Índice Político
FRANCISCO RODRÍGUEZ.
Ahora que el presidentito Peña Nieto repite y repite que hay que apreciar los avances del país –como si quisiera convencerse a sí mismo y no al resto de los mexicanos–, vale recordar que un poco antes de ser ejecutados por la Resistencia francesa, en Burdeos, los despiadados filósofos nazis escribieron, Hans Barth a la cabeza, que de las tres grandes ideologías, Marx, Jesús y Nietszche, ésta era la que había inspirado la idea del superhombre, y junto con ella, la de la manipulación política de la percepción.
Joseph Goebbels, el jefe de prensa de Adolf Hitler, no sólo sostuvo que repitiendo algo mil veces podía convertirse en verdad, sino que ésta podría trastrocarse hasta convertirse en mentira. Todo un juego de espejos que transformó el panorama de la política y la mercadotecnia moderna. Hoy tenemos Goebbels de bolsillo ¡hasta en la sopa!
Evidentemente, la percepción política es relativa, porque es diferente la formación, la educación, las habilidades y el entorno que alcanza a ver cada quién, y siempre influye en ella el bando o sector de edades y condiciones de quien percibe. Pero nadie puede negar que todos quieren abusar de ella. La percepción popular es una joya muy deseada.
Si me vas a beneficiar a mí, no puedes ser ratero, serás un buen proveedor y hasta samaritano. Si desconfío de ti, no te lo acepto. Podrías haber dicho que lo que me ofreces es robado, y también si omitiste declarar o investigar el robo. En ese galimatías se encuentran Peñita y Meade, el candidote oficial. Un laberinto sin salida.
Los toluquitas del pandero insisten que saben manejar las percepciones
Sin embargo, todos los publirrelacionistas que se respeten, aunque no tengan razón, juran por ésta que conocen los modos y maneras de desatar el nudo. En automático, mienten. Y los dejan actuar por aquello de la inocencia y el absoluto desconocimiento del poder de los medios de comunicación tradicionales, hoy tan desprestigiados.
Todo Hitler tiene su Goebbels. En el fondo está la coerción, la venta forzada del producto repetido. Como no saben pedir, menos saben dar, y cuando el adversario se resiste a obedecer sus caprichos, salen a relucir las joyas de la represión del sistemita: cárcel por uso de recursos de procedencia desconocida.
Y aunque los perros de presa de la procuración e impartición de justicia mexiquita jamás han podido elaborar un expediente jurídico sobre ese tema a ninguno de sus presos de conciencia, insisten en aplicar su retintín, aunque se lleven en los cascos a cuantos inocentes puedan inculpar. Nunca en su vida sexenal han probado un sólo cargo. Los encarcelados todavía no se enteran de qué los acusa un mecanismo judicial podrido y miedoso hasta la médula.
En esa lista del rosario de Amozoc, desfilan verdaderas joyas del ridículo, víctimas de apetitos extraños y voracidades sin cuento, ni límite. Pero los toluquitas del pandero insisten que saben manejar las expectativas y las percepciones, aunque jamás hayan sabido con qué se comen, y siempre creen que marean al yerno y al suegro con fuegos de artificio que en el llano nadie se traga. Y aquí es donde se decide, no allá.
Para lograr un real juego de espejos se requiere de oficio, que no tienen
El pobre Nietzsche, a la trompa talega. Les sirve para un barrido y un trapeado. Lo invocan a contentillo en todas las sarracinas, en las ofertas de campañas fallidas, en monstruos discursivos que no respetan ni el balbuceo, ni la pronunciación de una palabra sana. Si no saben leer el teleprompter, están perdidos de antemano.
Los filósofos guerreros nazis ejecutados en Burdeos, eran excelentes oradores, hombres cuya conducta personal era irrebatible. Éstos, no; siempre han sido una mala copia. Y las malas copias resultan muy buenos ridículos. Monigotes y peleles que han llevado a México al borde del abismo, delincuentes aún no juzgados.
Para lograr un real juego de espejos, que ése es el fondo real de la política, se requiere de oficio, de tamaños de embaucador. No sólo insistir en manejar las percepciones populares a través de encuestas mañosas y demasiado atrevidas. No sólo a través de la manipulación de encabezados en la prensa vendida, no sólo a través de gritos de los loros radiofónicos y televisivos.
A lo mejor eso aplicaba para el México rural, el que se fue hace por lo menos cinco décadas, cuando éramos cuarenta millones de habitantes viviendo un paraíso perdido. Aquél que resaltaba la publicidad de la cerveza Modelo: «veinte millones de mexicanos no pueden estar equivocados». Hoy suena a prehistoria. Somos más de ciento veinte, todos con cuentas por cobrar, certificadas.
Percepción generalizada: son falsos, rateros, ignorantes, entreguistas…
La mayoría estamos convencidos de una percepción que no puede ser manida, ni es maniquea, ni se alucina con falsas promesas o con ventas de estanquillo sobre la verdadera personalidad de los ambiciosos que mandan, todos dispuestos a volvernos a saquear.
A quien entrevisten en la llanada, la montaña, el suburbio o el cerro de cualquier megalópolis urbana, no podrán sacarle una percepción ajena o contraria a las que todos tenemos sobre ellos: falsos, rateros, ignorantes, manipuladores, bandidos.
