19 de November de 2024
La hegemonía de la información
Opinión Principal

La hegemonía de la información

Sep 26, 2016

Por la Espiral

*Claudia Luna Palencia

Cuando escuchamos hablar de la Sociedad de la Información pensamos, de forma errónea, que se trata de un novísimo concepto inherente al siglo XXI y a su abrumador avance tecnológico digital.
No obstante, suele sorprender cuando encontramos teóricos pioneros  de finales de la década de 1970 como el japonés Yoneji Masuda que en sus escritos ya aventuraba el tránsito de una era industrial hacia una era tecnológica “dejando atrás a la sociedad postindustrial para dar paso a la información” que el académico de la Universidad de Aomuri visualizaba centrada en  el ordenador y en su interrelación con las comunicaciones.
Masuda sitúa el parteaguas como otra revolución: la industrial partió de  la máquina Jenny (la hiladora inventada en 1764 que marcó el preludio de la Revolución Industrial)  sería la primera con sus fases expansivas; y la segunda, con la computadora digital electrónica inventada en 1946 en Pensilvania conocida como ENIAC estaba formada por 18 mil tubos de vacío y realizaba hasta 5 mil sumas por segundo era  una gran calculadora del tamaño de una habitación.
           
En relación con la historia de los ordenadores antes del surgimiento del ENIAC se aduce que en la Alemania de Hitler, en la batahola de la Segunda Guerra Mundial, Konrad Zuse, un brillante ingeniero alemán construyó varias máquinas comenzó por la Z1 hasta que la Z3 en 1941 logró una máquina controlada por programas.
           
La fabricación de los ordenadores fue perfeccionándose en la medida que el código binario se convirtió en su punta de lanza y si bien por varias décadas estuvieron únicamente al servicio de las instituciones y organismos ya sea públicos o privados,  su masificación sacó a flote su verdadero brillo.
           
El ordenador es visto como un gran cerebro artificial capaz de realizar y procesar las más complejas operaciones matemáticas en escaso tiempo y capaz también de almacenar enorme cantidad de información; pues bien encontró en el uso del internet la manivela para abrir una nueva etapa histórica de la forma de comunicarse entre los seres humanos.
Y si el teléfono, su invención, fue uno de los grandes hitos en pro de la interrelación comunicativa, con el descubrimiento realizado en 1854 por el italoestadounidense Antonio Santi Giuseppe Meucci  (a quien en 2002 se reconoció ser el padre del teléfono y no Graham Bell); con el internet se potenció el uso del ordenador y entonces los avances tecnológicos dieron inicio a un giro histórico en las comunicaciones.
En 1958 la compañía Bell fabricó el primer módem para la transmisión de datos binarios usando una línea telefónica simple; en 1971 lograron interconectarse un total de 23 ordenadores al sistema Arpanet para enviarse correos entre ellos.
En 1984 había mil computadoras intercambiándose información  y para 1987 eran diez mil los aparatos; dos años después, el número había crecido casi exponencialmente hasta los cien mil ordenadores.
En 1996 había diez millones de privilegiados con  computadoras con conexión y para   2015  se contabilizaban 3 mil millones de internautas de acuerdo con el documento “La Sociedad de la Información en España”, elaborado por Telefónica.
A COLACIÓN
Tal parece que vivimos en, por y para la información. Lo interesante es que si bien fue el ordenador el primer basamento para la nueva era digital, lo cierto es que los teléfonos móviles, su proliferación han permitido que cada día más gente se incluya en la nueva s@ciedad virtual.
Un teléfono conectado a la red universal se ha convertido en la nueva “arma de guerra” para bien o para mal. Aunque la brecha digital sigue revelando las desigualdades en el mundo del siglo XXI porque si antes los marcadores de la pobreza se evaluaban considerando casa, comida y acceso a los servicios públicos; hoy en día, si una persona o una familia, tienen internet en un ordenador o  en un móvil es ya un sinónimo de inclusión o exclusión.
           
La pobreza está siendo la piedra calcárea, el estigma del actual modo de producción, que además de excluir de los beneficios cuantitativos y cualitativos asimismo margina  de la información.
           
Por ende, padecen una doble discriminación: la de los objetivos socioeconómicos y la de ser analfabetas digitales ya no es únicamente cuestión de saber leer ni escribir sino de familiarizarse con la utilización de un ordenador, una Tablet, un teléfono con internet o de otros dispositivos.
En esa situación hacia donde nos encaminamos en menos de tres quinquenios es  a dejar el  big data por el smart data y llegará entonces la era del internet industrial; eso significa que el internet de las cosas explosionará en todos los sectores económicos y de servicios.
           
Nuestra cotidiana realidad quedará supeditada a la mayor interrelación e interdependencia hacia el mundo virtual; las compras por la red universal como hasta ahora las conocemos serán mucho más extensas y dinámicas lo que vivimos actualmente nos parecerá peccata minuta. El meollo es que así como vamos también de ese beneficio digital quedarán excluidos miles de millones de pobres alrededor del mundo. Al final las brechas del mundo real no lograrán ser subsanadas en la r@d.
@claudialunapale