FRAGMENTO
“Una tarde, cuando Uriel y Fabricio ya han regresado a sus casas y yo permanezco en el parque, abismado en el cielo pleno de estrellas, más allá de los vibrantes cables de alta tensión que corren de norte a sur, Pancho se acerca a mí y me dice que si quiero conocer a una de sus amigas, que ella me vio y le gusté, que él la ha visto con unas pastillas anticonceptivas en la mano, que ella y otra amiga nos esperarán al día siguiente, por la mañana muy temprano, cuando los papás de la primera se vayan a sus trabajos en la ciudad, que nada más es cuestión de llegar, tocar a su puerta, entrar y acostarnos con ellas.
¿De qué hablan?, pregunta una voz a nuestras espaldas, la voz de Laura, cuya cara sonriente hace que me sonroje, apenado por lo que ella haya alcanzado a escuchar de mi conversación con Pancho.
Cosas de hombres, le responde él y me toma del brazo para llevarme lejos de ella, asunto que me apena aún más, pero no hago nada para que mi amigo, que no lo es tanto, me suelte.
Laura se ríe y puedo ver su dentadura blanquísima, otra constelación de estrellas bien alineadas, como una Vía Láctea personal.
Cosas de niños, dice Laura, se da la vuelta y se va.
Pinche nina tonta, dice Pancho, parece un fantasma, toda tilica y pálida, con esos dientes enormes de coneja.
Sólo entonces consigo zafarme de su garra y me encamino a mi casa, furioso y con la punzada que Laura me provoca picándome desde la boca del estómago hasta el culo, excitado por la propuesta que Pancho acaba de hacerme y confundido por lo que acaba de ocurrir.”
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