Y la percepción política no es cosa de juego. Rueda de molino que cualquiera pueda tragarse, aunque la manejen indecentemente en cualquier engaño de las empresas encuestadoras, o en los micrófonos de baratillo, que por cierto, son millonariamente pagados a costillas de nuestros impuestos.
Lo que es, es, aunque digan que parece lo contrario. Cualquier opinión sobre narcotráfico, violencia, inseguridad, venta de soberanía, abuso popular, remate de nuestras pertenencias, siempre tiene unos destinatarios insalvables: los pandilleros que llegaron de Atracomulco. Ni pa’ dónde hacerse.
Porque ningún juego de espejos podrá inventar una realidad imaginaria, construir de repente un escenario ubérrimo y generoso, donde se respete al adversario, donde se ponga a salvo la dignidad y el decoro. Eso, todavía está a salvo de mercachifles y buhoneros baratos… y demasiado caros para la historia nacional.
Son «una brújula sin rumbo, un reloj sin manecillas, una Biblia sin Jesús…»
Ni Hitler, ni Goebbels, ni los filósofos guerreros nazis podrían encargar a sus paniaguados que sacaran a flote las traiciones mexiquitas. Sería siempre una asignatura pendiente, un barco naufragado, un insulto a la razón, al sentido común del mexicano o de cualquiera sobre la faz de la Tierra. Lo que se hizo aquí no tiene perdón, ni olvido.
Nadie podrá, per secula seculorum, sacar a la luz un estudio que diga que Peña Nieto es un hombre brillante, que el sistema ha cumplido, que el país ha avanzado, que Meade y el PRI serán los salvadores de México, que no están vendidos a los Estados Unidos, que no están remantando a la patria, que no traicionan a los mexicanos. Eso sí es imposible. No se puede y no se traga, ni yendo a bailar a Chalma.
Finalmente, resultaron ciertas las rimas del neoleonés José Torres González: por más que repitan que el país ha avanzado o que es el aspirante presidencial «más chingón» los toluquitas y su candidote son «una brújula sin rumbo, un reloj sin manecillas, una Biblia sin Jesús…»
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Don Rubén Mújica Vélez nos comparte hoy su opinión sobre las barrabasadas del segundo debatidillo: «¿Por qué debatidillo? Porque estaba anunciado que eran cuatro, después tres, contra uno. 1) Meade. Parece increíble el nivel de su ignorancia de nuestra lengua. Es el ejemplo vivo del erudito en inglés pero que ignora los orígenes latinos de nuestra lengua. Expresó que ‘en esta elección se optará entre certidumbre y riesgo; de las cuatro alternativas, (cada candidato, una) no tengo ninguna duda, ni ustedes tampoco, soy yo». Este espécimen anticipado de la Reformona Educativa donde se enseña a ‘ler’ desconoce que alternativa significa: uno u otro, se refiere a escoger entre un par. Como el ignorante Meade se refería a cuatro candidatos, debió decir cuatro opciones. ¡Un candidato más ignorante no he conocido; creo le gana a Fox! Meade, al llegar a Tijuana para el ‘debatidillo’ le dio un soberbio zape a su jefecito el atracomulquense moribundo. Dijo ante los insultos del energúmeno Trump a los migrantes: «Cuando yo sea Presidente como cuando fui secretario de Relaciones Exteriores, hablaremos (¿Kimo Saby?) de frente, sin miedo y con dignidad«. En pocas palabras, afirmó que Peña Nieto ¡no habla de frente, habla con miedo y sin dignidad! Pero él, Meade, nones, hizo lo que no se atrevió a hacer su jefecito. Caray, Meade sí que barrió, trapeó y exprimió a la figura de su jefe ¿o ex jefe? 2) C-Analla. Este figurín con rasgos de Piolín o de Salinas de Gortari, copia a Joseph Goebbels. el jefe de divulgación y propaganda de Hitler: C-Analla repite hasta el cansancio la misma mentira, para que el auditorio la acepte como verdad. Volvió sobre «el desplome de la inversión en el DF cuando lo gobernó AMLO». Se demostró que fue todo lo contrario, la inversión subió y se crearon miles de empleos. Además de repente salió con la peor barrabasada que hemos oído en muchos años. Acusó a AMLO de «vender el Banamex«. ¡Se voló la barda de los tontos!. Banamez fue transferido a Citibank vía la Bolsa de Valores, para evadir impuestos por 12 mil millones de dólares. ¿Quiénes cometieron ese fraude? Roberto Hernández el que fue nevero en Tuxpan, Veracruz, en su niñez y Harp Helú, el actual dueño y gobernador de Oaxaca. 3) El Tronco es excesivamente vulgar e ignorante para perder tiempo en referirnos a él. 4) AMLO llegó filoso y dejó frío a C-Analla cuando escondió su cartera, porque se aproximaba un truhan. Misterio: las personas tras de los «televisivos» parecían una colección de embalsamados. No manifestaron un gesto de aprobación o desaprobación. Solo uno rompió ese fúnebre grupo de pasivos oyentes. Raro, muy raro.»
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