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FRANCISCO RODRÍGUEZ
El pez por la boca muere. La dependencia del sistema encargado de proporcionar la información oficial a los mexicanos, acaba de reconocer que casi la quinta parte de los ciudadanos ha sido víctima de la inseguridad pública y de sus secuelas. «25.4 millones de personas de 18 años y más fueron asesinados, robados y asaltados el año pasado», dijo el INEGI.
De todos los delitos, sólo fueron denunciados el 7%, los demás duermen el sueño de los justos, o pasaron a engrosar la feria de vendettas entre particulares, propia de un país regido por la ley de la selva. Para rematar, añade un dato más duro: el monto de los delitos representa casi el 2% del producto nacional bruto. Otra raya más al tigre. ¡Y eso que no anda suelto!
Si a las cifras anteriores, de por sí escatológicas, se le añaden las de las víctimas del narcotráfico complicitado con el aparato público a todos los niveles –que acumula ya los trescientos mil, entre muertos, ejecutados, torturados y levantados–, se dibuja el panorama exacto de la descomposición mexicana.
Un país absolutamente desigual, inequitativo, improductivo, discapacitado y de ciudadanos errantes en su propia tierra que ya no tiene para cuándo levantar alas. Un país donde el imperio del poder descarnado reina sobre una población abandonada, al garete en la procuración e impartición de la justicia, explotada por la peor ralea.
Un país donde los medios de comunicación vendidos al peor postor realizan una cotidiana labor de zapa en contra de los elegidos, con el ruin propósito de conservar concesiones, prebendas, moches y licencias de cuarto poder, atizando contra cualquier intento de modificar las condiciones de convivencia, aunque los electos no se hayan sentado.
Un país donde los que deben irse porque el pueblo así lo decidió, se aferran al mando utilizando cuanto subterfugio imaginan para amilanar a los reclamantes, para ultimar las esperanzas que ya puede ser las últimas. Ellos no quieren irse, a contrapelo del resultado del primero de julio. La gente exige que se vayan, a su casa o, mejor, a la cárcel. El hambre y la desgracia mexicana son producto de la corrupción entronizada.
Peña Nieto quiere salvar el pellejo; por eso absuelve a sus socios
Con maniobras aberrantes, por decir lo menos, Peña Nieto y sus secuaces pretenden abusar de la buena disposición del elegido, y hasta se animan a tocarle los huevos al toro, esperando salvar lo que se pueda de sus endebles reputaciones, para impedir que la degollina caiga sobre ellos. La consigna de Los Pinos es que los convictos, sus socios, no hablen, no los impliquen en todas las trapacerías.
Los socios en el entrambulique por delante. El circo de las componendas entre jueces, ministerios públicos, magistrados, PGR para exonerar y liberar a los acusados de corrupción y de graves delitos contra la Patria, es el último grito de un sexenio cínico, incompetente y simulador que trata de salvar el pellejo del culpable absoluto: el Presidente mexiquita.
Las liberaciones y absoluciones de los llamados políticos en ejercicio hablan demasiado mal de un país desesperado por imponer la justicia. Suenan a auténticas mentadas de madre en medio de la desolación, la rapiña y la miseria. Son la carcajada del gato, escudados en la ignorancia y el bestial enriquecimiento de esa pléyade de inútiles.
Duarte de Ochoa, lo peor que ha emergido de los empoderados ñoños
En cualquier país que se respete, los delitos perpetrados contra la población veracruzana, los desfondes del presupuesto, los crímenes de lesa majestad cometidos por esa batea de mondongo que es Javier Duarte de Ochoa, serian penados mínimo con la cadena perpetua a trabajos forzados, y en muchos países con nuestro nivel de desarrollo, con la ejecución pública.
La indignación de los ciudadanos veracruzanos rebasa cualquier medida. Se trata de un pueblo culto, informado y progresista, no merece de manera alguna esta patada en el rostro. Duarte de Ochoa es posiblemente lo peor que ha emergido de una casta de empoderados ñoños que fue asociada al crimen organizado por sus benefactores tolucos y pachuquitas.
Socio confeso de Enrique Peña Nieto, Duarte de Ochoa es una pieza emblemática de ese closet de infamias destapadas al calor de la más atrevida claque que ha caído sobre este país, el llamado nuevo PRI. La población, esperanzada, hace votos porque estos delincuentes graves, enfermos y disolutos, no se vayan de rositas a gozar de lo mal habido.
