ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Los estudios sobre la importancia personal, esa imagen que cada quien tiene de sí mismo, son sin duda el punto de partida del diseño moderno de la psicología, la política, la cultura y el pensamiento antropológico. George Gurdjieff y Piotr Demiánovich Ouspensky, dos teóricos rusos del siglo veinte clavaron su pica en Flandes, consolidando las corrientes de «la Nueva Era».
La posibilidad de que el hombre retomara sus pasos perdidos, recordara, no aprendiera, lo que por naturaleza el ser conoce, de no confundir las partes con el todo, ni huir atrás de lo que siempre ha sido suyo, son aportaciones macizas de los diseños teóricos de la llamada «New Age», un concepto de la integralidad del ser humano.
Somos apolíneos, pero no dionisíacos, dicen Gurdjieff y Ouspensky, pensadores «malditos», satanizados por el saber tradicional: pudiendo ser eternos tenemos un inmenso miedo a luchar, afirman en sus producciones editoriales. Por ello somos transitorios, frágiles, angustiados, perecederos, no sabios cósmicos, universales…
… «caemos siempre en la trampa de especializarnos en un solo instrumento de la orquesta en lugar de fundirnos con la esencia de todos los tonos de la sinfonía de la vida, integral, dionisíacamente. La mayoría se arrastra en el odio, el miedo y la autocompasión, la desarmonía con todos sus semejantes, sin ubicar sus pensamientos en…
… el lado positivo de la totalidad de su ser… Esto ya no puede ser, resulta inconcebible que la máxima creación de la naturaleza se haya reducido a estas indignas condiciones de vida, como si nuestro impulso fuera siempre en contra de la evolución. Cada día que pasa rompemos nuestras propias marcas de impotencia e imbecilidad…»
Algún día, sostienen, todos los hombres, obedeciendo las leyes más elementales de la lógica genética, recordaremos lo que hemos alcanzado a saber y lo pondremos en práctica para la felicidad de los demás, frente al tercer milenio que nos tocará vivir en la democracia, la sabiduría y la tolerancia.
Ser importante, sin creérselo; creerse importante, sin serlo
Los comprobados estudios de los sabios rusos separan el conocimiento ancestral de los prejuicios modernos y los vicios inoculados por éstos en el pensamiento, y por primera vez hablan de comprender el valor de la importancia personal. No creer en el perfeccionismo neurótico, ni que somos importantes por nosotros mismos, sino ser importante sin creérselo. Conservar un estado de alerta, por encima de las banalidades.
Utilizar la humildad sin hipocresía, la obediencia aceptada sin servilismo, el conocimiento sin prepotencia, las reglas de la convivencia sin mojigatería, el éxito sin creérselo, el fracaso con buen humor, el ridículo con risa y la generosidad sin pendejismos. Es la fórmula propuesta para usar el valor de la importancia personal en las ciencias y en la política.
Modernos analistas del tema han llegado a la conclusión de que ordinariamente, la importancia personal se alimenta de nuestros sentimientos, que pueden ir desde el deseo de caer bien y ser aceptados por los demás, hasta la petulancia y el sarcasmo. Pero su área de acción favorita es la lástima por uno mismo y por quienes nos rodean.
La importancia personal exagerada es un veneno implacable. La revoltura emocional resultante del ejercicio de acechar nuestra propia importancia puede ser tan dolorosa, que lleva al suicidio o la demencia. Cuando se aprende a contemplar el mundo desde la no autocompasión, el hombre se convierte en un ser fluido. Es el freno para la acción política.
La exagerada importancia personal la tienen los mediocres
Los lúcidos comentaristas de las teorías de la “Nueva Era” coinciden en afirmar que nacemos con todo lo necesario para volar, pero estamos permanentemente obligados a dar vueltas en torno a nuestro ego. La cadena que nos aprisiona es la exagerada importancia personal que tienen los mediocres.
Un hombre sin autocompasión, es una persona que ha ubicado su voluntad en el centro de la frialdad y ya no se regodea en el «pobrecito de mí». Es un individuo que no tiene piedad por sus debilidades, que ha aprendido a reírse de sí mismo, y de los halagos banales de los interesados de ocasión. La importancia personal exagerada depende del reconocimiento para subsistir.
Las jerarquías, fundadas siempre a partir de apreciaciones halagüeñas son manifestaciones odiosas de la vanidad y la cobardía y no pueden existir para quien acecha sus debilidades, porque su vida no está acaparada por sueños rocambolescos, deseos e ilusiones fatuas . Si no tenemos la suerte de encontrar un tirano en el camino, hay que salir a buscarlo.
La libertad de los gobernados les impide ejercer su ambición sin freno
Los exageradamente importantes tienen la sensación de que están en el centro de todo, de ser necesarios, imprescindibles y tener la última palabra sobre todos los aspectos de la vida. Por éso son frágiles y perecederos. El límite de la percepción humana es la timidez y la cortedad de la inconsciencia que tienen los tiranuelos.
Los estultos no saben diferenciar las dignidades ni las libertades. Para ellos cuesta la misma cantidad mandar a sicarios a eliminar a alguien que exprese la libertad de comer, que al que hable, escriba, trasiegue sin autorización, hasta al que excrete, posea, analice, o siquiera se les adelante a sustraer lo que ya habían visto como suyo.
