23 de November de 2024
Réquiem sobre el ring
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Réquiem sobre el ring

Sep 20, 2017

–Empate Canelo vs Golovkin

–Proyectan trilogía entre ambos

–Dejaría 250 millones de dólares

Por Jesús Yáñez Orozco

CIUDAD DE MÉXICO, 20 de septiembre, (JESÚS YÁÑEZ /CÍRCULO DIGITAL).-Antes, durante y después del polémico empate entre Gennady Golovkin y Saúl Álvarez, en el T-Mobile Arena de Las Vegas, Nevada, el 16 de septiembre pasado, llamó la atención cómo El Canelo trata de llenar su vacío, ufanándose de ser el mejor peleador del mundo. Porque la actual, según él, es –boxísticamente hablando– su “era”.

Rayó en el tongo –pelea arreglada por dinero– por cómo terminaron ambos púgiles. No se tocaron en rostro ni con el pétalo de sus guantes. Terminaron “limpios”, como se dice en el argot  pugilístico. Pasearon apolínea figura sobre el ring. Canelo su dorada soberbia.

Ni una gotita de sangre. Fue un réquiem sobre el cuadrilátero.

Etiquetado como “bulto”, y una fortuna calculada en 54 millones de dólares –unos 972 millones de pesos, tras 12 años en el pugilato– según la revista Forbes, trata de abrillantar su oscuridad: ídolo con pies de barro.  Ni siquiera Julio César Chávez, con cinco títulos del mundo fue así de presuntuoso.

Como dice el refrán: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Su carrera ha sido vertiginosa a la sombra de las dos televisoras mexicanas más importantes, llamado “duopolio”: Televisa y TV  Azteca a la luz  del oscurantista Consejo Mundial de Boxeo.

Álvarez es reflejo de la crisis del boxeo mundial, no sólo mexicano. Los espectaculares combates de peso completo quedaron en el olvido. Forman parte de un pasado mastodóntico, prehistoria boxística, que tuvo en Mohamed Alí uno de sus más grandes estetas sobre el ring.

Inflado por ambas televisoras, el púgil tapatío sería uno del montón en la época de oro del boxeo mexicano: décadas de los 40s, 50s, 60s y 70s. Cuando este deporte era poesía a lo largo y ancho del ring.

Y, obvio, no privaban los intereses de las televisoras ni los patrocinadores. Ese medio de comunicación se ha convertido en su mortaja. Igual que otros deportes, como el futbol.

Motivos de sobra hay para no volver a mirar otra de las tres peleas que, según un análisis del diario mexicano El Economista, se proyecta, sostendrán ambos púgiles, en la parafernalia del negocio, banalidad, falacia, boxística.

Desde el séptimo round se atisbaba el empate. Ninguno se lanzó a fondo. Nunca buscaron la región hepática: “si pegas a la zona media del cuerpo, la  cabeza cae sola”, reza la ley boxística no escrita.

Hubo incontables volados de derecha, como misiles que siempre zumbaban sus rostros. Acertado uno de ellos en el blanco, pudo ser nocaut.

Fue como mirar una función de lucha libre: teatro que no cualquiera lleva a cabo. Simbolizaron actores griegos con cuerpos de dioses. Rostros impasibles. Sus puños eran un diálogo autista.

Tras el combate, quien esto escribe difundió un comentario en redes sociales: “regalaron el empate a El Canelo. Negocio de la televisión.”

 

De acuerdo con cifras extraoficiales, enfrentar a Golovkin, “Canelo”  podría haberse  embolsado unos 25 millones de dólares –menos impuestos y pago a su equipo de trabajo— unos 450 millones de pesos. En cambio, Gennady, según el diario Esto, “con menor cartel que el mexicano, comercialmente hablando”, dispondría una bolsa de 10 millones de dólares, más dos millones extras por ganancias de Pago por Evento, cerca de 216 millones de pesos.

Después de lo que ocurrió el fin de semana en Las Vegas, el librito del negocio del boxeo indica que lo que ocurrirá, pase lo que pase el próximo mes de mayo, cuando se puede definir la fecha del desempate, es que serán tres los combates que enfrentarán al mexicano y el kazajo, advirtió El Economista.

“Este tipo de eventos, dependiendo de cómo se dé la primera pelea, puede ser una trilogía”, salivó Óscar de la Hoya, CEO de Golden Boy Promotions, promotor de la pelea y quien tiene firmado en exclusiva al Canelo.

Cada vez es más común que en combates de estas características los peleadores sirvan a los intereses de las televisoras. Así lo hizo Floyd Mayweather junior, después de 20 de las 50 peleas realizadas. Al principio noqueaba antes del quinto episodio. Luego, la mayoría fueron por decisión. Literal, aprendió a boxear para la televisión.

Por eso se convirtió en una especie de excelso maratonista sobre el ring. No pegaba, pero tampoco permitía ser golpeado. Ante él, Canelo, quien perdió, fue una carcajada sobre el ring. Jamás pudo conectarlo. Fue de humo ante sus puños de algodón.

