ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
El pensamiento conservador mexicano, acostumbrado a imitar las formas de vida del extranjero y acatar las teorías imperiales en boga, sea en la época que sea, está poseído de un criterio falso de supuesta certeza histórica. El puñado de habitantes que forma el uno por ciento de la población quiere imponer su hegemonía.
Es la punta de una pirámide invertida que en la base superior tiene a ciento treinta millones de mexicanos que quieren un país más fuerte, más productivo, más equitativo. El México que todos hemos deseado siempre. El que nos cobija con su identidad nacional incomparable. El deseo de prevalecer del grupo de favoritos se encuentra con ese valladar.
Así ha pasado en todos los ciclos históricos. No hay forma de evitarlo. Piensan que es imposible remontar los siglos de sometimiento y decidirse a definir las bases y objetivos del destino que queremos y se arrellanan en el conformismo y en el retroceso, imposible de sostener. Se oponen a todo lo que signifique progreso o siquiera simple avance.
En todas las épocas mexicanas un poco de crecimiento y de libertades civiles llevan a los conservadores a pensar que es el mejor estilo, la máxima condición de vida a la que se puede aspirar y les parece suficiente para que ellos y los demás del entorno sigan atados a un cabús que ha producido la profunda desigualdad social.
A cambio de su estilo de existencia, el puñado de privilegiados está dispuesto a aceptar que se entregue todo para conservar ese abismo de desigualdades. A entregar todo, recursos, conciencias, patrimonio colectivo para ser explotados por los de afuera, quienquiera que éstos sean. Piensan que ellos definen los términos del bienestar. Son la vanguardia de su propio conformismo.
No hay conciencia nacional ni de clase para enfrentar los desafíos de hoy
Ese espíritu funcionalista de observar la vida es el que consiste en justificar lo que sea con tal de no enfrentarse al espejo. Con tal de no entrar al fondo y desentrañar los conceptos estructurales de un país abatido por la informalidad laboral, la falta de competitividad, productividad y empleo. A cualquier gancho lo llaman ropero, mientras la ley se haga en los bueyes de sus coterráneos.
Las clases medias y de altos ingresos que aspiran a esa condición, cada vez menos presentes, viven bajo el bombardeo mediático de esa fantasía, de esa ilusión colonialista que no deja aspirar y luchar a brazo partido por la verdadera independencia con desarrollo equitativo.
Los políticos y mandarines viven montados en el espasmo y en la abulia. No hay conciencia nacional ni de clase para enfrentar los desafíos del mundo actual. La discriminación y la intolerancia quieren apoderarse del rumbo. La indiferencia por los demás puede avanzar, hasta que se tropieza con una realidad que no admite contemplaciones.
Irradian ignorancia hacia todos lados. Se enganchan en el desprecio y aplauden los tratos inhumanos a los migrantes, sin ponderar que buena parte de la población nacional, unos veinte millones de seres, sufren esos mismos desplantes y vejaciones cuando tratan de ganarse la vida como trabajadores, desplazados al extranjero por la desigualdad y la voracidad rampante.
No aprueban las luchas populares porque les choca el color de la piel
Toman posiciones insensatas contra quienes son nuestros aliados naturales en la región latinoamericana, influidos por el torpedeo mediático de sus líderes de opinión, generalmente pagados por los dueños del mecate. Se ponen del lado del dólar, sin entender que nuestra moneda sirve de respaldo y reserva a esos billetes sin sostén productivo.
Desprecian a los mojados y chicanos, aunque se les demuestre que esa población nuestra en el extranjero ha salvado a los Estados Unidos de las hambrunas y ha levantado sus sistemas de producción agrícola, amén de sus industrias básicas toda la vida, tanto en los sectores básicos y de la construcción como en las factorías de tecnología de punta.
Relegan cualquier posición política de avanzada que aliente a los mexicanos en su afán de ser un país competitivo y fuerte. Dan la razón a los reaccionarios criollos porque los consideran triunfadores. Se resisten a aprobar las luchas populares por aquello de la pigmentocracia, el clasismo y la intolerancia.
Los privilegiados de la pirámide social empollan el huevo de la traición
Son excluyentes y profundamente retrógradas, aunque en ello les vaya la vida. Son más conservadores que los mismos nacionalistas gabachos, que protegen sus industrias de la competencia externa. Son sumamente peligrosos, son los nuevos polkos, en busca incesante del american way of life.
En su ADN, ese uno por ciento de la población, los privilegiados de la pirámide social mexicana empollan el huevo de la traición. Las constantes inalterables que los agrupan y los emparentan con los vendepatrias del pasado, son el entreguismo, la corrupción sin freno. La ausencia absoluta del concepto de identidad nacional.
