Ni ángel, ni demonio
Opinión
Lucero Márquez
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala: de la población mexicana entre 6 y 17 años, seis de cada 10 utilizan dispositivos de cómputo (computadora, laptop o tableta) para diversas actividades y de ese universo, 88.5 por ciento los usa para acceder a internet.
La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2016, arrojó que 69.8 por ciento de la población de 6 a 17 años se conecta a internet con cualquier dispositivo, es decir, computadora de escritorio o portátil, teléfono, televisión y consola de videojuegos.
Además, ocho de cada 10 utiliza los dispositivos en la población de 6 a 11 años, y nueve de cada 10 en los y las adolescentes de 12 a 17 años.
En mi México lindo y querido, las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) no son ángeles ni demonios, pero pueden convertirse en ángeles o demonios. ¿Dónde se encuentra la frontera definitoria?
Existe consenso en múltiples estudios respecto de la gran revolución que han significado estas tecnologías y cómo han cambiado las actividades, los juegos y los tiempos de las generaciones actuales.
Sin embargo, debemos reflexionar y concientizarnos que la tecnología no muerde ni nos hace daño por sí misma. Las nuevas tecnologías inciden en los modos de relación de los niños, niñas y adolescentes: cómo estudian, cómo se entretienen, cómo sostienen lazos de amistad, cómo exploran su identidad y talentos. Digo inciden, no utilizo la palabra afectan porque estaría satanizando, ni utilizo la palabra benefician, porque estaría santificando.
Se dice que:
Si los hijos e hijas pasan mucho tiempo frente a la computadora, tablet o televisor, permanecen alejados de su entorno real y crean un mundo imaginario independiente de la interacción social.
Determinados contenidos de programas y juegos pueden generarles, por imitación, actitudes violentas que pueden repercutir en su conducta diaria.
Pueden aparecer falta de atención y de rendimiento cognitivo afectando a su desarrollo mental óptimo, déficit de atención y una menor capacidad de autocontrol.
Pero también se dice que:
Son una fuente de alta estimulación en fase de adquisición y mantenimiento de habilidades en los niños y las niñas.
Permiten a niños y niñas el rápido acceso a la información, nuevas formas de organización de los datos, diferente a lo que primaba antes: la memoria ya no se concibe sólo en procesos de repetición y acumulación.
Las diversas aplicaciones presentan muchas ventajas para los niños y niñas, ya que están pensadas para que lean y aprendan en un formato de juego interactivo.
Permiten que el profesorado guíe la clase de manera digital, logrando que los niños y las niñas, junto con profesoras y profesores, rompan la brecha tecnológica que los separa y aprendan más y mejor.
En conclusión: Ni ángeles ni demonios. Lo que se requiere y es imperioso, insoslayable:
El cuidado parental que le permita al niño y a la niña construir filtros propios y criterios de protección desde adentro hacia fuera, los que realmente funcionen aun cuando las personas adultas no estén presentes.
Padres y madres o las personas encargadas de la crianza deben orientar el uso; recordando y haciendo conciencia de que nada, absolutamente nada, sustituye su presencia y cercanía con los niños y niñas.
Las personas adultas debemos reconciliarnos con las tecnologías. Reconocer que las TIC pueden permitir el debate y la cooperación global sobre temas relevantes, a facilitar un acceso más democrático a los contenidos y a explorar y desarrollar talentos.
En la Internet, los actores sociales, entre ellos, el Estado, el sector privado, los medios de comunicación, las instituciones escolares, familias, niños, niñas y adolescentes deben ejercer sus derechos; sin embargo, también deben cumplir con sus obligaciones, enfáticamente las de protección, educación, no discriminación, inclusión y libertad de expresión.