EPN y socios rateros no deben irse limpios. Lo exige la justicia popular
La exoneración de Alejandro Gutiérrez, bribón priísta, acusado de haber desviado recursos nacionales a la causa perdida del partido tricolor, habla no sólo de una especie de justicia selectiva, sino de una abierta invitación a delinquir por parte del gobiernito que afortunadamente ya se va. Es una oferta de viaje todo incluido, por parte de los mandarines mexiquitas.
No deben irse limpios. La ética elemental y la aplicación de la justicia popular no debe cerrar más los ojos ante estos mounstritos de papel cuché. Estamos frente a una obligación ineludible, incluso de supervivencia del sistema. Es la última llamada, antes de que entre todos nos agarremos a pedradas.
Antes de que México se convierta en el paraíso del crimen y del absurdo, deben juzgarse con el máximo rigor los casos de los demás: Cesar Duarte, un icono del descaro público… Guillermo Padres, protegido del panpriísmo… Rodrigo Medina, compañero de golf de Peña Nieto… Videgaray, Carstens, Meade, asesinos de la economía nacional.
Mención especial por la desfachatez gubernamental merecen los casos de Emilio Lozoya Austin, Carlos Romero Deschamps, Gerardo Ruiz Esparza, Rosario Robles, Emilio Gamboa Patrón, el culiempinado de todos los moles, Pedro Aspe Armella, el mayor delincuente financiero de la historia, y toda la cauda de secuaces.
Miguel Ángel Osorio Chong, el gran contratista del dinero ajeno sobre las termoeléctrica. Es ahora o nunca. Si no es así, seguiremos acumulando deudas, hambre, inequidad, cadáveres y guerra civil no declarada.
Moreno Valle; Yunes Linares, los Sandoval, Borge, el otro Duarte…
Con idéntico rasero debe medirse a los cómplices virreyes empoderados en los estados por el deAtracomulco: Rafael Moreno Valle, Miguel Ángel Yunes, el reyecito fracasado, Aristóteles Sandoval, enlace con el cartel jalisciense, Roberto Sandoval el enjuiciado nayarita, y tantos otros que este espacio no alcanza.
Es preciso tomar en cuenta que México se encuentra ante la última alternativa para hacer justicia. Lo demás es lo de menos, vendrá necesariamente por añadidura. La seguridad pública, el orden social, el reclamo democrático es un producto directo del buen y juicioso gobierno. No la dejemos ir.
¡A su casa o, mejor, a la cárcel para siempre! ¡No debe haber reversa!
Mientras México no lave esas lacras, es imposible esperar el renacimiento del país. La culebra debe matarse por la cabeza. Sin esas acciones, es muy difícil que haya otra vez alguna esperanza. Las oportunidades las pintan calvas. Adelante, no debe haber reversa.
¡A su casa o, mejor, a la cárcel para siempre! ¡No debe haber reversa! El mandato del pueblo está dado.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: También para salvarse, los colaboradores de Duarte de Ochoa «sueltan la sopa», Inculpan a la esposa de éste, Karime Macías, de fungir como la que daba órdenes de a quién contratar, aceptan haber participado en desvíos de recursos federales –700 millones de pesos para el Seguro Popular que en realidad se destinaron a pagar a medios de comunicación complicitados–, de depositar dineros del gobierno estatal en cuentas bancarias particulares… + + + Y el gobierno chihuahuense, mientras tanto, se hace ilusiones con la –ahora– imposible extradición de César Duarte Jaquez. Otro gallo le cantará después del 1 de diciembre, pues según palabras del actual gobernador, Javier Corral, «la protección a César Duarte, tiene que ver con el propio pellejo de Peña Nieto, ni más ni menos, es lo que está detrás de todo esto». + + + Este jueves 4 de octubre, a las 18 horas, se presentara en la sede del Salón de la Plástica Mexicana del INBA, en Colima 198 de la capitalina Colonia Roma, el cuarto libro del pintor Julio Carrasco Bretón: El otro laberinto, ensayo sobre la psicología del mexicano y su relación con la realidad del país. Los ponentes serán el doctor Carlos Vejar Pérez-Rubio director de la revista Archipiélago, el maestro en Ciencias Armando Sánchez Martinez, y el también maestro en Ciencias Jesús Hernández Garibay, director de la Editorial Cenzontle, lo mismo que el prestigiado autor.
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