Su identificación, rayana en las mentes colonizadas y ajenas a nuestra manera de ser, con lo peor del sector financiero local e internacional es históricamente un sinónimo de molicie e inconsciencia. Todos ellos han saqueado y traicionado a la Nación, y han llenado sus épocas de infamia y de vergüenza.
A todos los ha guiado el pueril argumento de abogar por la conducción positiva del gobierno, el desarrollo tecnológico e industrial del país. Ninguno lo ha logrado, pero todos se han hecho fabulosamente ricos a la sombra de ese retintín. Los polkos, aliados de la intervención norteamericana, fueron los únicos que públicamente se quitaron las máscaras. Los demás actúan siempre a la sombra y el anonimato.
Destrozan sin piedad, entregan sin condiciones ni negociación, arrasan sin medir los rebotes, son genéticamente indolentes y depredadores al costo de cualquier derecho colectivo, a la orden de poderosos nexos de subordinación y vasallaje. Para los opositores, plata o plomo.
Ya no tienen carne de cañón. Se quedaron más solos que la una
El guion de los indeseables se repite incesantemente. Trasladan las posibles ganancias del campo hacia el industrialismo urbano, transfieren los excedentes necesarios para la riqueza de las clases empresariales y financieras, los represores mandamases. Erigen la opresión en su culto. Para los demás, garrote y cárcel.
Alientan la desintegración, desmantelan el Estado, desbaratan la planta productiva nacional, prometen la abundancia, desorganizan a las masas trabajadoras e involucran a sus líderes en los negocios fáciles y jugosos del poder. Implantan la miseria. Entronizan el hambre.
Cancelan toda posibilidad de crítica. Mejoran siempre a sus antecesores en cuanto a la sevicia y estulticia. Secan la economía y adulan a un grupúsculo de favoritos, el cebo del engaño.
Y así llegan dónde están ellos y sus poderes e instituciones formales: con menos de dos dígitos de aprobación. ¡Sorpresa! Todos los que querían jalar a su redil han votado por él cambio de régimen. Ya no tienen carne de cañón. Se quedaron más solos que la una.
No es ya un enfrentamiento de clases, sino de visiones e ideas del país
Debemos revisar y parar en seco al pensamiento conservador y a sus representantes retrógradas que se quedaron sin votos, sin aprobación y sin pueblo. Porque no es ya un enfrentamiento de clases, sino de visiones e ideas del país.
Ya forma parte de la lucha por la sobrevivencia.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Tras casi tres décadas en las que una muy conservadora Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) fijaba a estos muy por debajo de la línea de bienestar, ayer el gobierno del Presidente López Obrador anunció que el salario mínimo pasará de 88.36 pesos diarios a 102.68 pesos y a 176.72 pesos en algunos municipios de la frontera norte a partir del 1 de enero de 2019. «Esta suma se determinó partiendo del actual Salario Mínimo General (SMG) de 88.36 pesos diarios, adicionado de un incremento nominal en pesos, a través del llamado Monto Independiente de Recuperación (MIR) de 9.43 pesos diarios, y considerando un ajuste porcentual (ligado a la inflación) de 5 por ciento», explicó la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en un comunicado. La Conasami determinó crear una nueva Zona Económica Salarial en los municipios ubicados en los 25 kilómetros inmediatos a la frontera norte y algunos colindantes a éstos, y para ellos estableció un SMG Fronterizo de 176.72 pesos diarios. «Con ello, la Conasami abandonó la ruta para uniformar el País en una sola Zona Económica Salarial», señaló el sector patronal. Coparmex y la Secretaría del Trabajo (STPS) indicaron que el Salario Mínimo General (SMG) alcanzará por primera vez desde 1995 la llamada línea de bienestar determinada por el Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social determinada (Coneval). Durante el anuncio, Luisa María Alcalde, titular de la STPS, sostuvo que se empieza a revertir la pérdida de más de 70 por ciento que ha acumulado este indicador. La Secretaria del Trabajo refirió que en 1976, cuando el salario llegó su pico más alto, alcanzaba para comprar 51 kilos de tortilla y con el nivel actual alcanza sólo para 6 kilos. En su momento, Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) dijo que con el incremento se alcanzará un salario mínimo de poco más de 3 mil pesos mensuales y señaló que la decisión se tomó con responsabilidad para no generar incrementos de precios. Al referirse al aumento en la zona fronteriza, Castañón comentó que las empresas requieren los incentivos necesarios para que puedan absorber dicho incremento.
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