Las libertades de los gobernados les impiden ejercer su ambición sin freno. Son un obstáculo insoportable para sus desvaríos, para sus inmunidades, para todas sus inmundicias y violaciones de derechos elementales. Creen que todas las conciencias deben arrodillarse ante sus majestades. Pero hay una diferencia más grave.
Que nadie pueda, ni deba, resistirse a sus conductas corruptas
Lo único que diferencia a la dictadura toluquita de las dictaduras africanas, asiáticas o americanas, es que allá los matan después de comer. Aquí no, porque casi nadie tiene cómo hacerlo. Macabro y execrable, no solamente vergonzoso. México se ha convertido en cinco años en una dictadura feroz. La divisa generalizada es robar, sólo robar.
Nadie tiene derecho a vivir fuera de sus redes de complicidad, a reprochar el pantano de sus truculencias. Nadie puede, ni debe, resistirse a sus conductas corruptas. El que lo haga, pierde la vida o, mínimo, termina en la cárcel. El que denuncie sus complicidades y trapacerías está de antemano fuera del mundo. Su ferocidad es cobarde.
La masacre de periodistas que han comprobado y denunciado la mancuerna defruncionarios con narcotraficantes es realmente inmunda. Forma parte de un catálogo de horrores que, pensamos, jamás íbamos a padecer, menos a relatar. Estamos instalados en ese callejón sin salida aparente.
Hipocresía de EPN ante los asesinatos de periodistas
La dictadura toluquita genera actos producto de la febrilidad de un puñado de mexiquenses con mando, mal nacidos, atormentados, afectados, desviados pasionales, poseídos por instintos de la peor ralea, manipulados por la ilusión de enriquecerse en cinco minutos, a pesar de llevarse entre las patas lo que se oponga, lo que critique, lo que analice.
La desmedida hipocresía de Peña Nieto ante los reporteros gráficos de la fuente en Los Pinos, de atender la exigencia de los gobernadores para pedir un minuto de silencio en respeto al asesinato del colega sinaloense Javier Valdés, fue respondida justamente con la indiferencia y los gritos exigiendo seriedad y justicia. Algo insólito, una patada en los bajos para los mandarines, supuestamente a resguardo en esa caverna de rateros.
Enseñanza de la “Nueva Era”: ¡Alto a los pinches tiranos!
La intolerancia y el odio progresan en México de la mano de tolucos y pachuquitas. Es una seria amenaza para la vida en paz, seguridad y libertad, vocablos que yacen sepultados en fosas clandestinas. Conceptos que las nuevas generaciones ya ni conocen. Farfullos que están fuera de la agenda educativa de los chichimecas de Atracomulco.
Ahora, como nunca, es preciso recordar las enseñanzas de la “Nueva Era”. ¡Alto a los pinches tiranos! ¡Alto a quienes con una catarata interminable de spots resaltan su importancia personal, a todas luces disminuida!
¿Usted qué haría?, pregunta el dictador embozado en Los Pinos.
Índice Flamígero: Una investigación del portal Animal Político y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) –a la que los llamados grandes medios y otros portales hicieron el vacío– reveló una triangulación entre dependencias del gobierno federal, universidades públicas y “empresas fantasma” para eludir la Ley de Adquisiciones y pasar por alto la necesidad de licitar los proyectos con presupuestos millonarios. La investigación, llamada “La Estafa Maestra”, documenta una cantidad total de siete mil 670 millones de pesos, y de este dinero no se sabe dónde quedaron tres mil 433 millones. El hallazgo surge al revisar durante meses los 73 convenios incluidos en las Cuentas Públicas de 2013 y 2014 de 11 dependencias públicas, como la Secretaria de Desarrollo Social, FOVISSSTE, el Registro Agrario Nacional, el Banco Nacional de Obras o Pemex. En total, 11 instituciones. Animal Político y MCCI encontraron que a través de ocho universidades, el Gobierno federal contrat´p a unas 186 empresas, pero de éstas 128 presentan irregularidades constatadas en registros del Servicio de Administración Tributaria (SAT), la Auditoría Superior de la Federación (ASF) y hasta la Procuraduría General de la República (PGR). Las universidades, por su parte, se llevaron una comisión de entre 10 y 15 por ciento del total del acuerdo, por funcionar como intermediarias en los convenios firmados para proveer de servicios como: distribuir despensas entre los más pobres, supervisar la perforación de pozos de Pemex, organizar eventos o detectar a personas de 15 años o más que no supieran leer y escribir. Como bien dice el reportaje, “(Javier) Duarte resultó un principiante”, ¡los atracomulcas son todavía más rateros! + + + El comentario de don Alfredo Álvarez Barrón –“Posible enroque en la política de alto nivel: Ricardo Monreal al PRD y René Bejarano a Morena”– y el epigrama de El Poeta del Nopal, dejan un mejor sabor de boca al cierre de esta columna:
“¿Don Ricardo al PRD
y Bejarano a Morena?
hasta a mí me daría pena
¡utilizar el plan B!”
Tempus fugit: A Enrique Peña Nieto ya sólo le quedan 451 días para seguir haciendo de las $uyas en la Presidencia de la República que le compraran los ahora arrepentidos grupos de poder económico.