Por cada muerto más… un político menos
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*Francisco Rodríguez
Desoyendo al refranero popular que reza «están viendo el temblor y no se hincan», todo mundo, desde las diversas posiciones de poder, atiza la leña para que el fogón sea insoportable. Simultáneamente, se acumulan los problemas irresolubles y los gazapos de los miembros del gobiernito tocan techos inéditos de locura y provocación.
«La paciencia se ha agotado, se acaba el tiempo», responde el vocero pachuquita. Al que se le acaba el tiempo es a él, a Oso..rio Chong, el secretario de Gobernación del que el peñato esperaba los cinco minutos de paz social que no ha conocido este llamado sexenio. Las palabras, las mismas que puede difícilmente pronunciar en su lastimoso lenguaje, sólo le alcanzan para amenazar, nunca para prevenir, para actuar en términos jurídicos contra violaciones escandalosas dentro del aparato.
La población que cree en el Estado de Derecho se pregunta en sus consultas políticas a este escribidor, ¿por qué si el pleno del Congreso General tuvo el morro de mancillar la soberanía sinaloense, ordenando el desafuero de una diputada electa localmente por el delito de visitar al reo más importante de México, con una credencial falsa…
… no ha tenido la valentía de dictar la procedencia del juicio político respectivo a los de la casta dorada, aquellos burócratas de trajes Armani que, sin saber leer atropellan los derechos fundamentales, y lucen títulos apócrifos de licenciaturas, como es el caso del disléxico secretario de Gobernación?
Los atracomulcas «gobiernan» áreas delicadas sin preparación
Y conste que no es sólo el triste y vengativo secretario de Gobernación, quien oculta su incapacidad de diálogo con la amenaza abierta, de claro tinte diazordacista, de que «todo tiene un límite y se agota el tiempo para tomar una decisión».
Casi todos los atracomulcas «gobiernan» áreas delicadas sin la menor preparación, ostentando diplomas y lauros académicos que en su vida han merecido, ni conseguido por sus esfuerzos. Engañan a troche y moche, roban a discreción, asaltan en despoblado, reprimen con ferocidad y miedo, mucho miedo a la revancha que no espera.
Como reza el refrán «ni tan calvos, ni con tres pelucas», porque «al que se viste de ajeno, en la calle lo desvisten». No es necesario ser politólogo para concluir que los miembros del «círculo de hierro» de Peña Nieto, incluyendo al «Jefe de las Instituciones Nacionales», se la han pasado «en la sopa boba», en la lela total.
No desquitan lo que comen, son gaviotas de nuestros impuestos
Es la famosa «sopa boba», no sólo porque no desquitan lo que comen, sino porque son gaviotas de nuestros impuestos, son nuestros empleados, según la Constitución, y a pesar de ello, arremeten contra sus patrones, en todos los rincones de esta ofrecida y subastada geografía, cuyos veneros han entregado a sus patrones de afuera. Nos han robado las tierras más generosas, sólo para disfrazar su fracaso.
Han abusado de la utilización del hambre y la miseria, para que sigan en el closet sus erráticas decisiones de «reformas estructurales» –nunca peor usado el terminajo– para llevar al abismo no sólo nuestro patrimonio y nuestros valores fundamentales, sino todas las esperanzas que existían sobre la viabilidad de esto que todavía llaman país.
Los traicionarán, porque no conocen ni la historia reciente
Su proyecto de régimen político se agota en tres o cuatro palabras: se la han pasado «mareando a la perdiz», esperando el momento de la sucesión, metiéndose entre ellos cuantas zancadillas conozcan para llevarse el galardón de la infamia, esperando que el pueblo aplaudirá sus desmanes, reconocerá su absurda mano dura, de quincallero ramplón.
Sus objetivos son privatizarlo todo. La educación, la salud y el sector agropecuario, entronizando en esas áreas claves, que son prioritarias para cualquier gobierno del mundo que se tenga un poquito de respeto, a sus contlapaches que, una vez que lo consigan, les darán la espalda. Como no conocen la historia, ni la inmediata, piensan que seguirán siendo sus socios, una vez que se marchen limpios del poder.
