Todo tiene una época y en la medida que se cambia de rumbo emergen nuevos centros empresariales; grandes emporios multinacionales y transnacionales se convierten en amos montados al ras en el lomo de una globalización siempre rebelde y a veces torcida.
Ese inusitado metapoder lo ostentan actualmente las tecnológicas sobre todo las ligadas con la comunicación y las redes sociales: Google, Twitter, Facebook, WhatsApp, Instagram, Microsoft, Apple entre otras cuyos balances contables suman muchos más ceros que los presupuestos de varias docenas de países y que inclusive el PIB anual de varios de ellos.
Las tecnológicas de las características arriba mencionadas concentran un inusitado control de las masas, un punto bastante importante de subrayar, dado que ningún otro sector o industria habían penetrado a tal grado y con tal volumen en la vida cotidiana de los seres humanos.
Sus servicios son imprescindibles si bien son un arma de doble filo dado que ostentan no sólo un metapoder económico sino también una fuerte capacidad de influir en las masas en detrimento además de la democracia.
Las penetra, las influye, las moviliza hay todo un submundo paralelo en la realidad virtual bastante preocupante pero más aún manipulador a tal grado que entre los factores potenciales de desestabilización social y civil son las redes sociales las que ocupan cada vez más un papel de riesgo.
En la Unión Europea (UE) llevan largos meses analizando cómo hincarle el diente a las tecnológicas no nada más porque su quehacer desparrama como los tentáculos de un pulpo gigante movilizando ingresos pecuniarios voluminosos aquí y allá pero llevándolos a resguardo opaco –en paraísos fiscales- fuera de la ansiosa fiscalización de Hacienda.
Hay una noticia buena y otra mala: el club europeo se ha puesto de acuerdo para evitar la evasión fiscal de estas preponderantes multinacionales, y es que como informó el periódico ABC en 2016, Bruselas obligó a Apple a devolver 13 mil millones de euros por concepto de ayudas fiscales. Eso marcó un nuevo camino entre la relación de la UE con las multinacionales y transnacionales tecnológicas.
Desde entonces se estudia un impuesto, un gravamen, que bien podría entrar en vigor este año a la llamada economía digital prácticamente operada en manos de extranjeros.
Cada gobierno europeo lo podría recaudar y destinar para aquel rubro del presupuesto que más requiera detonar; en España, por ejemplo, la pata coja de las pensiones con un déficit y al borde de la insolvencia podría obtener cierto oxígeno derivado de este tipo de gravamen, se estima unos 5 mil millones de euros anuales.
A COLACIÓN
A juicio de la Comisión Europea (CE) para gravar una tecnológica deberá cumplir: “Primeramente superar el umbral de 7 millones de euros de ingresos anuales en un Estado miembro; tener más de 100 mil usuarios en un Estado miembro durante un ejercicio fiscal; y que en un ejercicio fiscal sean generados más de 3 mil contratos de servicios digitales entre la sociedad y los usuarios”.
En España, el camino es claro al respecto de este dinero, dado que el gobierno del presidente Mariano Rajoy intenta cuadrar el círculo obteniendo 2 mil 100 millones de euros a partir de 2019 derivados de la llamada Tasa Google que no es otra cosa que un impuesto directo en los servicios digitales.
Con esta cantidad extra podría hacerse frente al reajuste del 1.6% en las pensiones, un dinero que significa 3 mil 700 millones de euros extraordinarios para las arcas públicas.
No es ninguna mala idea considerando los cuantiosos volúmenes de dinero, miles de millones de dólares, que anualmente se embolsan los dueños de Amazon, Instagram, Facebook, WhatsApp etcétera; al menos que todo este sin valor agregado que desparrama ingentes cantidades de dinero sirva para fines sociales y económicos.
En 2017, Facebook de Mark Zuckerberg, ganó la friolera de 12 mil 800 millones de euros un 56% más respecto del año inmediato anterior y Amazon va en contrapartida cerrando tiendas físicas para apoderarse del espectro del merchandising virtual.
¿Por qué si en España la Tasa Google tendrá como destino oxigenar a sus pensiones, no se hace lo mismo en el caso de México? ¿Qué tal usar la Tasa Google para mejorar la vivienda de las personas en pobreza o bien crear mejores escuelas públicas?
Amigo lector no crea que olvidé la mala (noticia): desafortunadamente no será fácil regular, ni limitar, la penetración de las redes sociales al menos que como en el caso de China, Irán o Rusia de plano el gobierno central meta las manos directamente para ponerlas en off. Aquí entonces tendríamos que hablar de hasta dónde en efecto se coarta la libertad de expresión a fin de salvaguardar el establishment.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
@claudialunapale