23 de December de 2024
La vida del periodista y José Alfredo
Opinión Principal

La vida del periodista y José Alfredo

Ago 24, 2017

ANÁLISIS A FONDO

Francisco Gómez Maza

 Como en Guanajuato, la vida del periodista no vale nada

 “Pinches” reporteros, me decía un deleznable cura italiano

Como en Guanajuato de José Alfredo Jiménez, la vida del reportero no vale nada, o mejor dicho, a nadie, menos a los gobernantes, menos a Peña, le importa que viva o muera un “pinche” reportero, como nos decía un cura italiano, que parecía odiarnos con todo su corazón y con toda su fe en su dios.

Cándido Ríos VázquezY no es exagerado afirmar que nuestra vida no vale nada porque nos matan como matar moscas, nada más porque no les gusta lo que se publica, y no les gusta ni a barones de la droga ni a barones de la política, porque no vayan a creer que los asesinos son siempre sicarios de la delincuencia organizada. También son sicarios de la delincuencia política, esa de cuello blanco, que se envuelve en los colores patrios y canta el himno nacional.

Lo curioso es que, si el asesinado es alguien allegado a la altísima clase política, inmediatamente se movilizan los investigadores de la Procuraduría y aprehenden al asesino. Pero van cientos de periodistas asesinados y no se sabe que hayan cogido al asesino o asesinos y menos al asesino intelectual, que como he dicho puede ser de la mafia de la droga o de la mafia en el poder. Quién lo sabe. O si lo saben, se encubren entre ellos.

Ciertamente hay indignación en este escribidor. Profunda indignación porque la vida de un perro vale más que la de un reportero y quiero mucho a mi perro, mi compañero que me cuida cuando estoy en casa y, mientras estoy fuera, no p0ermite que alguien se acerque siquiera a la puerta.

Ya ni sabemos cuántos reporteros han sido asesinados, pero en el presente sexenio deben de ser alrededor de cuarentaytantos. Sólo en este 1917 van diez. El año se inauguró con el asesinato de uno. El gobierno prometió seguridad y cuidado para los periodistas, pero ni madres. No ha hecho nada y siguen matándonos.

El más fresco homicidio es del colega veracruzano. Cándido Ríos (55), muerto con saña y odio, luego de escribir en un café internet. A veces, cuando no da tiempo de llegar a la redacción y, si uno no trae siquiera una Tablet, se mete al primer negocio de internet a escribir la nota, porque el periódico no espera y el lector menos. Tenemos que estar muy alertas, como perros guardianes y cuando dormimos, por cansancio, lo hacemos con los ojos abiertos, precisamente como un watchdog.

Cándido Ríos, narran las historias periodísticas, fue autodidacta; él mismo distribuía diarios en los que escribía y es el décimo periodista asesinado en México en lo que va de 2017. “Pavuche”, como lo conocían sus amigos y colegas, fue un campesino en su pueblo natal de Hueyapan, en el convulso estado de Veracruz, donde siempre mostró inquietud por denunciar injusticias y atender causas sociales.

Desde joven y antes de aventurarse en el periodismo, participaba y organizaba protestas de campesinos, colonos y vecinos de su pueblo para exigir la instalación de servicios públicos o apoyo para los trabajadores del campo. De este afán surgió la idea de fundar un efímero semanario, al que baut0zó como “La Voz de Hueyapan”, donde exhibiendo un olfato periodístico publicó notas y fotografías, siempre con afán de denuncia y protesta. Pronto tocó las puertas del Diario de Acayucan, donde lo contrataron como corresponsal y a la vez vendedor del periódico durante una década, según recuerda su director, Cecilio Pérez.

Diariamente comerciaba 300 ejemplares del periódico, que en la sección dedicada a su localidad publicaba las historias e imágenes de Ríos. Ríos ganó mucha popularidad, pero también enemigos, uno de ellos, el exalcalde de Hueyapan, Gaspar Gómez, quien lo amenazó de muerte en varias ocasiones, cuenta Pérez.

“Ese alcalde lo mandaba a detener, a golpear y a cada rato lo amenazaba de muerte. Hubo un tiempo en que dejó el periodismo por las amenazas de Gaspar Gómez, pero regresó”, relató el director del diario.

Veracruz es considerado el estado más peligroso para la prensa en México, según organismos de defensoría, quienes precisan que al menos 20 de los más de 100 asesinatos de periodistas ocurridos en el país desde el 2000, tuvieron lugar en esta entidad.

Las agresiones contra Ríos dejaron secuelas en su cuerpo. El reportero cojeaba de una pierna pues “lo dejaron lisiado los policías de Gaspar Gómez la última vez que lo detuvieron y encarcelaron”, agregó Pérez. La enemistad con el alcalde comenzó tras la desaparición en 2001 de un regidor de su pueblo, un hecho que el periodista atribuía a Gómez. “Pavuche” regresaba este martes a su casa, después de haber escrito sus notas del día en un café internet para el Diario de Acayucan, cuando lo mataron. Paró a saludar a dos amigos con los que se encontró afuera de una tienda en el pueblo de Covarrubias, unos 200 kilómetros al sureste del puerto de Veracruz. Fue allí donde les dispararon. Su cuerpo quedó tendido boca arriba, tenía el pecho ensangrentando e intentaba desesperadamente seguir respirando, según detalla el parte policial. Ríos falleció presumiblemente cuando era trasladado a un hospital de la zona, agregó el documento.

Antes de Ríos, fueron asesinados en 2017 los periodistas: Cecilio Pineda, Ricardo Monlui, Miroslava Breach, Maximino Rodríguez, Filiberto Álvarez, Javier Valdez, Jonathan Rodríguez, Salvador Adame y Luciano Rivera. No han buscado a ninguno de los asesinos ni materiales ni menos intelectuales. Piensa mal y acertarás.

Una estimación de la organización defensora de periodistas, ARTICLE 19, publicado este mes, indicó que, durante el primer semestre del año, cada 15.7 horas había sido agredido un periodista en México, en promedio, siendo funcionarios públicos, en el 50% de los casos, los principales responsables de los ataques.

De enero a junio, la organización documentó 276 agresiones contra la prensa.

Tons qué. ¿Vale o no vale la vida de un “pinche” periodista? Pues como el poema de José Alfredo Jiménez, la verdad es que no vale nada. Qué pena. ¿Verdad joven Peña?

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