Por la Espiral
*Claudia Luna Palencia
Hace poco más de una década hablar con un europeo acerca de la pobreza y sus baremos remitía a utilizar a un latinoamericano como ejemplo de la mala aplicación de las políticas públicas y sociales; aunque si se hacía referencia a la situación de un africano era para abordar la miseria misma como resultado de la corrupción.
A un europeo, sobre todo de los países que tiran del carro de la locomotora de la Unión Europea (UE) llámese Alemania y Francia, le costaba muchísimo reconocer que en su bello país y culto continente existiera gente viviendo en condiciones similares a las de un latinoamericano o inclusive un africano.
En 2008, cuando la crisis económica evolucionaba rapazmente, el 23.8% de la población en la UE estaba en riesgo de pobreza o exclusión; para finales de 2014 en que una tímida recuperación empezaba a asomarse en las economías europeas esta tasa se ubicó en el 24.4%, esto es, 122 millones de europeos.
En los peores momentos del cataclismo económico (más devastador que la recesión de 1929) uno de cada cuatro europeos cayó en pobreza entre 2009 y 2012; la destrucción de millones de empleos fue la causa directamente proporcional para erosionar el tejido socioeconómico.
No obstante, desde el año pasado, empezó a reducir el número de pobres y excluidos, de acuerdo con la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) al cierre de 2015 tan lastimosa cifra bajó a 119 millones de europeos al ubicarse la tasa en 23.7 por ciento.
¡Albricias! Los alquimistas alemanes que inventaron la fórmula de los minijobs de 450 euros sin prestaciones y sujetos a rotaciones aducirán que su medida ha funcionado con tal éxito que otros muchos países aledaños la han copiado.
La recuperación de la economía europea no es todavía lo suficientemente fuerte ni estable como para decir que al fin se ha cerrado el peor de los capítulos de un cisma desatado por las subprime en Estados Unidos y la caída de Lehman Brothers.
Los minijobs han sido la respuesta facilona para contratar a las personas que ya agotaron todas las prestaciones y subsidios, los han puesto a trabajar con salarios similares a la ayuda mensual por desempleo.
Y esto es como en las matemáticas: el orden de los factores no altera el producto no se deja de ser pobre ni excluido si cobras un subsidio de 450 euros y cuando se te acaba te contratan con un trabajo chatarra y te pagan 450 euros mensuales.
En efecto se vive precariamente en ambas circunstancias, pero sí hay algo que mañosamente cambia y saben qué es… el computo de las estadísticas que en el papel muestran una realidad disfrazada, una especie de espejismo en el desierto de la precariedad.
Un parado figura en las estadísticas del desempleo que no es otra cosa que el claro fracaso de las políticas gubernamentales imperantes, el gran fiasco del Gobierno en cuestión concomitante con su incapacidad para gestionar el impacto de la crisis económica.
En cambio un empleo creado –sin importar su calidad ni sus prestaciones ni su duración- sirve para reducir las estadísticas del desempleo y obviamente engrosar las del empleo y aquí los gobernantes las usan muy a su favor primordialmente en ciclos electorales.
A COLACIÓN
Los números más recientes difundidos por Eurostat aducen una reducción de tres millones de personas en las cifras de 2015 en comparación con un año antes; empero, no ha sucedido de forma homogénea dentro del conglomerado europeo.
Hay países que acusan graves desafíos socioeconómicos como Bulgaria, Rumanía y Grecia con tasas de riesgo de pobreza y exclusión del 41.3%, 37.3% y 35.7%, respectivamente.
España tampoco mejora sustancialmente con 13.1 millones de personas al filo de la navaja es casi el 30% de la gente en el país ibérico pasándolo mal y podría empeorar en cualquier momento, en el mismo en que les falte el subsidio o el minitrabajo. Sea como sea la precariedad los subsume a la exclusión.