19 de May de 2024
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Ago 24, 2016

Por la Espiral

*Claudia Luna Palencia

Si existiera una población que envejece homogéneamente beneficiada por los avances tecnológicos y científicos además  libre de enfermedades y de los achaques propios de la edad, quizá entonces no provocaría tanto estupor la nueva idea genial del Bundesbank: subir la edad de retiro hasta los 69 años.
Aunque parece descabellada, la propuesta en Alemania podría comenzar a gestarse de forma gradual a partir de 2020 e inclusive hay otros países como Suecia analizando topes todavía más extremos como una jubilación entre los 75 a los 80 años de edad.
El planteamiento germano ha provocado una avalancha de debates internos en la Unión Europea (UE) considerando la posibilidad de concitar una nueva reformar liminar en los respectivos sistemas de pensiones de los países miembros del club europeo a fin de reajustar nuevamente a la alza tanto los años de cotización, como la edad requerida para retirarse con el cien por cien de la pensión.
El continente europeo enfrenta una serie de avatares internos pasando por luchar contra su propio envejecimiento con amplias capas de su población mayores de  55 años de edad, tasas de natalidad contraídas y una incipiente fuerza laboral presente que  a futuro será incapaz de aportar fehacientemente para sus jubilados.
Además subsiste una grave crisis, una merma en las cuentas de caja de la Seguridad Social, con distorsiones en las cuentas públicas, déficit en las finanzas y un voraz peso del endeudamiento público sobre del PIB, la muerte del Estado Benefactor es una  pesada realidad en la Europa de Jean Jacques Rosseau.
Aunque valga decirlo: no hay país en el mundo exento de atender la problemática de cómo atajar el tema de las pensiones y conciliar los intereses demográficos, laborales y socioeconómicos.
A COLACIÓN
La atención de la vejez es un tema que debería ser de impronta para las políticas públicas. Un estudio muy interesante elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advierte que la edad promedio de la población de América Latina y el Caribe casi  duplicará entre  1950 y 2050.
En tan sólo un siglo, la transformación poblacional hará que el rostro de la región  afronte  importantes desafíos para adaptarse a una nueva realidad viejuna.
Según estimaciones de la CEPAL, los incrementos en la edad promedio se materializarán entre los años 2000 y 2050, pasando de 28 a 40 años durante este período. Del mismo modo, la población de 60 años y más triplicará en el lapso de referencia,  en tanto que la población menor de 15 años pasará de más del 30% del total a menos del 20 por ciento.
Estos cambios demográficos se están produciendo de manera más rápida en América Latina que en Europa. La CEPAL indica que las causas de este proceso son el fuerte descenso de la fecundidad y el alza de la esperanza de vida. Esta transformación es sin duda una alteración sin precedentes en la historia de la región.
Habrá que, sin más dilación, realizar una revisión profunda de las políticas públicas para adecuarlas a una sociedad en la cual habrá cada vez menos jóvenes y más población en senectud.
En México, la demografía sigue el promedio estimado por la CEPAL para los próximos cincuenta años: la proporción de la población de 60 años o más aumentará de un 8% en el 2000 al 14.1% en el 2025 y a 22.6% en el 2050. Este porcentaje será más elevado en las mujeres que en los hombres tanto en el área urbana como rural.
México comparte con Brasil, Colombia, Costa Rica y Panamá que el envejecimiento demográfico esperado estará enmarcado por un aumento importante en las personas mayores.
Los mismos datos del organismo ubican a México en el rango de países con menor cobertura de seguridad social y donde casi la mitad de la población adulta mayor no recibe ingresos por concepto de jubilación. El rango de pensiones y jubilaciones es tan bajo  que puede equipararse con la situación de  Haití.
Con  este panorama, los alquimistas de las políticas públicas, enfrentan  grandes retos con una pirámide poblacional que engrosará por la punta, de hecho la Consar estudia  con la Comisión  de Seguridad Social del Senado varias alternativas para introducir sendas modificaciones pasando por reajustar  la edad de 60 años para el retiro e incrementarla considerando los argumentos arriba descritos.