23 de December de 2024
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Opinión Principal

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May 18, 2018

POR LA ESPIRAL

Claudia Luna Palencia

Estos días en España, una pareja de políticos de extrema izquierda,  tienen sobre de sus espaldas todos los reflectores de la prensa debido a su emparejamiento, a que pronto serán padres de mellizos… pero primordialmente porque ambos han adquirido una vivienda cercana a Madrid por un valor de 600 mil euros, es decir, al tipo de cambio euro/peso de ayer estamos hablando de una vivienda de casi 14 millones de pesos.
            Se trata de Pablo Iglesias, el líder político de Podemos, un partido de reciente creación en España novísimo y horneado en las aulas de la Universidad Complutense; nació del sueño de varios profesores bastante politizados acostumbrados además a los discursos de aula que inflaman los corazones con palabras bonitas de igualdad y de reparto de la riqueza.
            Sus consignas contra la corrupción rampante en España, el uso ilícito de los recursos públicos y el enorme lastre social resultado de ocho largos años de crisis económica en España y la mayor parte de la Unión Europea, encontraron ese recoveco en el tiempo en el que se alinea la oportunidad y el deseo social o ciudadano.
            Nació como formación política bajo el nombre de Podemos y dicho sea de paso, le ha pegado una sacudida preocupante a los dos partidos tradicionales: el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE); y de ninguna forma, Iglesias uno de sus fundadores cum laude y actual dirigente, esconde sus pretensiones de alcanzar el cielo del poder.
            “Podemos se erigió como partido político el 11 de marzo de 2014, cuatro meses después participó en las elecciones europeas de dicho año, y logró cinco escaños en el Europarlamento; en las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, Podemos conquistó 69 escaños, el 20.68% de los votos”.
            Dicho sea de paso han sido las grietas en el PP y en el PSOE las que han allanado el camino para la formación de Iglesias, y si no ha tenido mayor impacto en el electorado es porque la propia imagen de Iglesias tiene un tufillo que a mí, como mexicana, me remite al retrato clásico del porro de la UNAM con la coleta, la barbita de chivo, la mezclilla; el aspecto desaliñado, el discurso trotskista-leninista flamígero y sacudidor.
            A su imagen tampoco le ayuda cierta retórica que provoca pánico en los capitales, incertidumbre en los empresarios y desconcierto para el futuro de España en temas clave como su pertenencia y continuidad en la UE.
            Iglesias pretendió hermanarse solidaria pero también activamente con Syriza el partido heleno de extrema izquierda que  desafió varias veces a la UE y el club europeo amenazando con no acatar las órdenes del reajuste presupuestario, de no honrar el pago del calendario de amortizaciones por el rescate y hasta amenazó con dejar el euro.
            Y un punto también muy relevante que no debe obviarse: en los últimos meses el votante potencial ha sido testigo de las diversas pugnas intestinas, luchas por el poder entre los propios fundadores vitalicios de Podemos por colocar a sus favoritos, fortalecer a su camarilla más próxima y así ganar adeptos para afianzarse en la cúpula. Iglesias allí ha demostrado que quiere el control absoluto, lo rige  al estilo leninista: el que se mueve está fuera no le tiembla la mano en las  purgas.
A COLACIÓN
            Iglesias que además es legislador en el Congreso de los Diputados  se ha emparejado con una de sus compañeras de facción y de banquillo, la legisladora Irene Montero y en unos meses además serán padres.
            La más reciente adquisición de su vivienda –la han justificado ambos como una hipoteca compartida entre los dos- los ha estrellado con muchas de sus declaraciones las que fustigan la riqueza, condenan el enriquecimiento, critican el lujo de los otros políticos sobre todo los que vienen de los partidos tradicionales.
            En realidad para mí es un tema muy manoseado y también bastante manipulado y que me parece muy bien que sea rectificado ese discurso, ese relato por los jóvenes Millennials que como Pablo e Irene han logrado acceder al poder.
            Y ojo, que yo ni los conozco, ni milito en Podemos ni sirvo a ninguna causa ni soy comunista ni de extrema izquierda,  pero lo digo muy sinceramente como economista que desea el progreso y el bienestar para todos de la forma más igualitaria posible: ¿Debe una persona por ser comunista perpetuarse en la pobreza?, ¿es malo que alguien de la izquierda más radical anhele tener un coche digamos de alta gama?, ¿es moralmente inaceptable que un comunista o alguien de izquierdas vista bien, aprecie la moda o  huela a Chanel?
            Entonces, un burgués no puede tener ideas comunistas ni simpatizar con la izquierda  y hasta militar porque sería considerado… ¿paria o hipócrita? ¿Dejaría de serlo si entonces es un muerto de hambre? Me  parece que se arrastra con el tiempo una distorsión manida y muy manoseada.
            Ni ser comunista ni de izquierdas debe impedir a la gente acceder al progreso, competir en la globalización, anhelar, ambicionar o superarse; no es un pecado, lo malo es la envidia malsana,  el discurso del odio y del rencor social eso es lo inaceptable.
            El expropiarle al rico o el quitarle al que se lo ha trabajado siempre para dárselo al que se mantiene cruzado de brazos, eso es lo verdaderamente condenable… no que dos políticos jóvenes de izquierdas quieran vivir bien porque eso  debe ser precisamente el ideal: acceder a la riqueza, al bienestar  y no extender la ociosidad, matar la competencia y generalizar la miseria.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales