22 de November de 2024
Panegírico de la muerte
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Panegírico de la muerte

Oct 31, 2017

Jesús Yáñez Orozco

Ciudad de México a 31 de Octubre (CÍRCULO DIGITAL).-“Todos estamos formados en la fila de la muerte. Nadie escapamos. Unos antes y otros después, pero a todos nos toca.”

Filosofa mi madre –con un problema cardiaco agudo, bradicardia, hace 20 años, y riesgo de embolia–, jovial ancianidad, a los 83 años de edad, sobre La Catrina –muerte– mexicana.

Los cumplirá el próximo 3 de noviembre, horas después de la celebración de Muertos o Fieles Difuntos –el día 1, de infantes, y 2, de adultos–, tradición que consiste en poner un altar en memoria de quienes se nos adelantaron en el camino, con la comida y bebida que disfrutaban en vida. En 2003, la UNESCO declaró la festividad indígena dedicada a los muertos, en México, Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Cultora de belleza durante 60 años –que la convirtieron en una especie de sicóloga empírica—, en uno de los barrios más populares de la ciudad de México, está consciente que no le falta mucho para cruzar el dintel su último adiós.

Para atemperar el miedo a la pérdida de mis seres queridos –que no quiere decir que no corra riesgo de morir antes, como he compartido con mi progenitora— hace algunos años hago un delicioso ejercicio mortuorio: visualizo mi propio deceso antes de mirar el suyo.

No deseo sepultura. Ni rezos, ni moño negro en la puerta de mi casa, ni novenario, ni misa de cuerpo presente, ni flores, ni llanto plañidero. Deseo evitar drama sobre el drama. Que mi muerte no pese de más. Quiero, como instruí a mis hijos, incineración.

Y que mis cenizas sirvan de alimento a los peces o de abono a las plantas.

Así, estoy convencido, duele menos el dolor de la muerte ajena. Es mi plegaria mortuoria.

Cuando estamos en un velorio o sepelio creemos que nuestro lloro es  por el ser querido, el amigo, que está en la caja. Por lo general, no nos percatamos que lloramos primero por nosotros.

Negamos –consciente o inconscientemente–  que algún día vestiremos, irremisiblemente, traje de ocote o la funda de metal. O, incluso, las llamas serán nuestra mortaja ígnea.

Lo más natural de la vida es morir. Al nacer, irremisible, comenzamos a  tejer nuestra mortaja. Nuestros padres, cuando nos dan la vida, regalan muerte.

Tiene una mayor sobredimensión en México la festividad de Día de Muertos. Más, si se toma en cuenta que en lo que va del siglo hay más de 300 mil muertos en la lucha fratricida del gobierno contra la delincuencia organizada.

El país –de costa a costa y de frontera a frontera– se ha convertido en una suerte de Comala. Pueblo donde se desliza la fantasmagórica novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, en el que todos sus personajes están muertos.

La Pelona es una fiesta lúdica –risa, gozo y goce— y  simboliza una calaverita de dulce o pan que se come ancestralmente en México o se hace palabra. Se crean ingeniosas rimas mortuorias sobre algún familiar o un personaje reconocido –político, artista o deportista.

Son versos irreverentes, escritos a modo de epitafios. Retratan a las personas como si estuvieran muertas. Se utilizan para canalizar sentimientos que en otro contexto sería difícil expresar.

Suelen acompañarse de dibujos de calaveras.

Hay un poema emblemático sobre la muerte, de Jaime Sabines, poeta chiapaneco. En él plantea, metafóricamente, una interesante contradicción: cómo queremos que nuestros seres queridos vayan al cielo si son sepultados a piedra y lodo, dos metros bajo tierra.

Escribe:

Qué costumbre tan salvaje…

¡Qué costumbre tan salvaje

esta de enterrar a los muertos!,

¡de matarlos, de aniquilarlos,

de borrarlos de la tierra!

Es tratarlos alevosamente,

es negarles la posibilidad de revivir.

Yo siempre estoy esperando a

que los muertos se levanten,

que rompan el ataúd y digan alegremente:

¿por qué lloras?

Por eso me sobrecoge el entierro.

Aseguran las tapas de la caja, la introducen,

le ponen lajas encima, y luego tierra,

tras, tras, tras, paletada tras paletada,

terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando,

‘ahí te quedas, de aquí ya no sales’.

Me dan risa, luego, las coronas, las flores,

el llanto, los besos derramados.

Es una burla:

¿Para qué lo enterraron?,

¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse,

hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte?

¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales,

o tirarlo a un río?

Habría que tener una casa de reposo para

los muertos, ventilada, limpia, con música

y con agua corriente. Lo menos dos o tres,

cada día, se levantarían a vivir.

               En España existe una festividad donde, literal, la muerte viste de carne y hueso en ataúdes de cedro, pino y caoba. No es dulce, como en México.

Desfile de ataúdes descubiertos, ocupados por personas vivas, devotas de la hermana de Lázaro, protectora de los desahuciados, que burlaron la muerte. Es una festividad de resurrección. Forma que tienen de agradecer aquellos que se han visto de cerca de fenecer.

Hay quienes afirman que data de la edad media.

