Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
La postura de Pedro Sánchez, excandidato del PSOE y extimonel de dicho partido, ha sido clave para que España experimente una crisis institucional con un gobierno en funciones camino de cumplir los nueve meses, un interinato que empieza a pasarle factura a los españoles que sitúan el cisma político actual como su quinta mayor preocupación.
La cerrazón agresiva del no es “no” para evitar que Mariano Rajoy, presidente en funciones y dos veces triunfador en las generales, sea investido en las Cortes desde luego ha sido uno de los ingredientes para precipitar una rebelión político-partidista interna.
Nada más hizo falta una voz de mucho peso específico y muy respetada entre los socialistas para desencadenar la batalla interna, bastaron unas declaraciones agrias y severas del expresidente Felipe González entrevistado vía telefónica por la Cadena SER por la mañana del miércoles 28 de septiembre pasado.
“Me siento frustrado, como si me hubieran engañado”, declaró quien también fue secretario general del PSOE desde 1974 hasta 1997 en alusión a una reunión que sostuvo el 29 de junio con Sánchez en la que éste le explicó que “no intentaría ningún gobierno alternativo y que votaría contra la investidura de Gobierno del PP, pero que en una segunda votación pasarían a la abstención para no impedir la formación de gobierno”.
Sánchez en efecto no lo hizo y en cambio ordenó a sus huestes en el Congreso (85 diputados) votar contra la investidura de Rajoy una maniobra que mantiene a España al borde de otras elecciones generales previstas originalmente para el 25 de diciembre pero que ante la incomodidad de la fecha se ha movido al 18 de diciembre próximo; siempre y cuando se cumpla el plazo fatal de terminar octubre sin presidente electo.
A la maraña institucional, en los últimos meses ha surgido un brote de inestabilidad en algunos partidos políticos, por ejemplo, Podemos sufre una tirantez interna entre facciones unas más extremistas y otras más moderadas; las primeras hablan de inflamar el discurso del miedo mientras a las segundas, se les echa en cara ser socialistas disfrazados de podemitas.
A COLACIÓN
Al PSOE ha sido el narcisismo de su líder Pedro Sánchez lo que ha terminado derruyéndolo por dentro; obsesionado por ocupar La Moncloa se llegó a ventilar una posible coalición a la que muchos denominaron de Frankestein dado que pretendía sumar en el mismo equipo a Podemos con Ciudadanos e inclusive llegó a temerse un pacto hasta con los propios independentistas catalanes.
Aunque a decir verdad, España no tiene gobierno todavía porque los independentistas catalanes no han dado paso atrás en su cometido de apoyar con sus votos una investidura siempre y cuando se reconozca el derecho de un referéndum secesionista en Cataluña. Pero si hubiesen reculado, en estos momentos Sánchez estaría gobernando desde que intentó investirse en los primeros días de marzo.
El costo político de convertirse en dique más que en oposición, alternativa y contrapeso se ha traducido en una profunda caída de la simpatía de su electorado.
Con Sánchez al frente del PSOE (desde el 26 de julio de 2014 hasta el 1 de octubre de 2016) el partido socialdemócrata perdió el 20% de sus votantes en las provincias tanto urbanas como en la España profunda. En 28 meses se han fugado tres millones de votantes.
Hasta Andalucía el feudo por excelencia del andamiaje de la izquierda ha cedido espacio a favor de una avanzada del Partido Popular (PP) mientras que el surgimiento de Podemos y sus ideas extremistas va repescando a todos los descontentos.
Además parece una burla del destino urdida por las Moiras: el 2 de mayo de 1879 nació el PSOE fundado por Pablo Iglesias Possé bajo la columna vertebral de la ideología imperante en la época, el partido se reconoció a sí mismo “de clase obrera, socialista y marxista”; abandonó el marxismo en 1976 en un congreso extraordinario.
Desde su fundación a la fecha se trata de uno de los partidos más representativos de la socialdemocracia europea, de los de mayor raigambre y uno de los más antiguos y longevos en Europa.
Y tal parece que para continuar como fiel de la balanza en la correlación de fuerzas en España no lo tendrá nada fácil porque tiene una piedrota en el zapato: Pablo Iglesias de segundo apellido Turrión y que no guarda ningún tipo de parentesco con el fundador socialista, se ha convertido en la mayor competencia del PSOE junto con su partido Podemos del que es su secretario general.
En dos años, Podemos ha obtenido un importante poder político y de representación tanto a nivel federal, estatal como municipal. Su estreno tanto en el Europarlamento, como en las elecciones generales, dejaron perplejos a los socialistas que por poquito caen como terceristas.
@claudialunapale