Réquiem por un estadio de futbol
+Último juego antes de ser demolido para ser convertido en mall –centro comercial–
+Violencia eclipsó la fiesta del juego de “leyendas”
+Hubo golpes, robo de pasto y redes de ambas porterías
Ciudad de México, 9 de septiembre (BALÓN CUADRADO).- Fue una especie de réquiem bajo un cielo encapotado. Música sacra del balón como sepultura simbólica de un estadio de futbol, próximo a ser derruido. Fue el primero en construirse con cemento y hormigón en esta urbe. Sucede pocas veces en una ciudad.
Festejos que suelen terminar en drama. Esta vez estuvo a punto de suceder. No podía ser peor corolario para un adiós.
Se celebraba un partido de jugadores retirados –llamados “leyendas”— entre Cruz Azul 1- América 3 –-, dos de los cuatro equipos más populares del futbol mexicano con pumas y Chivas—, último juego para despedir al Estadio Azul o de la Ciudad de los Deportes. Fue construido hace 71 años. Será convertido en mall –centro comercial–. Negocio por encima del deporte.
La derrota ante unos 25 mil aficionados, aunque intrascendente, simboliza y ratifica el epitafio del inmueble de la Colonia Nochebuena, donde el equipo celeste jamás ganó un título en 21 años:
“Aquí yace un estadio donde un equipo de futbol forjó el verbo ‘cruzazulear’” –sinónimo de fracaso–. Vocablo que ya es de uso popular en todo el país. Quizá algún día sea parte del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, como cantinflear.
Parte de los ingresos del boletaje para este partido, se destinará a la Fundación Scholas, impulsada por el Papa Francisco. Apoya a jóvenes para estudiar y trabajar.
El juego lo organizó el ex jugador Missael Espinoza. La entrada costó entre 275 y 180 pesos. Alejandra Maffey, una de sus coordinadoras de prensa –quien impidió, sin justificación alguna, el acceso a uno reportero–, informó que hubo 200 medios acreditados.
Aficionados Invaden Cancha Golpes Estadio Azul
Había llovido. Al final, la locura. Aficionados invadieron la cancha en busca de autógrafos y selfies de los ex jugadores. “¡Olé, olé, yo soy celeste!”, cantaban mientras arrancaban pedazos de césped para llevárselos como recuerdo. Otros, en el delirio colectivo, se llevaron las redes de las porterías.
Desataron la pasión de los hinchas los dos goles de Cuauhtémoc Blanco –gobernador electo por Morelos–, el de Chuy Mendoza, América, y la anotación de Carlos Hermosillo, Cruz Azul. Pero quedaron en la opacidad por la violencia de algunos aficionados debido, entre otras cosas, por la venta indiscriminada de cerveza.
Afloró, inconscientemente, un sentimiento de frustración incubado durante más de dos décadas de orfandad de títulos. Luego sucedieron enfrentamientos verbales, agresiones y en algunos casos golpes.
No hubo desgracias qué lamentar por el riguroso cateo previo a niños, niñas, mujeres y hombres, antes del ingreso al estadio.
En un principio un pequeño grupo seguidores de Cruz Azul invadió la cancha, luego de finalizado el encuentro, en tono festivo. Los policías lograron controlarlos. Después todo se salió de control por la falta de seguridad.
Sonrientes convivían con ellos algunos jugadores. Como Emmanuel “Tito” Villa y Julio César Pinheiro, entre otros.
Pero cuando los hombres de seguridad intentaron retirarlos del lugar, los seguidores reaccionaron de forma violenta, por lo que golpearon a los policías y éstos reaccionaron. La gresca comenzó.
Mujeres y hombres con playeras de ambos equipos se liaron a golpes. Al final el problema se pudo contener. Los granaderos no fueron suficientes para garantizar la seguridad del partido. Era el caos.
“Aquí hay niños”, gritaban algunas personas en la tribuna, para contener a los rijosos, en la escalera que llega al campo de juego donde se realizaba la premiación de América, tras su victoria.
Réquiem celeste por un estadio de futbol.