Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· Estaban seguros de que estaba en la tumba
· Pero Andrés Manuel apareció vivito y coleando
Cuando perdió las elecciones, por poco más de un 6 por ciento, gracias a los ingentes recursos aportados a Peña Nieto por la sobornadora brasileña, fundada en Salvador de Bahía, en 1944, por el legendario multimillonario Norberto Odebrecht, los hombres del poder en México, los muchachitos, los mancebos, los mozuelos del de Atlacomulco, así como los lagartones -los padrinos- del cártel, dieron por muerto político a Andrés Manuel López Obrador. El peligro para México era cadáver.
Y Peña Nieto vio el camino abierto, libre, limpio para comenzar su aventura en un barco pirata; se hizo prácticamente dueño de las riquezas de México, desde el petróleo, pasando por los minerales, hasta el agua (le quedó pendiente el aire que, si hubiera tenido tiempo, júrelo que lo privatiza y lo vende a aireadores extranjeros y usted tendría que estar pagando ya su recibo por aspirar y espirar el aire de la otrora región más transparente del mundo), que ahora podrá ser propiedad privada de los Carso, de los Helú, de los pericos de los palotes de aquí de Cuautitlán y de Wall Street.
El mexiquense tuvo manos libres para hacer y deshacer de México. Todo el mundo conoce la historia negra de este sexenio (en México, los ciclos vitales son de seis años; el actual concluirá el 31 de noviembre venidero. (Los antepasados de los mexicanos originarios, los aztecas, los nahuas, contaban por ciclos de 52 años). Esta historia la hemos contado innumerables veces en esta columna, que se aprecia de contar la verdad desnuda de estos mexicanos que parecen charritos enchamarrados, echados de espaldas sobre el tallo de uno de tantos cactus que crecen en las tierras salitrosas y calizas de lo que, equivocadamente, alguien llamó El Cuerno de la Abundancia.
Los del equipo prácticamente arrasaron. Se volvieron nuevos ricos. Jovenzuelos hijos de papi que probaron el poder ejecutivo después de practicar en una administración pueblerina, entre chorizos y frutas encurtidas, en un estado cuna de la más dramática desigualdad económico social del planeta, donde los ricos son inmensamente ricos y muy pocos, y los pobres, en su mayoría indios mazahuas, son pobres, inmensamente pobres, y muchísimos.
Estaban tan felices con sus riquezas mal habidas, que se olvidaron de sus contrapartes, los amos del crimen, los barones de la droga, compañeros de viaje que borraron la frontera entre la delincuencia llamada organizada y la delincuencia institucionalizada. México se convirtió en un desmadre; el río se salió de madre, se desmadró. Y lo que ya sabemos de asesinos, armas, balas, sangre, dolor, muerte, lágrimas, desapariciones forzadas, secuestros, violencia de toda calaña. Y crecimiento exponencial de la pobreza de millones de personas, mayoritariamente jóvenes, que apenas tienen para comer hoy y no les importa el mañana. O se enfilan a las bandas de la delincuencia no institucionalizada, para vivir muy bien una temporada, aunque tengan que caer muertos en cualquier momento horadados por una bala 9 mm. Prefieren eso a malvivir ganando las migajas que el rico Epulón y sus invitados dejan caer de la mesa del gran banquete.
Se olvidaron los señores y señoritos de López Obrador. El peligro para México había pasado. Éste era un cadáver putrefacto. Pero, llegó el final del ciclo de seis años y el muerto resucitó, no como Cristo, que lo hizo al tercer día. Pero resucitó y le puso el cascabel al gato. Quiéranlo o no todos los que lo odian con odio jarocho, unos porque tienen pavor de perder sus privilegios, o de ir a la prisión por ladrones; otros, porque tienen miedo de perder lo poco que tienen, pero que tienen complejo de ricos. Otros, simplemente porque lo odian. Pues resucitó y atrajo multitudes encabronadas con Peña Nieto, quien los engañó vil y miserablemente.
Se lanzó a la campaña electoral con la consigna de que La Tercera es la Vencida, prometiendo que, si no gana, se irá a La Chingada, su rancho en Palenque, Chiapas. Pero si no gana en las urnas. Porque sus enemigos, que no sus adversarios, ya han avanzado mucho en la maquinación de un nuevo fraude mediante la compra de votos a los hambrientos y codiciosos de poquitos. Hace unos días, la policía detuvo en una calle de Ciudad de México un vehículo que transportaba unos 20,000.000.00 destinados a las oficinas del PRI…
Y hoy por hoy, el tabasqueño está en la antesala de la victoria. Todo el mundo lo da por triunfador. Hasta los financieros y corredores bursátiles de Nueva York, de Hamburgo, de Frankfurt del Meno, de Berna, de Roma, de Moscú, de París, de Sudamérica. ¿Lo van a dejar tomar posesión de la presidencia? Harán el intento de que pierda, como lo hicieron en las dos ocasiones anteriores, cuando Felipe Calderón le ganó por medio voto y cuando Peña Nieto le ganó comprando a los votantes miserables, hambrientos. ¿Es imposible otro magnicidio?