Por ejemplo, si tomamos en cuenta que los 20 segundos de publicidad en horario estelar, de Televisa, tienen un costo de un millón 338 mil 500 pesos, sus ingresos por esta pelea, ascendieron a 48 millones 186 mil pesos, más la publicidad virtual antes de cada combate, llegarían a casi 60 millones por los 12 rounds.

Cantidad similar a la que debió ingresar TV Azteca, que también transmitió la pelea.  Entre ambas empresas generaron unos 120 millones de pesos en 36 minutos. Sin contar la publicidad antes y después del combate.  Que podría duplicar la cifra: 240 millones.

Eso, sin tomar en cuenta las televisoras de Estados Unidos, Europa y el resto de América Latina. Por eso, De la Hoya, suspira ante las montañas de dólares que están a sus pies.

Nada más para que tener una idea de las estratosféricas cantidades que derrama este deporte, de acuerdo con un juicio legal contra Canelo y De la Hoya, en Estados Unidos, el contable forense Carl Feddi exhibió que la empresa Golden Boy Promotions (GBP) generó, de 2010 a 2015, 323 millones 444 mil 601.41 dólares con  Álvarez, cerca de seis mil millones de pesos (http://espndeportes.espn.com/boxeo/nota/_/id/2697787/exigen-a-canelo-y-de-la-hoya-27-millones-de-dolares).

“Tenemos una cláusula de revancha”, dijo De la Hoya tras terminar el combate que presenciaron más de 22 mil 358 aficionados en Las Vegas.

“Ya escucharon a los dos en el ring que quieren pelear de nuevo, los dos no estuvieron de acuerdo con la decisión”, añadió el excampeón mundial en seis diferentes divisiones tras el memorable pleito.

De acuerdo con la base de datos de El Economista y cifras proporcionadas por Forbes México y Business Insder, el negocio de una trilogía puede alcanzar hasta los 250 millones de dólares en total –cerca de cuatro mil 500 millones de pesos– por todo lo que genere en televisión, venta de boletos y patrocinios.

“Cuando piensas en Muhammad Ali y Joe Frazier, está esa gran trilogía. Cuando piensas en Marco Antonio Barrera contra Erik Morales es justamente la misma receta. Eso es parte de lo que necesita el boxeo”, dijo De La Hoya.

La pelea que muchos esperaban desde hace rato, terminó empatada este sábado ante un público que no quedó muy satisfecho. Hubo aficionados entrevistados al final del combate por algunas televisoras que criticaron la falta de arrojo de Álvarez, quien reculó la mayor parte de la pelea. Siempre iba para atrás. Porque, como retador, debió ser a la inversa. Por eso fue abucheado.

Incluso, cuando la afición que apoyaba el Canelo, y atisbaba que podría perder, entonó un par de veces la canción Cielito Lindo –“…ay, ay, ay, ay, canta, canta y no llores porque cantando se alegran cielito lindo,  los corazones…”—himno a la derrota cuando juega la selección Mexicana de Futbol y se vislumbra el triunfo rival.

Tras la decisión, Golovkin conservó sus cinturones del Consejo Mundial de Boxeo, la Asociación Mundial de Boxeo y la Federación Internacional de Boxeo en los pesos medianos.

La pelea desató una ácida polémica en redes sociales. Los que defendían a ultranza al púgil mexicano y quienes deploran su soberbia y lo tildan de “bulto”. Y donde los memes fueron corrosivos.

En uno de ellos El Canelo aparece enfundado en el uniforme de Cruz Azul, uno de los cuatro equipos más populares del futbol mexicano –con América, Chivas y Pumas—que hace 20 años no gana un título de liga.

A la Máquina –considerada la personificación de la derrota– su acción de perder se le llama con un verbo, que aún no entra a la Real Academia de Española de la Lengua: “cruzazulear”.

Uno de los que salió al paso en Facebook fue el ex campeón nacional de peso pluma, Enrique García. De 74 años de edad, estuvo a punto de ganar un título mundial en aquella época de oro del pugilismo nacional. Fue reportero de box y actualmente entrena jóvenes en un gimnasio del ex campeón mundial Pipino Cuevas.

Sabe, como se dice popularmente, de qué lado masca la iguana.

Con su vasta experiencia, invitó a la mesura y la reflexión de tanta sandez.

Pidió:

“A todos los estimados aficionados del boxeo actual”, no exageren en sus “irracionales” comentarios.

Dicho pleito, resumió, “no paso de ser bueno a secas. Nada extraordinario, sobre todo si nos basamos en lo que ambos púgiles ganaron por dicha contienda”.

Este tipo de pleitos, comparó, “antes era común” verlos en las peleas estelares de miércoles o sábados en la Arena Coliseo del entonces Distrito Federal, hoy ciudad de México.

