Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· Supervivencia de milagro
· El futuro, nada halagador
La profunda recesión económica actual ya venía agudizándose desde antes de que apareciera el nuevo coronavirus en China. No es la pandemia la que desató a los demonios de la crisis económica. La crisis sanitaria lo que hizo fue darle la estocada a la caída de la economía. Todo se paralizó para evitar contagios. Y se dio el paro, el profundo receso.
La economía mexicana sufrió también el contagio de la pandemia económica mundial y particularmente de su principal socio, la economía estadounidense, su principal mercado de exportaciones, a la que le están dando respiración artificial en medio de preocupantes rebrotes de la Covid-19, lo que ha obligado a muchos estados de la Unión a dar marcha atrás en el desconfinamiento y por tanto en la reactivación de la economía.
Y todo se derrumbó. México, con ser una de las 15 economías más importantes del mundo, no pudo, ni hacer frente a la incontrolable volatilidad de los mercados financieros y bursátiles, ni resistir la debilidad de los procesos productivos. Estamos sobreviviendo de milaqro.
Siendo México un país eminentemente petrolero (llegó a ser el 5° productor mundial, en unos cuantos años se encontró con una mano atrás y otra adelante, porque las empresas petroleras particulares extranjeras, a las que se les vendió parte muy importante de los campos, no invirtieron, no reaccionaron a la esperanza de que inundarían de inversiones el sector de los hidrocarburos, y en esas nos cayó el chahuixtle del coronavirus.
Abiertas las puertas al ángel de la muerte, no hubo poder ni humano ni divino para detener el derrumbe. Muchos trabajadores, muchísimos, quedaron en la calle, sin empleo, sin indemnización, sin seguro, sin nada.
Hubo empresas, las menos, o mejor preparadas, que mantuvieron su plantilla laboral, pero con una simbólica compensación que no les alcanza a sus empleados más que para satisfacer alagunas de las necesidades más apremiantes.
La están pasando negras.
Trabajadores de la construcción, de la industria, del comercio, empleados de las aerolíneas y de la mayoría de los servicios, no ven ninguna salida a su recesión personal y familiar. Más grave que los demoledores efectos del Crack del 29. Los supermercados y el sector médico aparentemente se libraron de la caída.
Los empresarios grandes no tuvieron problemas para mantener a su familia, pero, víctimas del pánico por la pandemia, decidieron que no era, que no es, el momento para aumentar sus inversiones, y más cuando el futuro sanitario es absolutamente incierto. Mucha gente no tiene idea de cuándo se podrá salir a la calle sin miedo al contagio del Covid-19.
El INEGI acaba de divulgar datos nada alentadores del comportamiento de los factores que integran el entramado productivo. La Inversión Fija Bruta, que incluye compra de maquinaria y equipo de origen nacional y extranjero, así como la inversión en la construcción y el consumo privado cayeron, de marzo a abril pasados, en términos reales, 28.9% y, en comparación con abril de 2019, 37.1%. Y todo tuvo que caer, dejando en el desempleo a miles de trabajadores.
El consumo privado se desplomó 20 por ciento, por consiguiente. Sin dinero, pues nadie tiene capacidad de compra. Hasta ahora no imagino cómo la habrán pasado y como la siguen pasando los 70 millones de pobres que sobreviven en este país, porque lo que destina el gobierno para apoyar a los adultos mayores obviamente que, aunque es una ayuda, no les alcanza para sobrevivir y, sin embargo, están sobreviviendo.
Muchas construcciones se quedaron a medias. Usted puede caminar unas cuantas cuadras a la redonda y podrá ver edificios a medio construir, o construcciones dañadas por el temblor de 2017 que no han sido puestos en condiciones para ser habitables.
La construcción residencial se contrajo 41.1%; la construcción no residencial presentó una caída de 31.3%; y, en inversión en maquinaria y equipo, la caída fue de 38%, en el mismo periodo.
Habrá que ver los reportes de mayo y junio para darnos cuentas si se detuvo la caída o siguió despeñándose. Por lo pronto, se siente, se huele la pandemia de la pobreza.