Salinas pensó que sus socios gabachos le darían un retiro digno
Lo mismo pensó ,hace muy poco tiempo, el chaparrito Carlos Salinas de Gortari, un engendro octomesino manipulado por los intereses de sus lambiscones de ocasión. Trabajó incansablemente para desmantelar el Estado, en nombre de un neoliberalismo trasnochado, pensando que sus socios le iban a ofrecer el mullido colchón para su retiro.
A los pocos meses de haber sido despojado de la Banda Presidencial, todos los favorecidos con empresas paraestatales a precio de ganga, concesiones radioeléctricas al vapor, prebendas injustificadas ante la población, dinero a raudales y canonjías de sultanato, le voltearon la espalda al chaparrito , para rendirse al nuevo mandatario, al que todavía podían sacarle más de todo eso.
Total, el Estado se había convertido en «una venta de garaje». Si el FMI y los financieros del Banco Mundial exigieron privatizar para seguir prestando a espaldas del pueblo. Si las cartas de intención del Imperio, del TLC de América del Norte, lo ponían como condición para comprobar que no trataban con demagogos y populistas, ésa era la ocasión.
Favorecidos por Salinas de Gortari, a quién enfrente le siguen llamando «Presidente», pero a sus espaldas desprecian los Slim, Bailleres, Larrea, González Arango, Servitje, Aramburuzabala, Romero Kolbeck y muchos apellidos dorados más, protegidos por las cobijas salinistas, le voltearon la espalda en un santiamén y lo exiliaron a Irlanda, desde donde «santaneaba», creyendo que todavía eran sus socios.
»Una pura y dos con sal», fueron los saldos de las fantasías salinistas. Las mafias saquearon hasta los saldos de su caja chica, convertidos en patrimonio familiar y de la parentela. El ridículo como estigma. La condena a no poder pasear por las calles de México, ya no digamos la imposibilidad de comer en lugares públicos.
Estos piensan que el confort y lo mal habido son eternoa
¿Por qué la tolucopachucracia no se mira en ese espejo? ¿Son tan torpes los llamados «politicos», que son incapaces de reflexión, que no ven más allá de sus narices? ¿ Que piensan que todos los conforts y lo mal habido son eternos?
Ahora se suman las amenazas de los violentamente despojados, de los reprimidos sin misericordia, de los sentenciados sin juicio previo, de los que mascullan, impotentes, a la sombra de las ráfagas de metralleta y los toletes, que por un muerto más, se lo cobrarán, como en la del Talión, con un político represor menos. Advertencia seria, de terror.
Porque si no lo hacen ellos, lo harán otros, que han sido apapachados por el sistemita para organizarse escrupulosamente, bajo el sello de la delincuencia organizada. Y también tienen cuentas pendientes a su favor. A veces porque, desde las oficinas públicas, civiles o de uniforme armado, no se ha regado convenientemente «la copa»…
… a veces porque, en el afán codicioso se ha protegido a los contrarios del negocio. A veces, porque ven cercana la exigencia ciudadana de legalizar las drogas, igual que el alcohol o las anfetaminas. Casi siempre, porque, a pesar de su comprobada colaboración a las arcas personales de los fruncionarios, son tratados como extraños al aparato. Nada más sencillo que comprenderlo: están resentidos, con los resentidos.
Como la cereza de ese sangriento pastel, las anticlimáticas declaraciones de Carstens y del socio Videgaray: 19% menos de inversión pública en obras y servicios, mucho menor crecimiento del PIB, más depreciación del peso, mayor inflación y desabasto. ¡Ah! y que comamos salmón.
Como caricatura de final de fiesta infantil: el avionsote de Peña Nieto no puede aterrizar en los aeropuertos del Tercer Mundo, como el chileno de la cumbre de Jefes de Estado: tienen la pista demasiado corta, para tamaño aparatejo que, como decía el hoy temido populista: «¡ni Obama lo tiene!»
Pregunta el pueblo: ¿»Más mezcla maistro… o le remojo los adobes»?
Índice Flamígero: Imprescindible, la colaboración de El Poeta del Nopal. Hoy la titula «El Día del Chacal». Y dice: «Es el turno voraz de los chacales / que abanderan insólita cruzada, / es la Patria infeliz y sobajada / devastada por hordas neandertales; / es el fin de los dones teologales, / es inútil poner la otra mejilla, / es cinismo que pasma y maravilla, / la antítesis del quinto mandamiento, / es un torvo y siniestro regimiento / que impaciente espera en la otra orilla.»