Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· Muchas piedras en el camino tendrá que sortear el presidente
· No lo quieren ni en pintura los hombres del dinero y del poder
A 17 días para que Andrés Manuel López Obrador asuma la presidencia de la república, las presiones de las clases dominantes, políticos y empresarios, de la mano de los especuladores, arrecian en contra del ahora presidente electo, porque éste ha roto con la costumbre del poder que, en México, pone al servicio de los barones del dinero a los jefes del poder ejecutivo.
Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y el saliente, Enrique Peña Nieto, gobernaron al servicio de los poderosos grupos empresariales locales y extranjeros, con un vergonzoso servilismo ante la Casa Blanca y Wall Street, situación de casi esclavitud que, como lo prometió desde su triple campaña político electoral, rompió el próximo presidente de la república.
Nadie había matado su gallo, como dicen en mi terruño, refiriéndose al que da un fuerte manotazo sobre la mesa antes de comenzar su mandato, como lo hizo el tabasqueño, particularmente con la suspensión de las obras del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, símbolo perverso del poder omnímodo que venían ejerciendo, con la complicidad del poder político, los hombres del dinero, del billete grande.
Desde que fue declarado presidente electo, López Obrador inició prácticamente su mandato, anunciando cambios profundos en materia económica, que fueron promesas de campaña pero que nadie de las clases dominantes creyó que concretaría. Lo que ha hecho simplemente es cumplir con lo prometido en su campaña, esté uno o no de acuerdo con él. Nadie puede llamarse a engaño.
Por lo mismo, en las clases dominantes hay resquemor, temor, odio hacia el nuevo presidente, quien se siente fortalecido por el apoyo recibido por las clases económicamente débiles, conformadas principalmente por los millones de trabajadores explotados que, cansados de más de lo mismo con el PRI, emitieron su voto en favor del ahora presidente electo. En la última semana, encuestadores serios detectaron que, una vez suspendidas las obras del aeropuerto, sus bonos democráticos, su apoyo popular, se elevó por lo menos 10 puntos llegando a casi el 80 por ciento, hecho que no reconocen sus enemigos y detractores.
Los especuladores de la patronal, principalmente, le auguran un rotundo fracaso en su gestión que inaugurará el ya casi inmediato primero de diciembre. Anuncian fuga de capitales, desinversión, crisis en el aparato productivo, una debacle nacional, precisamente porque el tabasqueño no hizo lo que tradicionalmente hacían los presidentes de la república: ponerse a las órdenes de los grandes capitalistas de la patronal. Sin embargo, el futuro presidente le está apostando a su bono de 30 millones de votantes que lo eligieron presidente, a sabiendas de que su presidencia iba a significar un cambio radical en el modo de aplicar la ciencia económica para revolucionar las injustas relaciones de producción que han caracterizado históricamente a la economía mexicana.
Por tanto, López Obrador no tiene en sus manos una pera en dulce. Sus enemigos arreciarán sus ataques y sus acciones para que su gobierno fracase. No pueden imaginar a un presidente que no esté al servicio del gran capital nacional y extranjero, a costa de los intereses de la clase trabajadora. Para las clases poderosas, López Obrador es un peligro real, evidente, aunque éste no esté pensando en afectarlos en sus intereses, como lo demostró hace unos días ante el anuncio de los senadores de Morena, su partido, de cancelar las comisiones que cobran los bancos por sus servicios, francamente leoninas, pretexto que usaron los especuladores para armar una treta en el sentido de que, por ese sólo anuncio del coordinador senatorial Ricardo Monreal, la bolsa cayó y los bancos perdieron alrededor de cien mil millones de pesos, hecho totalmente falso. Los millonarios nunca pierden. Y a la bolsa la tiran los especuladores que buscan comprar acciones en barata para revenderlas a precios de oro.
La expectativa, pues, es un sexenio difícil para López Obrador porque los barones del dinero le pondrán no piedras sino rocas en el camino e inclusive lo llegarán a comparar con Fidel Castro, con el comandante Chávez o con Nicolás Maduro, de la república bolivariana de Venezuela. De la habilitad de su equipo de trabajo dependerá el éxito de su gobierno. [email protected]