en un país hecho jirones—creerá que, alimentado desde la industria mediática y redes sociales, la Decepción Nacional puede ser campeona del mundo.

O, cuando menos jugar la pesadilla –máxima ambición de los zares del balón—del quinto partido. No más.

“Partidos  moleros” o la “pizca del balón”, se denominan a los juegos que El Tri realiza en el país de las Bardas y las Estrellas. Importa más el negocio que su desarrollo balompédico.

Así ha sido desde 1991, primer torneo de la Copa de Oro…pel. Allá las ganancias son en dólares. Por eso, en buena medida, su estancamiento. Incluso, retroceso como inmigrantes del balón.

Por la forma, improvisada, sobre las rodillas –sin plan a corto, mediano y largo plazos– en que los dueños del futbol manejan este deporte era de esperarse, normal, otro “fracaso”. Se ha convertido en antítesis del desarrollo futbolístico del resto de los países de la zona.

Por eso, la afición mexicana no debe espantarse con el petate del muerto. Era predecible su papel en la búsqueda de refrendar su título de la devaluada Copa de Oro, que conquistó en 2015 con dudosos arbitrajes. Aunque, eso sí, llama cada vez más la atención cómo se queda en el camino.

Mas, de nuevo, exhibió su miseria futbolística y encendió los focos rojos. Sobre todo, con la pírrica victoria 2-0 sobre la casi desconocida Curazao. Aunque se encuentra en la zona de Sur América, cerca de Venezuela, juega en la Con-caca-f. Y es, curioso, el país de la región que más jugadores tiene en Europa y Asía: 23. Posee un plan de trabajo con influencia holandesa –la histórica Naranja Mecánica– de la que fue colonia 400 años.

Hasta el año pasado, la población de esta isla rondaba los 140 mil habitantes. Unas 826.43 veces menos que la población mexicana que supera los 123 millones de personas, en una superficie de un millón 964 mil 375 kilómetros cuadrados. Curazao podría acomodarse cuatro mil 424 veces en ese territorio.

Y tuvo en el holandés Patrick Kuivert –de padre surinamés y madre curazaoense– ex carck del Ayax, Milán y Barcelona, a su técnico y principal impulsor de su estructura futbolística, apenas hace dos años.

Si Usain Bolt es el hombre más veloz sobre la tierra, quizá, algún día Jamaica –o cualquier otro país del Caribe– ostente la etiqueta de Gigante de Concacaf que algún día tuvo el Tritanic. O alguno de Centroamérica: Panamá, Honduras, El Salvador, Cuba… Curazao.

Ahora, como dijo también Manuel Seyde –quien retomó un concepto de los barrios– los equipos de Con-caca-f, que en la década de los 70s jugaban con balón cuadrado, sinónimo de futbol cavernario.

Ahora México lo tiene en sus pies.

 

 

 

 

 

El gobierno español, ejemplo para el presidente de México, Enrique
peña Nieto, dejó en claro que la FIFA –que rige a las federaciones de los 210 países que la conforman– no puede ser un ente supranacional para ningún país, como históricamente se había pensado: estar por encima de la constitución política de una nación.

Hubo una ocasión que quisieron meter en cintura al balompié nacional, por el desgarriate que lo caracterizaba. Fue durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez –1970-1976. Nombró al funcionario de la Secretaria de Hacienda, Gustavo Petricioli (1974-76), Alto Comisionado para el Futbol. Acaparó la atención de la prensa. Más que cualquier otro funcionario.

Algunos llamaron a la Femexfut, con sorna, Ministerio del Futbol. Nada cambió. Sigue en lenta, irremediable, picada.

En días pasados, el gobierno español anunció que tomó el control de la Real Federación Española de Futbol (RFEF) para asegurar el correcto funcionamiento de la liga local, una de las más populares del mundo, a raíz de la detención de varios altos cargos del organismo, incluido su presidente. Ángel María Villa está en prisión desde el jueves acusado de varios delitos de corrupción.

El juez de un tribunal de Madrid decretó el jueves pasado prisiones provisionales, sin fianza para Villar, que llevaba casi 30 años al frente de la RFEF; su hijo Gorka Villar, ex director general de la Conmebol, y el vicepresidente económico de la federación, Juan Padrón.

Pero el gobierno mexicano es laxo. Y le importa un bledo la forma inconstitucional con que se maneja este deporte, en cuanto a derechos laborales de los futbolistas.

Importa como una forma de control social. Y por eso es intocable.

Fe esférica. Son niños héroes envueltos, como Juan Escutia, en la bandera redonda, y lanzándose, suicidas, al vacío.

El draft de futbolistas, desde 1990, ratifica el trato prostibulario que reciben estos deportistas. Son una mercancía más.

“Esclavos”, llamó Hugo Sánchez Márquez a sus compañeros de juego en 1993, cuando regresó al futbol mexicano, con cinco títulos de goleo conseguidos en España. Amén de la cauda de corrupción –como lavado de dinero—e impunidad que caracteriza al balompié nacional. Incluso, el narcotráfico ha entrado por la puerta grande de la Femexfut desde la década de 1990.

Marlene Sanos Alejo puso otro ejemplo de la forma dictatorial, tiránica, con que se maneja el balompié nacional. La reportera del diario La Jornada, considerado de izquierda y uno de los más importantes, escribió:

“La Federación Mexicana de Futbol adoptó una actitud aberrante hacia las mujeres futbolistas, quienes tendrán de las peores condiciones laborales existentes en el país. Aun así, pese a tener la bota en el cuello y la mordaza en la boca, las chicas esperan con ilusión el viernes 28 de julio, día que inicia el primer torneo femenil, pomposamente llamado profesional, el Apertura 2017.”

El futbol mexicano tiene dos verdaderos pies izquierdos: los zares del balón y el gobierno.

 

Simbolizan aquél ataúd.

 

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@kalimanyez