“Todo ello para ganarse un buen lugar en las clasificaciones nacionales y ya para aspirar a las mundiales”, recordó. Esos pleitos tenían como escenario catedrales del pugilismo nacional: la Arena México, la Plaza México o el  desaparecido Toreo de Cuatro Caminos, en el Estado de México.

Puso el dedo en la llaga:

“Ahora, tanto Álvarez, como el tal GGG, no deben considerarse púgiles de alto nivel. No, por favor, ni por dónde”.

Como ejemplo de esa “aberración”, puntualizó, “basta decirles a ustedes, fans comunes y corrientes, o bien comentaristas de hoy: ninguno de los dos le llega a los talones de hombres como Roberto Durán, JC Chavez, Marvin Hagler,  Sugar Ray Leonard, Tommy Hearns y varios otros, que de verdad fueron fuera de Serie. Como Sugar Ray Robinson, por solo citar a un grande entre los grandes.

El empate, opinó, como todo deporte de apreciación, “puede ser discutible”, pues en este tipo de decisiones, siempre habrá polémica, porque “ninguno merecía ganar, o bien, porque ninguno merecía perder.

Lo que sí es notable, continuó, pese a ese pleito equilibrado, es que ambos salieron “limpios” del “supuesto fragoroso combate”. Se ve y se nota, abundó, que “ninguno tiene un punch” como para impresionar a rivales de buen nivel.

Concluyó:

“Con todo lo anterior, dejamos que los aficionados actuales, no acostumbrados a ver buen boxeo, crean que esta confrontación fue ¡extraordinaria!”

En contraste Eduardo Lamazón, adocenado analista de TV Azteca, presente en Las Vegas, difundió un comentario en redes sociales titulado “el mejor Canelo que hemos visto”. Fue una apología sobre Álvarez de  mil 131 palabras, donde argumenta que le “parece demencial” pensar en “corrupción” para explicar el empate.

Poco faltó para que, como Juan Escutia, se envolviera en la bandera, lanzándose desde el Castillo de Chapultepec

¿Cómo creer el discurso de un personaje que, como muchos, vive del cuento a costillas de boxeo hace 40 años. Durante 24 años fue secretario de Consejo Mundial de Boxeo –que la dinastía Sulaimán, primero José y ahora Mauricio, su hijo, preside hace cuatro décadas, que hiede a mafia– y hace 15 años es comentarista de la empresa de Ricardo Salinas Pliego?

Pero basta para entender por qué este deporte está como está.

Argumenta, con calificativos que asfixian, que la pelea entre Canelo y Gennady, resuelta por los jueces, con un empate, “deshizo varios presupuestos”.

Y en una perla, suelta, incendiario, uno de ellos:

“Yo mismo había dicho que no debíamos esperar un combate sangriento y bárbaro porque Canelo trataría de enfriarlo a tono con su costumbre, de especular minimizando riesgos y peleando como peleó contra Miguel Cotto, por ejemplo. Sangriento no fue porque no hubo cortadas importantes, pero la dureza de las acciones alcanzó alturas admirables.”

Según él, “tiraron a la basura”, además, las ideas acerca de la “mandíbula de cristal” del mexicano, su “supuesta cobardía” y la cantinela del poder “devastador” de GGG que lo iba a “despedazar” tan pronto se lo propusiera.

“La fiera no era tan fiera y el torpe no era tan torpe”, opinó.

En su irremediable afán protagónico, ahondó:

“Hicieron esa guerra que durante varios años les reclamé a los dos. Nunca ninguno de ellos había recibido semejante castigo. Es más, Canelo se arriesgó como un suicida tocando dinteles de muerte y desafiando al infierno en varios pasajes de la pelea. Se apoyó en las cuerdas y aceptó recibir golpes innecesarios mostrando que es muy macho”.

Una perla más:

“Mala jugada esta exposición al peligro porque los planes eran que ganara el más inteligente, no el más insensato”.

Sigue su perorata:

“Nunca ha sido un gran negocio en el boxeo pelear caminando hacia atrás (por eso de los jueces, que no entienden nada), y nunca ha sido gran negocio empezar fuerte los rounds para terminarlos a media máquina por lo mismo.”

Tras la pelea Golovkin escribió un mensaje –una “falacia”, reflexionó Lamazón– que mucha gente reenvía en redes sociales.

Dice: “Los verdaderos mexicanos no corren en la pelea más importante de su vida.”

Le hubiera contestado, replica el comentarista:

“‘Los verdaderos mexicanos no son idiotas para hacer la pelea que te conviene, hacen lo que les conviene a ellos’”.

Siguió con un discurso delirante, común en la televisión, entre comentaristas y cronistas:

“Canelo peleó a morir, para vivir. Tenía que callar los abucheos mexicanos porque ni en esta noche triunfal cesaron las demandas de los inconquistables que lo fueron a ver perder.”

Al final de la pelea Lamazón preguntó a un aficionado molesto:

–¿Por qué tu enojo con el Canelo?

Respondió como resorte:

-Porque es un mamón.

Además de “bulto”.

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@kalimanyez