Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· Momento de repensar el papel de los partidos políticos
· Lo primero, financiamiento cero para estas entidades
Desde este espacio se ha cuestionado y se cuestiona por principio lo que hemos dado en llamar “partidocracia”, una de las fuentes fundamentales de las grandes desgracias de los mexicanos. Los partidos sirven más que nada para que las dirigencias realicen pingües negocios. Más ilícitos que lícitos. Más sucios que limpios.
Los partidos políticos han sido los creadores de una democracia, que sólo es una palabra fantasiosa, para controlar y manipular a la sociedad, y han construido la superestructura de la corrupción, de la impunidad, de la simulación y del cinismo, impulsados por una cleptocracia mañosa.
Es entonces, este momento, cuando ha ocurrido un cambio radical en las relaciones del poder político gubernamental con la sociedad y los medios, cuando tiene que darse un cambio radical en la concepción de los partidos como medios para ganar la simpatía de la mayoría, en la lucha por el poder político.
En estas elecciones, las del domingo primero de julio, el triunfo no fue de una formación política, de un partido político – Morena -, sino de una figura humana que simboliza cambios radicales ante la evidente descomposición del sistema y de los partidos tradicionales.
Las mayorías de la sociedad mexicana manifestaron, con su voto por Morena, más que apoyo al partido político emergente, el malestar generalizado ante la cada vez más preocupante inseguridad pública, las desapariciones de personas, el genocidio, los asesinatos de mujeres, el descontrol de la delincuencia organizada, la pobreza, la política depauperadora de los trabajadores y concentradora de la riqueza en pocas manos, y todo en medio de una flagrante corrupción de gobernantes y la impunidad de que gozan estos criminales de cuello blanco.
Se ha dado, en las elecciones, una real alternancia política, impulsada por el malestar general ante viejas estructuras partidistas, que ya no responden a las exigencias de una sociedad cada vez más informada gracias a los avances tecnológicos. Ante esta nueva realidad, y en base a que los partidos políticos tradicionales fueron rechazados por la mayoría, es el momento de repensar el rol que tienen que jugar tales formaciones en la nueva realidad de la conciencia colectiva, avivada por las bondades de la Internet.
Los partidos tradicionales, constituidos en el monstruo de la partidocracia, fueron liquidados por el voto ciudadano. Hay que aceptarlo. No hay de otra. Ni el PRI, ni el PAN, ni la “chiquillada”, a la que se integró el PRD, que prácticamente fue borrado del mapa político electoral, tienen cabida, como han operado, en la nueva realidad. Un debate nacional es urgente para redefinir el papel de los partidos. No sólo se trata de abaratar su financiamiento, como lo han propuesto algunos agentes de opinión, tales como la panista Margarita Zavala de Calderón y el embajador Jorge Guajardo, quienes exigen a Andrés Manuel López Obrador que recorte el financiamiento a los partidos políticos al mismo porcentaje que lo hizo con el sueldo del presidente.
Es más. Este escribidor está porque la sociedad financie cero a los partidos políticos. Si quieren obtener la simpatía popular, que se rasquen con sus uñas. En una sociedad donde sobreviven por lo menos 70 millones de pobres, es una incoherencia gravísima que los partidos políticos gocen de financiamientos y prerrogativas millonarios, de lo cual se enriquecen líderes venales, como es un contrasentido que haya sueldos supermillonarios para funcionarios de alto nivel, y la inmensa mayoría de los trabajadores sobreviva con salarios de miedo.
Queda aquí la inquietud. La vieja partidocracia no funciona. No sirve. Nacionalistas y globalistas – las vetustas concepciones de izquierda y derecha no dan para más – tienen la obligación de repensarse para crear sus formaciones partidistas. Pero no serán una carga para el Erario.