16 de November de 2024
Mala Educación
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Mala Educación

Feb 22, 2021

Análisis a Fondo

Francisco Gómez Maza

·        Es la historia de los perdedores

·        Se valen incluso de la calumnia

El odio es un sentimiento que mueve las interrelaciones políticas de sectores poco informados de la sociedad, por mala educación.

Los antagonistas en el cuadrilátero de la realidad son implacables; actúan en defensa de sus intereses. Los intereses del contrario no tienen, para ellos, ninguna importancia. El contrario debe ser aniquilado políticamente:

De un lado, quienes buscan un cambio radical hacia la justicia en la convivencia, en las relaciones de producción.

Del lado contrario, quienes pugnan por mantener la supremacía de las clases dominantes, de los detentadores de los grandes medios de producción.

Y en esta lucha, que se ha agudizado en tanto se acercan las elecciones intermedias del 6 de junio, se utiliza cualquier medio para aniquilar al enemigo. Sería el colmo que se usara la desaparición física.

Pero es comprensible:

Los perdedores de julio de 2018 no se resignan a haber perdido el poder político, la influencia, que los favoreció durante muchos sexenios.

Ésta es la obviedad más conocida, pero jamás aceptada por quienes están ahora confabulándose para regresar al pasado, empleando todos los medios, sobre todo la calumnia, o el regocijo por el dolor que la pandemia causa en los contrarios.

Reflexionaba esta mañana en casos de escándalo como el linchamiento mediático, por el momento, de Félix Salgado Macedonio, sobre quien pesan acusaciones de acoso y violación sexual, a todas luces mañosas. Curioso que la defensa de las acusadoras sea una panista.

Ah, pero los voceros de las fuerzas de la derecha ya condenaron al político. ¿Pruebas? ¡Nah! Aquí no valen las pruebas. Se trata de confundir a los electores. Se trata de que López Obrador no siga ganándoles.

De lo menos grave de que acusan al político de izquierda es de violador. Lo acusan periodistas y políticos de derecha. Pero mientras no den pruebas, la acusación no pasa de ser calumnia, difamación, y en el mejor de los casos, rabieta, pataleo, lloriqueo.

Es obvio que lo que la derecha busca es que Morena pierda la elección en el estado de Guerrero, en este caso.

Caramba. Tan sencillo que es: presenten pruebas y pruebas contundentes. Sin éstas ningún juez condenará a Salgado Macedonio. Y ganará las elecciones para gobernador de Guerrero. Así de sencillo.

Afortunadamente, el proceso de cambio continúa. Pueden acusar a quien quieran de corrupto. A López Obrador, de mentiroso; también dicen que es corrupto. A Hugo López-Gatell, de ser culpable de la aparición del coronavirus en México, a Brartlett Díaz, de ser el más corrupto; el autor del apagón generado por Texas; a Salgado de violador de mujeres.

Lo único cierto es que, aquel julio de 2018, arriba de 30 millones de mexicanos votaron por un cambio radical en México. Y ellos, los de la derecha, perdieron. Son los perdedores. Tienen el derecho de lloriquear.

No hay vuelta de hoja. Los enemigos del cambio sólo lograrán el retroceso mediante todo tipo de violencia.

Por el momento, los enemigos de López Obrador están felices porque Hugo López-Gatell se ha contagiado de coronavirus. Leí a un jovenzuelo regio (creo que se llama Samuel García), que pretende ser gobernador de Nuevo León por el negocio franquicia de Dante Delgado, declarar que no se alegraba de que el doctor se hubiera contagiado, pero le pedía que renunciara a la Subsecretaría de Salud.

López-Gatell no es el autor ni el jefe de la estrategia contra la covid-19. Es solamente el vocero de las autoridades colegiadas de salud.

Recordarán que hubo gente que le deseó la muerte al presidente López Obrador cuando salió contagiado. Ahora, van contra López-Gatell, porque es la cara más visible del gobierno mexicano en lo tocante a la pandemia.

Vicente Fox, por ejemplo, vía Twitter, indicó que el subsecretario se contagió “por irresponsable y engañador”.

Pero, si se dan cuenta, es la historia de los perdedores después de cada elección sexenal. Las lágrimas hipócritas de las plañideras, que cobran por llorar.

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