Según el diario The Gardían, es la segunda ceremonia más extraña sobre la faz de la tierra. La localidad pontevedresa –gallega– de Santa Marta de Ribarteme celebra, como cada año –hace tres siglos– una peculiar romería para rendir culto a la virgen que intercede para curar graves enfermedades.

Esta provincia diminuta –65,5 kilómetros cuadrados—forma parte de Nieves (en gallego y oficialmente As  Neves), municipio español situado en la parte meridional de la comarca del Condado, en la provincia de Pontevedracomunidad autónoma de Galicia. Limita con los municipios de Salvatierra de MiñoPuenteareasLa Cañiza y Arbo, y al sur con la frontera entre España y Portugal que conforma el río Miño.

En alguna ocasión ésta procesión llamó la atención de medios tan reputados como National Geographic.

El 29 de julio, por las calles Santa Marta, se festeja esta peculiar romería. Los parroquianos que han pasado una enfermedad o un susto se meten vivos en ataúdes y son paseados a hombros por el pueblo.

Forma de exorcizar la vida con la muerte o viceversa.

En cuanto a las cuestiones prácticas, los vecinos alquilan los ataúdes a las funerarias locales o al propio cura de San Xosé.

Hay quienes no soportan la idea de estar en el interior del féretro. Vomitan, lloran, entran en shock antes de penetrar en él. Algunas, de plano, desisten.

Pero la falta de devotos, en ocasiones, también decepciona un poco a los medios de información internacionales que asisten cada año a este pequeño rincón gallego de 300 habitantes.

“Vienen bastantes turistas, el morbo siempre despierta interés…”, dice el alcalde, que admite que nunca se ha metido en una de las cajas fúnebres y que verlo da “mucha impresión.”

Como marca la tradición, la expectación siempre es máxima, con cientos de lugareños y de visitantes apostados al paso de la comitiva entre el sonido de las bombas de palenque, repicar de las campanas y el letal cántico:

“Virgen de Santa Marta, estrella del norte, te traemos a los que vieron la muerte”.

 

 

La última procesión, hará tres meses, hubo diez ataúdes abiertos (el récord hasta el momento de esta histórica tradición) con personas que se ofrecieron a ir en su interior fueron los protagonistas, un año más, de este particular evento.

Los 26 grados que había ese sábado por la mañana en As Neves provocaron que muchos de los ofrecidos tuvieran que llevar un abanico e incluso ventiladores portátiles para luchar contra el calor dentro de los féretros.

Sus familiares, que los llevaban a hombros, acabaron exhaustos.

Turistas alemanes, ingleses, vecinos de la localidad y fieles procedentes de toda Galicia, poblaron desde primera hora de la mañana los alrededores de la iglesia de Santa Marta con el objetivo de lograr un sitio privilegiado para presenciar la procesión.

“Es la primera vez que venimos, lo vimos esta semana por la tele y nos llamó mucho la atención”, aseguró María José Rodríguez, de Vigo, que acudió con su marido a presenciar la procesión desde la primera fila.

La comitiva con los diez féretros partió cerca de la una de la tarde, cuando finalizó la misa oficiada en honor a Santa Marta. La virgen está considerada la intercesora de las personas que sufren graves problemas de salud.

Es tétrica la escena para aquellos que no conozcan esta curiosa tradición de As Neves.   No es la imagen que un turista esperaría.

La procesión de Santa Marta de Ribarteme es una de las más inquietantes y sentidas de España. El silencio de la multitud contrasta con el repicar de campanas.

Grande tiene que ser la devoción a la santa para combatir la claustrofobia de permanecer en una caja de madera durante más de una hora y bajo un sol de justicia, como suele hacer en esta época del año.

Una vez hubo tres penitentes. Un hombre y dos mujeres. Mientras que un cuarto féretro había desfilado vacío. El de una mujer, en silla de ruedas, cuya nieta ha procesionado como ofrecida.

Porteadores y familiares se encargan del avituallamiento, principalmente líquidos, durante el recorrido desde la iglesia de Santa Marta hasta el cementerio y vuelta al punto de partida.

El sonido de las campanas, acompasadas con las bombas de palenque y un cántico repetitivo, “Virgen de Santa Marta, estrella del norte, te traemos a los que vieron la muerte”, dan mayor solemnidad a la comitiva.

Algunos de sus integrantes visten una especie de mortaja hecha de tul y portan un bastón y una vela, que bien traen de casa o la adquieren en los múltiples puestos con cirios de todos los tamaños y exvotos instalados en los alrededores de la parroquia, que hoy se ha vuelto a quedar pequeña.

Sea de dulce, pan, o carne y hueso, a la muerte siempre hay que tener respeto.

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@kalimanyez

 

 

Cibergrafía:

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/vigo/2017/07/29/santa-marta-ribarteme-vive-procesion-multitudinaria/0003_201707201707291501330587607.htm

 

http://www.publico.es/espana/procesion-vivos-ataudes-segunda-fiesta.html

 

http://www.huffingtonpost.es/2017/07/29/una-de-las-procesiones-mas-raras-del-mundo-se-ha-celebrado-este_a_23055586/

 

http://www.abc.es/sociedad/20140729/abci-procesion-santa-marta-ataudes-201407292002.html